E inauguró ayer este hermoso sitio con la tradicional Velada de los Ángeles. Por las amplias avenidas, bordeadas de palmeras y arcos de bombillas, circuló durante toda la noche una gran concurrencia. La cascada resultó perfectamente iluminada y el público entraba libremente en la gruta, como asimismo, era libre el acceso a la cúspide, desde donde se disfrutaba de un grandioso golpe vista imposible de descubrir. Y ya desde entonces, un ligero puentecillo ponía en comunicación los dos lados de la roca para hacer posible el paso de uno a otro y poder descender por diferente lugar del que sirvió para subir.

En lo alto había una plazoletilla con un jardín dominado por una palmera, "y allí, donde las rosas no detienen el paso del observador, un barandaje rústico le quita el miedo de derrumbarse, dejándole con la seguridad y el placer de contemplar los encantos del parque que se extiende a sus pies. En el bosque abundaba también la gente. Las cuatro bandas de música estaban distribuidas convenientemente entre el bosque y el parque.

Tiene la cascada la figura de un trapecio circular, aunque con la irregularidad que reclama lo que se ha empeñado el ingenio que se parezca a las obras fantásticas de la naturaleza; cinco balconcillos abiertos sobre el estanque le dan luz y perspectiva y una escalera que parece tallada en la roca, da acceso a su cumbre desde donde se descubre una vista panorámica de los jardines y el mar. En 1852 el regidor de jardines don José Antonio Martínez ideó construir en aquellos arenales, donde estuvo la alameda de El Perejil un jardín digno de Cádiz. Se colocaron numerosos arboles y se hicieron plantaciones y a los pocos años, las Delicias de Martínez, como se llamaba aquel paseo, llegó a construir un lugar de esparcimiento. Posteriormente el alcalde Valverde eligió aquel lugar para la celebración de las veladas de los Ángeles. Hoy el señor Genovés no sólo ha continuado sino aumentado y ultimado la obra de su predecesor.