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Otro ilustre que se despide

  • Confecciones Lluch, en la esquina de los Callejones con Abreu desde 1950, cerrará sus puertas este verano por la jubilación de su propietario

La fachada de Confecciones Lluch con el cartel de la liquidación.

La fachada de Confecciones Lluch con el cartel de la liquidación. / joaquín hernández 'kiki'

Entra un hombre en Confecciones Lluch y le da la enhorabuena al dueño, Carlos, antes de llevarse unos zapatos Fluchos a buen precio. La felicitación tiene, claro está, un componente positivo. Carlos Lluch se jubila después de 42 años. Ya le tocaba. El lado negativo lo pone un nuevo adiós al comercio tradicional, a un establecimiento referencia en la esquina de los Callejones y la calle Abreu que abrieron su padre y un socio en 1950. "Yo no quiero perderte de vista", le suelta otro cliente. Cierra la tienda por incapacidad permanente de su propietario, desde los 18 hasta los 60 años en el tajo. "Esto no iba mal de ventas, hemos podido defendernos pese a la crisis. Tranquilamente podríamos seguir más tiempo", explica. Suele ocurrir. Los hijos no quieren ni locos seguir los negocios familiares, sobre todo estos tan sacrificados. "La juventud piensa de otra forma", apunta Carlos. Su descendencia ni se plantea continuar con una tienda que tiene más de 200 metros cuadrados. Ya hay pretendientes para alquilar el local. Algo de hostelería, algo de bazar oriental. "Han venido pidiendo que me vaya pronto, para cogerlo ya, pero tengo género que liquidar. Espero deshacerme de la mercancía en dos meses", señala.

Hubo un tiempo en el que Lluch contaba con ocho empleados. "Hasta un sastre teníamos", indica Carlos. En los últimos tiempos quedaron sólo dos. "Este tipo de negocio se va a perder. Hasta las personas que antes venían a tiendas como la nuestra , de cierta edad, se decantan ya por las franquicias", argumenta. Los Lluch llegaron a tener cuatro establecimientos. Este que cierra, el que mantiene en la calle Ancha Joaquín, hermano de Carlos, otro que estaba en la calle García Sola y Tejidos Andalucía, que se encontraba en la esquina de Sacramento con Barrié. "Espero que mis clientes vayan a la otra tienda, a la de Ancha", desea.

Llegamos a tener ocho empleados, incluso sastre. Hemos acabado con sólo dos"

Esos clientes echarán de menos "el trato directo y que yo les aconseje sobre qué es lo mejor para cada uno. Es una pena". Pero no hay vuelta atrás. "Me tenía que ir de una forma o de otra. Los primeros días lo echaré de menos, pero ya es hora de descansar. Este trabajo es muy sacrificado. Todo el día tras el mostrador y pendiente del negocio incluso cuando descansas", destaca quien no ha tenido "nunca un mes completo de vacaciones". Llega el momento de hacer "muchas cosas que no he podido hacer antes, de viajar y vivir tranquilo sin calentamientos de cabeza".

Confecciones Lluch, donde las agrupaciones carnavalescas se peleaban por colocar sus bocetos en el escaparate, dará paso a otro negocio. Carlos no tiene preferencias. "Mi deseo es que le vaya bien a quien lo coja, así me podrá pagar el alquiler sin problemas", dice con sinceridad. El local es amplio. El sitio, bueno. A ver quién tiene el honor de suceder a otros de los ilustres comercios que se despiden del paisaje del centro.

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