historia marítima

La guerra no iba con ellos

  • El viernes se cumplen cien años del naufragio del buque 'Carlos de Eizaguirre', que había partido de Cádiz y se hundió en aguas de Sudáfrica al estallar una mina alemana

El buque de la compañía Trasatlántica Carlos de Eizaguirre zarpó el 27 de abril de 1917 del puerto de Cádiz. El vapor-correo de la Compañía Trasatlántica, con 159 personas a bordo entre pasajeros y tripulación y con mercancías en sus bodegas, procedía de Barcelona y tenía como destino Filipinas con escalas en Las Palmas, Ciudad del Cabo, Colombo, Singapur, Iloílo y Manila. La Primera Guerra Mundial mantenía cerrado el Canal de Suez y el buque debía hacer esa ruta, bordeando África por el Cabo de Buena Esperanza, para llegar a su destino. Pero nunca llegó. Ni siquiera pudo arribar a Ciudad del Cabo porque el 26 de mayo una mina naval, a la deriva tras ser lanzada al mar por la marina alemana, explotó al paso del buque y lo hundió en apenas cinco minutos.

El próximo viernes se cumplirán cien años de una tragedia en la que perdieron la vida 134 personas -el mar sólo devolvió ocho cadáveres- y que dejó 25 supervivientes. Todos ellos inocentes, ajenos a una guerra que no iba con ellos entre otras cosas por la neutralidad española y que, sin embargo, perecieron en un naufragio que el gaditano Julio Molina Font relata a la perfección en su libro Cádiz y el vapor-correo Carlos de Eizaguirre, editado en 2002 por la Universidad de Cádiz, y que la embajada de España en Sudáfrica recordará con diversos actos el mismo día 26 tras contar con la colaboración del investigador gaditano.

El interés de Molina Font por este naufragio tiene un origen familiar. Su madre le relataba de pequeño la historia del tío Pepe, José Bastardín Ramos, segundo maquinista del Eizaguirre que desapareció en las profundidades del Atlántico después de bajar a la sala de máquinas para abrir las válvulas de seguridad y evitar una más que posible explosión del buque antes incluso de su seguro hundimiento. Pero el tío Pepe no regresó de aquella última misión que se impuso a sí mismo.

El relato materno revivió cuando Julio Molina halló en un anticuario una doble página que la revista El maquinista mercante dedicaba al vapor de la Trasatlántica y a los maquinistas fallecidos. Era una lámina que Font conocía de haberla visto en casa de su abuela. En aquel punto arrancó una investigación que le llevó a la Biblioteca de Temas Gaditanos de Unicaja: allí encontró un filón, tres cajas completas con toda la documentación del barco y con multitud de papeles relacionados con su hundimiento, entre ellos los testimonios de los 25 supervivientes, un material hasta entonces inédito con el que el investigador gaditano pudo reconstruir los angustiosos cinco minutos del naufragio. También cotejó datos con la prensa de la época, como Diario de Cádiz, La Vanguardia o periódicos sudafricanos, y consultó otros archivos españoles, además de contactar con el entonces cónsul de España en Ciudad del Cabo, Nabor García, para escribir un libro de 16 capítulos en el que se describe la historia del buque desde su construcción y botadura y, sobre todo, los detalles del naufragio y sus nefastas consecuencias.

La guerra que se cruzó en el camino del Eizaguierre acabó con la vida de 134 personas. Siete cadáveres fueron apareciendo en los días sucesivos en las playas de Ciudad del Cabo y sus altrededores, mientras que una octava víctima mortal fue encontrada 35 millas más allá de la ciudad sudafricana. El resto de viajeros se quedó en el océano. Buena parte de los desaparecidos, sobre todo de la tripulación, eran gaditanos.

La hora del fatal encuentro con la mina alemana, las tres de la madrugada, hizo que fueran muchos los pasajeros a los que la tremenda explosión cogió durmiendo. Sólo 24 personas acertaron a alcanzar uno de los ocho botes de salvamento del buque y pudieron ser rescatadas. Otros dos botes llenos de pasajeros, entre ellos mujeres y niños, no pudieron ser arriados. Y otra persona más, el puertorrealeño Alejandro Fernández, ayudante de máquinas, se lanzó al mar y estuvo nadando con un salvavidas durante dos horas hasta que pudo agarrarse a una pieza del buque en la que logró sobrevivir hasta que fue rescatado casi día y medio después del naufragio.

En un mausoleo en el cementerio central de Ciudad del Cabo reposan los restos de los ocho cadáveres encontrados. Allí se celebrará el viernes un homenaje funerario y una ofrenda floral dentro de los actos organizados por la embajada española, que también realizará un homenaje con ceremonial marítimo en el propio lugar del hundimiento. En Cádiz, mientras tanto, la Hermandad de la Santa Caridad ofrecerá el jueves una misa, a las 10.30 horas, en memoria de los fallecidos.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios