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Cádiz

La gripe mortal

  • Hace un siglo una gripe, mal llamada 'española', provocó una pandemia. En Cádiz murieron unas 300 personas provocando episodios de pánico entre los vecinos

El antiguo hospital de Mora fue el referente médico en esta época.

El antiguo hospital de Mora fue el referente médico en esta época. / d.c.

El 25 de noviembre de 1918 el alcalde de Cádiz, Manuel García Noguerol, mandó un telegrama de protesta al diario madrileño El Sol, uno de los más prestigiosos del país, en el que lamentaba una información publicada por ese medio sobre la incidencia de la gripe en la ciudad de Cádiz. "El estado sanitario de Cádiz es mucho menos importante todavía que todas las capitales españolas que fueron invadidas. El coeficiente de mortalidad es menor a igual época de otros años. Es absolutamente falso que existan 27 atacados en una misma casa. La cifra de enfermos de la última quincena es de 161 personas", advertía el edil.

Ese mes de noviembre murieron en la ciudad debido a esta gripe, que pronto será conocida mundialmente como la 'gripe española', una veintena de personas. El pico más alto llegará en diciembre, con más de un centenar de fallecimientos, aunque para entonces el alcalde Noguerol había logrado desviar la atención mediática hacia otras ciudades del país con mayor mortandad en la que acabó siendo la mayor pandemia sufrida en todo el planeta a lo largo del siglo XX.

La gripe española cumple ahora un siglo. Llegó cuando medio mundo estaba aún inmersa en la Gran Guerra. Época de pobreza, de grandes necesidades en una sociedad donde la higiene aún dejaba mucho que desear, incluso en los países más avanzados. En la propia Cádiz algunos afamados médicos, como Bartolomé Gómez Plana, denunciaban esta situación sobre la que no se actuará hasta la llegada a la Alcaldía de Ramón de Carranza, que impondrá numerosos controles higiénicos en toda la capital.

Con la habilidad que tiene España de cargar con más sambenitos de los que en verdad merece, la gripe acabó denominándose como 'española' no porque ésta apareciese aquí. Todo lo contrario, los estudios que se han realizado ubican en Kansas, en Estados Unidos, la zona cero de la pandemia, expandiéndose por todo el mundo a través de las tropas norteamericanas que viajaron a Europa para participar en el conflicto armado.

Fue la existencia de este conflicto y la censura que en muchos de los países contendientes existía, lo que provocó que la mayor parte de la información sobre esta enfermedad tan persistente y dañina ocupase espacios relevantes en la prensa española, lo que se aprovechó en el extranjero para situar erróneamente en nuestro país el inicio de la enfermedad.

Aunque el primer caso en suelo americano está fechado en el mes de marzo, será en la segunda mitad del año cuando la incidencia comience a ser habitual en España, presumiblemente por la presencia de trabajadores españoles y portugueses que llegaban en tren desde otros puntos de Europa. El mismo mes de junio, una nota de Diario de Cádiz informaba de las bajas por enfermedad en centros como Astilleros o la Tabacalera e incluso la suspensión de algunos actos públicos. No obstante, en el mismo periódico se adelantaba: "Hemos hablado con varios profesores médicos y todos ellos nos manifiestan que asisten a enfermos de gripe desde hace pocos días. En los cuarteles de Santa Elena y San Roque, donde se alojan los Regimientos de Álava y Pavia, se han presentado casos benignos. Se ha dispuesto que una parte de esta tropa pase al Castillo de San Sebastián. En la Cárcel Real no hay enfermos".

Lo cierto es que el carácter marítimo de Cádiz y la abundancia de destacamentos militares dentro de su reducido término urbano, serán los pilares sobre los que se apoyará la gripe en su ataque a la ciudad.

Francisco Herrera Rodríguez, profesor de la Facultad de Enfermería de la UCA, investigador de Historia de la Medicina y miembro de la Real Academia de Medicina de Cádiz, publicó un estudio en 1996 sobre la incidencia de la gripe española en la ciudad en el que incidía también sobre la importancia del movimiento de la población militar en la provincia como uno de los mayores riesgos en la expansión de la enfermedad, a lo que unía el carácter de puerto de entrada y salida de numerosos buques.

En este sentido, resalta la necesidad de buscar edificios en la ciudad donde aislar a los enfermos que llegaban por vía marítima (el mayor centro médico era el Hospital de Mora, abierto hacía poco más de una década). Este proceso provocó numerosas tensiones entre vecinos y Ayuntamiento. Hay que tener en cuenta que en 1918 la mayor parte de la población de la ciudad (cerca de 75.000 habitantes) se concentraba en el Cádiz de intramuros, pues extramuros apenas estaba urbanizado. Destaca Herrera que se habilitaron dependencias en la calle Duque de Nájera, en Puntales y la barriada obrera levantado en extramuros, algo que fue muy criticado sobre todo entre quienes defendían que las zonas de aislamientos en zonas "más allá de Cortadura". Incluso se llegó a utilizar una de las plantas de la Biblioteca Provincial, lo que provocó nuevas quejas con la excusa de que ésta se ubicaba junto a Canalejas, "predilecto del público, lindante además con infinidad de edificios todos habitados por vecinos respetables, oficinas particulares, industriales y comerciantes e inmediato a las oficinas del Estado como son la Aduana, la Diputación, Gobierno Civil, Hacienda, etcétera, que hacen de esta vía un paso obligado de mucho tránsito, consideramos altamente perjudicial por todos los conceptos la instalación del referido lazareto o casa de salud, que además de lo expuesto anula también por completo la Biblioteca Provincial". El alcalde no tardó en ordenar la retirada de este servicio.

Curiosamente, una empresa privada, la Compañía Trasatlántica, de la mano de su gerente en Cádiz, Carlos Barrié, ofreció distintas dependencias de esta firma para atender a enfermos llegados por barco. El propio Barrié fallecería en noviembre de 1918. Su muerte, además de sentida en toda la ciudad, fue acompañada por el estricto cumplimiento de las órdenes gubernativas, que obligaban a enterrar al fallecido de forma inmediata, sin posibilidad de velatorio.

Las quejas vecinales y la exigencia por tener cuanto más lejos a la enfermedad llevan a Francisco Herrera a mencionar en su estudio cómo el temor de muchos gaditanos a la epidemia llegó a provocar acciones insolidarias. "Un ejemplo es la denuncia que el alcalde hace a la autoridad gubernativa del comportamiento de un hombre, dueño de un baratillo, situado en la calle Segismundo Moret, que al saber que el encargado de la tienda padecía gripe, lo expulsó a la vía pública, donde estuvo varias horas hasta que fue llevado al local de aislamiento de la calle Duque de Nájera". Ante este suceso, y otros más, el alcalde afirmó que contaban con la repulsa moral de la sociedad gaditana.

Los controles no se limitaron a la llegada del pasaje marítimo. También se controló el acceso ferroviario y el cada vez más importante tráfico rodado, especialmente la línea existente con Algeciras, de donde salió a mediados de 1918 un nutrido grupo de soldado que expandió en parte la enfermedad por media provincia.

Cuenta el estudio de Herrera que fueron habituales los cierres escolares y no tanto los centros de estudios superiores y de segunda enseñanza. Y la norma social de la 'visita' quedó sustancialmente mermada por culpa de la enfermedad y el miedo al contagio, lo que afectó también a eventos sociales e incluso a las fiestas del Carnaval de 1919. Un bando publicado el 1 de marzo de ese año prohibía las fiestas del Carnaval al aire libre, "el uso de disfraces y de caretas así de noche como de día, y en general todos aquellos actos que integran los referidos festejos". El miedo era tal que hasta se considera como un foco de infección lanzar los típicos papelillos a la cara, lo que motivó otro debate político: cómo afectaba esta medida a los pequeños comerciantes que se ganaban unas pesetas con la venta de todos estos productos. Finalmente se autorizó la celebración del domingo de Piñata tras haber remitido la enfermedad, que fue declarada extinguida de forma oficial el 14 de junio de 1919, evidentemente tras su publicación, como no podía ser de otra forma, en el Boletín Oficial de la Provincia.

La gripe española dejó en Cádiz unos 300 fallecidos, concentrados en 1918 donde se cuantificaron unos 179.

Orestes Octavio Rodríguez redactó en 2015 su memoria de doctorado centrada en La Mortalidad en Cádiz entre 1900 y 1920. En su pormenorizado estudio hay un dato cuanto menos que peculiar, sobre todo si nos atenemos a la gravedad de la epidemia sufrida por todo el planeta (y que en su conjunto provocó entre 20 y 50 millones de muertes). Según los datos aportados por el investigador, es la tuberculosis la enfermedad que provoca más defunciones en la ciudad. Sólo en 1918, durante el apogeo de la pandemia de gripe, fueron 465 víctimas en Cádiz. El efecto mortal de la gripe quedó en quinto lugar. Por delante estuvieron también la bronconeumonía (215 muertos), las enfermedades nutricionales infantiles (214) y las enfermedades cerebro vasculares (186).

Un año después, la gripe descendió al noveno puesto, mientras que en 1920 ya no estaba entre las diez enfermedades más mortales entre la población gaditana. Eso sí, sus efectos se dejaron notar en los datos globales. Si en 1917 se cuantificaron en la ciudad 2.160 fallecidos, en 1918 pasaron a ser 2.598 y 2.563 en 1919. La mortalidad se disparó en estos dos años por encima de los 33 por mil, similar a los datos de principios de siglo.

En el conjunto de la provincia, y según datos del Colegio Oficial de Médicos, a lo largo de 1918 fallecieron 16.353 personas de las que 1.998 lo fueron por la gripe; un año después, en 1919, la mortandad en la provincia bajó hasta 14.081 personas, con 625 fallecimientos por la gripe.

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