Cádiz

Una década sin el Portillo

  • En junio se cumplen diez años desde que el pabellón cerrara sus puertas para levantar otro más moderno. El proyecto se ha reducido pero sigue sin salir adelante

El periodista Antonio Hernández-Rodicio, en el magnífico discurso que ofreció el pasado viernes cuando recibió el Premio Gaditano de Ley por parte del Ateneo, dentro del Cádiz de realismo mágico puso como ejemplo "el surrealismo de tener suelos en barbecho durante 20 años en una ciudad que carece precisamente de eso, de suelo. Es como si los beduinos cegaran los oasis".

Esta cita queda clavada con el motivo de esta información. El pabellón Portillo no lleva 20 años pero en tres meses cumplirá una década desde que los últimos goles se cantaran en sus pistas. Unos tras otros durante más de 30 años hubo goles, canastas, piruetas, llaves de judo e incluso veladas de boxeo.

Sin embargo el pabellón Fernando Portillo había quedado obsoleto y el entonces gobierno del Partido Popular presentó en 2007 un proyecto que venía a mejorar lo que había y que iba a convertir al pabellón en un centro deportivo de referencia. El sistema utilizado para su financiación era muy parecido al del Estadio, es decir, aparcamiento subterráneo y locales comerciales para que la obra casi se pudiera autofinanciar en ese nuevo polideportivo con gradas para unos 1.000 espectadores. Las obras tenían que haber durado 15 meses y, por lo tanto, a principios de 2010 tendría que haber estado terminado.

Era una obra que se basaba en tiempos de grandes proyectos inmobiliarios y que coincidían en el tiempo con el anuncio de un gran hospital de referencia o una Ciudad de la Justicia que iba a ser vecina de este pabellón polideportivo. De hecho, estaba previsto que el aparcamiento subterráneo del pabellón diera servicio a las instalaciones judiciales. Una década después los tres solares presentan el mismo aspecto, es decir, un enorme erial y una incertidumbre tremenda.

El caso del pabellón Portillo nació con inconvenientes casi desde el inicio. Primero hubo problemas para desalojar a un funcionario que tenía una vivienda en una zona del terreno. Eso llevó incluso a un proceso judicial. También con los propietarios de aparcamientos anexos y además aparecieron restos arqueológicos. Todo el viento en contra. Ya para empezar el equipo de gobierno anunció que como mínimo no iba a estar hasta 2012 pero a ello se le unió el desplome del mercado y la empresa que iba a encargarse de su construcción, Promotora San Miguel, no pudo finalmente afrontar el proyecto y el contrato de adjudicación se canceló en septiembre de 2013.

Uno de los últimos servicios a la causa del gobierno de Teófila Martínez lo hizo justo una semana antes de abandonar la Alcaldía, el 5 de junio de 2015. Entonces anunció que el proyecto constructivo se mantenía y que la Empresa Municipal de Aparcamientos (EMASA), se iba a encargar de su desarrollo.

El cambio de gobierno volvió a llenar de incertidumbre al Portillo. Los grandes perjudicados seguían siendo los deportistas que habían pasado de tener un pabellón obsoleto a una promesa que de momento estaba vacía. Aquí tenía vigencia lo de más vale pájaro en mano que ciento volando.

El nuevo gobierno revisó el proyecto y en el mes de julio del pasado año presentó uno que lo reducía de pabellón a sala de barrio. Era una manera de tratar de salvar los muebles con un equipamiento más modesto. De las 1.000 localidades que tenía el proyecto inicial se pasaba a gradas para 216 espectadores, dos sótanos destinados a 250 plazas para vehículos, además de un local comercial de 2.500 metros cuadrados que ocuparía un supermercado. Dentro, cinco vestuarios y un pequeño gimnasio para 72 personas. El proyecto se financiaría también con los locales comerciales.

El equipo de gobierno quería empezar como muy tarde las obras en 2019. De momento, el proyecto definitivo sigue esperando y no hay fecha para ni siquiera licitarlo.

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