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"Con consenso mundial, con el hambre se acabaría en unos años"

  • Gestiona una "multinacional de la cooperación para el desarrollo" con 5.000 voluntarios y 160 empleados en 900 proyectos en cuatro continentes

El secretario general de Manos Unidas en España, Ricardo Loy, ayer en Cádiz.

El secretario general de Manos Unidas en España, Ricardo Loy, ayer en Cádiz. / Julio González

Ricardo Loy lleva tres años al frente de la Secretaria General de Manos Unidas, una especie de “multinacional de la cooperación para el desarrollo” en la que trabajan 160 empleados y 5.000 voluntarios en cuatro continentes, gestionando un presupuesto de 40 millones de euros al año. El 89% de ese monto se destina a los 900 proyectos que mantiene activos.

–¿Qué se trae entre manos Manos Unidas?

–Lo de siempre: proyectos de desarrollo en África, Asia, y América. Y en España, dar a conocer las causas de la pobreza, la exclusión, el hambre y la inequidad, a través de distintas actividades de sensibilización y concienciación. En África los proyectos son muy básicos: llevar electricidad y agua a un poblado o construir una escuela. Y en América, más complejos: la defensa de territorios indígenas, la rehabilitación de tierras para la agricultura y la puesta en marcha de cooperativas de producción.

–En África seguirá primando la lucha contra el hambre y la desnutrición...

–Claro, pero también el fomento de la salud, el empoderamiento de la mujer y la lucha contra la situación que sufren las poblaciones a causa de la minería extractiva... En África hay muchos problemas.

–El coltán con el que se fabrican nuestros móviles...

–Y otros cuatro o cinco minerales más con la producción localizada en el Congo. Hay muchísimos intereses allí, con el consiguiente sufrimiento de la población.

–¿Tienen medios suficientes para esos proyectos?

–Manos Unidas tiene medios escasos. Trabajamos siempre con socios de allí, que conocen la realidad y que tratan de responder a todas las prioridades. Pero no tenemos medios para solucionar todos los problemas a los que se enfrenta hoy la humanidad.

–¿Es posible erradicar el hambre y la desnutrición?

–Sí. Desde nuestros orígenes estamos convencidos de que sí. Es un problema de decisiones y prioridades políticas. El hambre no se va solucionar sólo con proyectos de desarrollo sino que necesita una serie de medidas en el mundo desarrollado, de concienciación, de cambiar estilos de vida, de tomar decisiones a nivel político las grandes organizaciones internacionales y de establecer entre los países un sistema de comercio más equitativo; unas medidas que vayan a las causas que de verdad producen el hambre... De la misma manera que se acabó con la esclavitud en un momento determinado porque hubo un consenso en la humanidad, con ese mismo consenso, pero con otras herramientas, se acabaría con el hambre en el mundo en pocos años.

–¿Cuáles son esas causas?

–Los conflictos bélicos, los problemas climáticos, la utilización de tierras para producir unos alimentos determinados en detrimento de los que darían de comer a la población, la falta de información a determinadas poblaciones de las posibilidades técnicas de mejora de sus producciones, la distribución de los alimentos, la incidencia que sobre su consumo tenemos en el mundo occidental, que va desde lo que compramos hasta lo que desperdiciamos y tiramos...

–La especulación, también, en la Bolsa de Chicago...

–A veces se produce más alimento para el ganado que para la población... Y efectivamente, en los mercados de valores se están utilizando los alimentos como commodities (materias primas) y se negocia sobre cosechas futuras... Acabando con la especulación se terminaría con una de las causas... pero no es la única. También hay acaparamiento de tierras por parte de determinados fondos de inversión y países que necesitan de tierras fértiles y productivamente más rentables, como China y Arabia Saudí... Pero ahí una ONG poco puede hacer, salvo la incidencia que podamos tener sobre el Gobierno, los ministerios, los partidos políticos en el Parlamento, a través de las organizaciones internacionales y sus alianzas... A las grandes empresas les tratamos de explicar que hay determinadas actividades que están produciendo pobreza, inequidad, hambre...

–Llevan 25 años en Palestina...

–Estamos en la Franja de Gaza, en Jordania y en El Líbano, sobre todo trabajando con poblaciones en exclusión, más que nada refugiados, apoyando proyectos educativos y de salud. En Líbano y Jordania, en la sanación de la situación de miedo que viven los desplazados. En Gaza no tenemos mucho porque hay una dificultad grande: determinadas organizaciones musulmanas no permiten que se hagan proyectos desde la Iglesia... Trabajamos con socios que están allí permanentemente y son cristianos. Aunque nosotros no hacemos distinciones de ideología, ni de religión, ni de raza.

–¿Y hay dificultades con el Gobierno de Israel?

–No. Estamos trabajando en territorios como Belén y Cisjordania y en principio no hay problemas.

–En Perú sostienen proyectos contra los efectos de la explotación sexual de las mujeres...

–Apoyamos algunos proyectos de reinserción de chicas que estaban explotadas en el negocio de las prostitución, con una serie de organizaciones que tratan de ofrecerles una salida laboral y un proceso de recuperación sicológico, de superación del miedo;les conseguimos lugares de residencia donde afrontar esos procesos de sanación. También los tenemos en la India.

–¿Cómo se financian? ¿Se benefician de las dos cruces de la declaración a Hacienda?

–De ninguna de las dos. Nos financiamos con aportaciones privadas de unos 80.000 socios. De la Iglesia sólo recibimos el fruto la colecta del segundo domingo de febrero. Y de la cruz para fines sociales nada más que recibimos si nos adjudica algún proyecto la Agencia Española de Cooperación.

–¿Qué hacen en España?

– Desde eventos solidarios contra el hambre, hasta programas de sensibilización en colegios, conferencias y actos en las universidades; porque de lo que se trata es de dar a conocer las causas y algunas de las soluciones. Pero sobre todo concienciar de que quienes vivimos en esta parte del mundo también tenemos culpa de lo que pasa en la otra. Todos podemos aportar algo. Somos parte de la solución. Somos culpables de un consumo exacerbado e irresponsable, de tirar el 40% de lo que compramos, de cambiar de teléfono móvil cada año y medio...

–¿Qué papel juega lo espiritual en la labor de Manos Unidas?

–Para nosotros es fundamental. Manos Unidas no es un proyecto de filantropía ni únicamente de solidaridad. Se trata de que en el mundo se viva el mensaje del Evangelio del amor, de que somos una fraternidad y de que las otras personas son hermanos nuestros, no gente que deba depender de nosotros. No somos ni los padrinos ni los directores de nadie. Con la gente con la que trabajamos tenemos una relación de igual a igual , de hermano y hermano, de fraternidad cristiana.

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