No está perdida y no cabe duda de su existencia, pero la escasez de señalítica que conduzca a este enclave provoca que haya que ir en busca de la estación perdida. Hace años que se esperaba el estreno de la nueva estación de autobuses como el día en que la ciudad contaría con un equipamiento de primer nivel. Ayer hizo justo cien días de la anhelada apertura y el primer balance es agridulce, más agrio que dulce por importantes detalles que de momento no terminan de atajar las administraciones públicas competentes.
La principal deficiencia tiene que ver con la información al ciudadano. Para entrar al recinto más vale conocer la ciudad o al interesado le espera una odisea curiosa por la zona donde se presupone que existe la nueva estación de autobuses. Y es que es casi imposible acceder a estas instalaciones a través de señales, básicamente porque no existen.
Un contratiempo para muchos de los usuarios, ya que para encontrar el lugar tienen que hacer toda una exploración o preguntar a los viandantes, con la consiguiente pérdida de tiempo que supone. En realidad, el problema no es salir de la estación de autobuses, ya que sí hay indicaciones en su interior, es entrar. Tanto para la entrada por Puertatierra como para la de la estación de trenes o la principal de la avenida de Astilleros, no hay cartelería ninguna que anuncie el equipamiento. Una situación que perjudica normalmente a personas procedentes de la Costa Noroeste, la Sierra u otros lugares de la provincia más lejanos a la capital.
"No sabíamos venir, nos lo ha indicado una chica. No hemos visto ninguna señal. Si lo señalizaran no estaría tan escondido. Otra de las personas que nos ha ayudado no nos ha indicado que pudiésemos entrar por la estación. Pese a que hemos estado en la estación de tren, hemos dado toda la vuelta por la avenida de Astilleros para llegar aquí, cuando podíamos haber llegado desde Renfe", comentan Antonio e Isabel, ambos procedentes de Chipiona.
De hecho, las únicas referencias que hay sobre una estación de autobús en los alrededores sólo pueden verse en la puerta de la Audiencia Provincial y al llegar a Plaza de Sevilla por la Cuesta de las Calesas. Además, estas señalizaciones son sólo peatonales y servían para ubicar la antigua terminal provisional, de la que ya sólo quedan escombros y marcas en el asfalto. Tampoco hay formas de adivinar en el interior de Renfe ni en la propia plaza de Sevilla, por la altura de la Aduana, dónde está la denominada estación intermodal. De hecho, la delicada disposición geográfica de la estación causa tal confusión que, al descender por la Cuesta de las Calesas, no puede percibirse la presencia de la misma, quedando esta infraestructura en una temporal existencia fantasmagórica en la mente del confundido usuario. Por otro lado, en caso de querer llegar por automóvil, directamente no hay información.
"Lo que no me ha gustado es la de vueltas que hay que dar para salir y para llegar. Para salir de aquí tienes que subir a la estación de Renfe, en un momento dado podrían habilitar un pasillo para ganar en comodidad", comenta Luis, de Bornos, para quien las prestaciones son óptimas.
Una vez dentro de la estación, los usuarios muestran su satisfacción por las instalaciones, dado que son nuevas y de momento no hay fallos de funcionamiento. "Por lo pronto, está todo muy bien, hay una parte reservada para el frío, máquina de café y buenos aseos. Está bastante limpia, otras estaciones están sucias", aseguran Antonio e Isabel.
La joven terminal cuenta con un pequeño espacio para resguardarse del frío y conectar los teléfonos móviles, una zona que se antoja minúscula para una estación de capital de provincia. Otra de las curiosidades es que nada más acceder por la avenida de Astilleros hay una indicación para girar a la derecha hacia un bar/cafetería. En caso de seguir la flecha, el usuario se topa con unas taquillas acompañadas por una tímida y solitaria máquina de café escondida en una esquina, en sustitución del anunciado e inexistente establecimiento hostelero. Asimismo, los conductores de los autobuses, en algunos casos, deben apearse de su vehículo para solicitar la entrada al recinto, con la consiguiente incomodidad.
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