Cádiz

A los barrios les falta gente

  • Vecinos y comerciantes de San Juan, La Viña, Mentidero y El Balón coinciden en el envejecimiento de la población y en el éxodo de jóvenes como causas del estancamiento económico y social de sus barrios

El Plan Urbana vendrá con unos millones que bien falta hacen en los cuatro barrios a los que les ha caído en suerte la subvención de la Unión Europea. El dinero, bienvenido sea. Pero los vecinos y comerciantes, escépticos por naturaleza y con argumentos para serlo, esperan que en sus barrios entre savia nueva. No hacen ascos a los millones que vienen de Bruselas, pero prefieren que a sus barrios lleguen más habitantes con sueldos para gastar y se rejuvenezca el personal. Todos coinciden en lo mismo: la pérdida de población y el envejecimiento de los habitantes es el gran freno para el despegue definitivo.

De ruta por los cuatro barrios, la Alameda se presenta como un idílico inicio. Es una elegante señorita en decadencia en consonancia con el barrio al que arropa. De El Mentidero bien sabe Manuel Alburquerque, droguero de la calle Bendición de Dios que lleva cuarenta años en el mismo sitio. "Falta mucha gente, las ventas han bajado y con este panorama, ¿quién va a venir a invertir y montar una tienda?", explica Manuel. A las seis de la tarde en el barrio "no hay ni un alma". Su hija Rosa añade que "no hay ni niños en este barrio que antes era una feria". Se perdieron los cuarteles militares y la Universidad "no es lo que era". Padre e hija apelan a la "paciencia y resignación" como armas para afrontar la crisis.

Paco Monroy es uno de los escasos almaceneros que quedan al pie del cañón en El Mentidero. Con sus hijos Sergio y Francisco vivió el drama de la emigración por falta de trabajo y justamente culpa al desempleo de la regresión del barrio. "El comercio necesita compradores. Con la juventud se fue la alegría y los realojos sólo traen personas mayores. Nadie quiere invertir aquí. A ver si el nuevo pabellón da un poco de vida", apunta esperanzado.

"En verano cierro por las tardes. Ha habido un bajón en la actividad porque esto era antes una mina", señala en pleno barrio de El Balón María José Barcala, propietaria de un quiosco de prensa. Muy cerca, de paseo por Barquilla de Lope, el octogenario Antonio Flores muestra el lado sarcástico del gaditano a la espera del siempre prometido maná. "¿Qué van a arreglar para justificar el dinero de la Unión Europea?, como mucho dará para un encalado", dice Flores. A pesar de su pesimismo afirma que El Balón "está bien cuidado" .

"En La Caleta no se cabía antes y eso no pasa ahora", dice en el corazón de La Viña una cliente de Confecciones Manolito para ejemplificar la pérdida de población. En tertulia improvisada entra en juego Francisco Valero, que hasta hace poco regentó una zapatería en José Cubiles donde estuvo "varios años sin vender zapatos de niños pequeños". Valero defiende así la teoría del envejecimiento poblacional.

"Estamos en decadencia y sólo espero que en las fincas que están rehabilitando o construyendo vivan jóvenes. Aunque estén hipotecados hasta las cejas tendrán que comprar el pan, digo yo", señala Manuel Aragón, el propietario de Confecciones Manolito. Aragón ve en el turismo la única vía de escape de La Viña. "Pero hay que cuidar la hostelería de esta zona y cuidar a los visitantes", apunta. Sobre el estado de revista del barrio, este empresario solicita más atención "porque siempre arreglan antes las calles del centro que las de estos barrios, como si no fuésemos de Cádiz".

Ricardo, que no quiere dar sus apellidos, se suma para asegurar que el barrio viñero "tiene otras prioridades que un Museo del Carnaval, no se han eliminado las barreras arquitectónicas y la limpieza está al 60 por ciento. Ya está bien de tanta Viña ficticia para cuatro barrigas agradecidas del Carnaval".

En la tienda de muebles Muiños, Manuel Vega y su hijo Óscar lo tienen claro. "Esto va de ruina, están cerrando los comercios y nadie quiere invertir en un barrio donde ha envejecido la población considerablemente", declara el progenitor. Óscar, por su parte, deja una pregunta, con cierta lógica, en el aire: "¿Cómo se puede repoblar un barrio con jóvenes si los pisos cuestan tan caros?".

Manuel Vega está harto de una Viña "de Carnaval, pescado frito y calle de La Palma". "Pan y circo", apunta su hijo. Y sus críticas van a más. "Si al menos tuviéramos una calle de La Palma bien acondicionada para dar servicio a los turistas, viviríamos de la hostelería. Pero es que ni eso", remata Manuel su intervención.

Con el Mercado Central como límite natural, de la Viña se llega a un barrio en paupérrimo estado. San Juan sueña con que este Plan Urbana sea como el Urban para El Pópulo, tan cerca físicamente y tan lejos en imagen. "A lo mejor es que El Pópulo, como está detrás del Ayuntamiento, tiene más suerte", comenta con ironía Antonio Alcalá, de alimentación San Juan. Llevaba ayer toda la mañana rumiando su enfado al leer en prensa la llegada de los millones del Urbana. "¿Qué pasa, que hay que esperar a la UE para atender a un barrio? Mira cómo la calle San Francisco se arregla del tirón sin esperar subvenciones", dice el tendero. Se queja Alcalá de la ausencia de ayudas a los pequeños comerciantes "mientras que siempre hay suelo dispuesto para las grandes superficies o las franquicias". Lleva diez años en San Juan, en los que afirma no haber visto "nada de nada en cuanto a interés del Ayuntamiento", y percibiendo cómo en el barrio "no se ve ni a gente por la calle, sólo hay viejos".

Para este comerciante, San Juan es "de tercera categoría". Sobrevive -según afirma- "gracias a que hago dos jornadas en vez de una". Insta a la alcaldesa a dar una vuelta por San Juan. "Seguro que se le cae la cara de vergüenza", sentencia Alcalá.

La risa no va por barrios. En los cuatro en los que se invertirá el dinero de la UE reina el pesimismo y el escepticismo es una forma de autodefensa ante las decepciones. Los 14 millones, repartidos entre cuatro zonas, se antojan insuficientes para revitalizar estos rincones del casco histórico.

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