carnaval Fuera del tradicional barrio de La Viña están germinando lugares para los seguidores de las chirigotas y comparsas.

Las bambalinas, una peña abierta al carnaval de la calle

  • Situada en Campo del Sur, se trata de un nuevo espacio para los carnavaleros de Cádiz

Gaditanos y turistas pasean al atardecer por Campo del Sur algo aturdidos por el levante, cerca la catedral de Santa Cruz, poblada de gaviotas mareadas con tantas corrientes que parecen borrachas girando alrededor del edificio. Se escuchan algunos versos carnavalescos que se mezclan con el sonido de las olas del mar. "Por lo visto hay franceses, que desconocen la historia, y con dos copas se crecen de valor ¡fanfarrón!". Se trata de parte de la comparsa 'Ángeles y demonios' de Antonio Martín. Observando el océano que se abre hasta el infinito en el paseo, se puede imaginar cómo tuvo que ser la infructuosa toma de los franceses. La música proviene del número 16 de Campo del Sur. Un letrero indica que se trata de la peña carnavalera Las Bambalinas.

Si uno se asoma por la puerta se puede leer un pequeño cartel avisa de que el acceso está reservado para socios. Un hombre de unos 55 años, delgado, cara poblada por un bigote, arrugas de años recibiendo el viento de la playa y ojos avispados, intenta dirigir sin mucha satisfacción en su rostro una comparsa que se encuentra ensayando. "Fanfarrón de fanfarrones, fue Napoleón Bonaparte, y hay gaditanas que se hacen todavía el tirabuzón". Rodeados de carteles de carnavales pasados, fotografías de Joaquín Hernández, Kiki, y alguna que otro lienzo de la misma temática, la comparsa intenta seguir con los versos de Antonio Martín, pero cada poco tiempo son interrumpidos por el hombre del mostacho: "Hay que subir más las voces, os quedáis un tono por debajo. Venga, cervecita, cigarrito y volvemos a intentarlo". La comparsa rompe filas. Con rostros cansados y andares errantes, parecen las gaviotas de la catedral. Sin duda el viento de hoy tiene a todo el mundo un poco descentrado.

En la barra de la peña, un turista, con aspecto de norteamericano, pregunta al director de orquesta si no le importa que se quede con ellos para escucharles mientras se toma un vino blanco. "Claro, esta peña es abierta. El cartel lo tenemos para evitar que se nos cuele algún borracho dándonos la noche. Aquí todo el que quiera cantar o escuchar es bienvenido, no creemos en las peñas cerradas". Se llama Manuel de Ávila. Gaditano de nacimiento, es el gestor de este espacio. Como no podía ser de otra forma, es un gran aficionado al carnaval desde su infancia. En 1972, con diecisiete años, ya salió a cantar en la chirigota Los Flamencos Borrachos, de Serafín García y Antonio Aguilar "el primo". También formó parte de la comparsa Los Golfos en 1978, con Luis Ripoll, donde consiguieron el 2º premio de comparsas en el teatro Falla. Pero a mediados de los ochenta se alejó del mundo del carnaval desencantado. "Se estaba perdiendo la esencia de lo que yo considero el carnaval. Antes, en la dictadura, a pesar de existir la censura, se aplicaba mucho más ingenio y crítica en las letras. Progresivamente se ha ido ablandando, profesionalizando, tomando el teatro Falla como el único espacio donde tiene sentido hacer carnaval. Esta fiesta es de Cádiz, de sus calles y sus bares".

Manuel sabe lo que se dice. En los últimos veinte años la producción carnavalera ha aumentado probablemente más de lo que puede asumir la ciudad de Cádiz. Grabaciones de discos, retransmisiones por televisión, ingentes cantidades de grupos de fuera de Cádiz ciudad, llegada masiva de turismo, grupos de carnaval que empiezan a hacer negocio de su producción artística y vivir de ello... Un panorama muy diferente del que vivió Manuel, cuando para maquillarse tenia que quemar un tapón de corcho y cantaba en los patios del barrio de La Viña, recibiendo las monedas que la gente tiraba desde los balcones. "Ahora se cuenta con maquilladores, solo se quiere actuar en lugares de cierto prestigio y se intenta rentabilizar el trabajo artístico como si de una empresa se tratara. Eso mata cualquier tipo de arte".

El letrista Jerónimo Montero se encuentra improvisando algunas melodías en el piano que hay sobre el escenario mientras que Antonio, apura su cigarro en la puerta de la peña, sosteniendo su guitarra en un brazo. "Vamos allá, que nos liamos" espeta al resto del grupo tomando su posición de nuevo. Mientras el grupo se va recomponiendo y calentando voces y guitarras, queda clara la razón del nombre de esta peña, que lleva poco más de un año en funcionamiento. Las Bambalinas hace una clara alusión a la forma que tienen sus integrantes de entender el carnaval: lejos de los grandes focos, entre colegas, para reírse y disfrutar, sin intención de hacerse especialmente visibles. Manuel lo tiene claro, "Ni siquiera pensamos en pisar el Falla, eso no nos interesa. Por ahora disfrutamos cantando canciones de letristas que admiramos. En un futuro quien sabe, puede que compongamos algo. Pero no es primordial. La finalidad de este lugar es disfrutar y compartir el carnaval. Hicimos un homenaje a mi hermano, fallecido, al que vinieron varios grupos de peñas de la zona. Y ahora estamos pensando en hacer un concurso de carnaval femenino. No ofrecemos nada aparte del espacio y canjear arte por arte. Creo que es una buena moneda de cambio".

El grupo sigue ensayando y parece que se van despejando las voces. "Kuka", que no permite revelar su verdadero nombre ya que dice que nadie le conoce por él, comienza a sonreír levemente. No se pierde uno de los ensayos que hay en Las Bambalinas, observándolos sentado siempre sobre la misma silla de la barra, cerca del tirador de cerveza. "Yo no canto, no se me da bien. Pero llevo toda mi vida escuchando mucho carnaval, son ya 57 años. Poseo oído para esto y se cuando un grupo funciona o no vale para nada". El semblante de "Kuka" parece por lo tanto un buen presagio.

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