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El hijo adoptivo y eterno Rey Baltasar de Cádiz

  • Fernando de Souza Firmo, médico analista y hematólogo jubilado, lleva ejerciendo de monarca negrito desde que llegó a la ciudad en enero de 1968 para estudiar Medicina huyendo del frío madrileño

Fernando de Souza en su domicilio de la calle Huerta del Obispo.

Fernando de Souza en su domicilio de la calle Huerta del Obispo. / germán mesa

Rebusque usted, querido lector, en cajones, baúles o cajas de lata. Es muy posible que tenga una foto con este hombre, el eterno Rey Baltasar de la ciudad. La misma Paz Padilla, según pudo verse en el programa de Bertín Osborne, tiene una instantánea de niña junto a Fernando de Souza unas navidades de hace más de 40 años. Son las cosas de ser negro de verdad y tener desparpajo desde que llegó a Cádiz para estudiar Medicina en 1968. Las apreturas de un estudiante en aquellos tiempos le llevó a actuar como Baltasar para numerosas entidades, entre ellas la Caja de Ahorros. Y se hizo un fijo en la terna de monarcas que Fotografía Hernández, en la plaza de las Flores, colocaba cada Navidad en sus respectivos tronos para que los niños de Cádiz se hicieran sus fotos. Luego fichó por el colegio San Felipe Neri. "Los niños se daban cuenta de que el Rey Baltasar estaba pintado. Me pidieron colaborar y cuando empecé los pequeños creían que era de verdad por mi color y por mi exótico acento. Allí llevo 27 años de rey", explica. Pero fue en 2010 cuando la ciudad le hizo Rey Baltasar oficial. "El mayor premio que me ha dado Cádiz junto al nombramiento de Hijo Adoptivo en 2015 y haber conocido a mi mujer", afirma.

No acabó ahí el servicio de Fernando a cualquier causa gaditana. El Ayuntamiento lo reclutaba como intérprete de los equipos brasileños que venían al Trofeo Carranza. "Esos días comía como un marajá. Cómo si no iba comer langostinos un estudiante", dice mostrando con orgullo una foto en la que aparece con el gran Pelé en el Hotel Atlántico, cuando el Santos vino a jugar el torneo en 1974. Después de tantos años no ha perdido el acento brasileiro. "Me pasa como a los gallegos. Hubo un momento en el que noté que todo el mundo me entendía y ya no quise perfeccionar el castellano", reconoce.

Ser Baltasar oficial, ser Hijo Adoptivo y conocer a mi mujer son los mayores premios que me ha dado Cádiz"

Su llegada a Cádiz tiene miga. Siempre quiso estudiar Medicina, pero sus padres no podían permitirse pagar la carrera. Por ello, el gobierno brasileño de entonces ayudaba mucho a los estudiantes sacando concursos públicos para empleos con los que pagarse los estudios. Aprobó y entró como funcionario del estado, de agente de fiscalización. "Superé la selectividad de allí sin plaza, pero seguí insistiendo. El cónsul español en Belo Horizonte me orientó y pedí una beca al Ministerio de Educación para estudiar fuera. Así llegué a la Complutense de Madrid a finales de 1967", evoca. Luego, el invierno madrileño, acostumbrado al calor de Brasil, le asustó. "El director de la Casa de Brasil, especie de colegio mayor, lo entendió y entre él y el embajador consiguieron que trasladaran mi expediente a Cádiz, ciudad de la que no tenía ni idea. Llegué en enero de 1968 y me quedé para siempre", señala.

Recuerda aquellos primeros días en Cádiz y su estancia, corta, en la pensión Catalana de la calle San Francisco. "No entendía nada, hablaban muy rápido. Pero me adapté", comenta. El gobierno brasileño le enviaba dinero mensualmente. "Al tercer año el gobierno cambió y me dieron un ultimátum: o volvía a mi puesto de trabajo o me quitaban la beca. Yo no quería volver. Gracias a Emilio de la Cruz Hermosilla, que era director de Diario de Cádiz y patrono de la Asociación de Estudiantes Iberoamericanos, pude salir adelante", admite. Trabajó en varios sitios y mucha gente le ayudó. Y ahí es donde emerge la figura del catedrático José María de Corral Saleta, que si bien era muy exigente con su asignatura, Fisiología, y suspendió a Fernando en más de una ocasión, le acogió de alumno interno y acabó siendo para él "como un padre", aconsejándole en todos los aspectos de la vida. De Corral y su esposa Amparo fueron incluso padrinos de boda de Fernando Souza.

Acabada la carrera y especializado en Análisis Clínico y Hematología, estuvo con De Corral en el Policlínico adscrito al Hospital de Mora, donde vivía en una residencia de médicos. Luego ya entró en el recordado hospital frente a La Caleta como médico residente. "Don José me aconsejó que me preparase las oposiciones del Insalud y las aprobé. Compaginé el Mora con ambulatorios en Sanlúcar o Jerez", destaca. En la residencia jerezana se jubiló y ahora vive ocupando el tiempo en diferentes ámbitos. Entre ellos, cómo no, ejerciendo su eterno papel de Rey Baltasar.

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