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Sanidad Un día en el Hospital Puerta del Mar

El Puerta del Mar acumula cifras y datos, pero sobre todo relatos con protagonistas humanos

  • Cada día pasan por el hospital de Cádiz miles de relatos y circunstancias personales · Personas que cada vez más demandan que además de curarlas se las escuche y se les dé un trato más humano

Más de 4.000 pacientes, más de un centenar de ingresos hospitalarios, más de 70 operaciones, más de 360 urgencias, más de 400 radiografías. Cada día pasan por el hospital de Cádiz miles de historias ajenas entre sí. Narraciones de penurias y enfermedad, pero también de esperanza y alegría. Todos los días cruzan la Puerta del Mar un millar o más de gaditanos que aunque diferentes, tienen algo en común; buscan que la sanidad pública les ayude a preservar o mejorar su salud, o las de sus familiares.

Ese es el objetivo fundamental, sin duda, pero en una sociedad del 'postbienestar' y en la que además la sanidad pública se entiende como un derecho fundamental, esa primera parte se da por hecha. Ahora los ciudadanos buscan mucho más. Le piden a los médicos que les curen, pero también un trato cada vez más humano e individualizado, y al hospital más comodidad y eficiencia.

Es lo que cuentan cuando apenas se les pregunta qué hacen allí. En cada historia de esas que pueden encontrarse en un día en el hospital queda claro una cosa; todos quieren que les escuchen.

Planta primera

Los bajos del hospital son cada mañana un hervidero de gente que va y viene. El bullicio causa esa sensación de preguntarse si uno está realmente en un hospital. Una sensación engañosa; al subir sólo unas cuantas escaleras la cosa cambia.

En el descansillo del área de Rehabilitación de parapléjicos hay una señora de cincuentaitantos impecablemente arreglada. Parece esperar a alguien, o quizás simplemente piensa. No tiene muchas ganas de hablar. Sólo cuenta que "llevan", quizás se refiere a su marido, ya más de un mes de allí. Sólo tiene palabras agradables para el personal del centro.

Planta segunda

La actividad varía cuando se sube otro piso. Hay más gente, más caras preocupadas, impacientes, en las salas de espera de las áreas de quirófano y UCI.

Acaban de operar a un hombre al que agredió un menor el día anterior. Viene del hospital de Jerez y lo han trasladado a Cádiz para intervenirlo por las lesiones en el rostro. Sus familiares dicen que todo ha ido bien, y rápido.

No muy lejos, en la puerta de Diálisis, otro hombre se asoma por el ojo de buey de la puerta. Es el hijo de un padre que tres veces en semana, desde hace tres años, tiene que pasar muchas horas enchufado a una máquina que le hace las veces de riñón. Tiene una queja. Su padre lleva más de una semana yendo al Centro Periférico de Diálisis, por las inundaciones que causaron en el hospital las lluvias del 11 de octubre. Se queja de que el centro está en obras y mal acondicionado para recibir a los pacientes que ha sido preciso trasladar.

planta Tercera

No pasa en mucho los 40, se pasea cerca de la escalera que queda junto al área de hospitalización de Cardiología. Lleva un pijama del hospital de un color azul claro que le delata como paciente. No quiere hablar: "Estoy convaleciente, no tengo ganas", se excusa mientras intenta sacudirse lo que aún le parece un mal sueño.

En la Unidad del Dolor hay otra historia diferente que tiene tono de denuncia. Dice María que los profesionales son muy buenos, pero antes de que se le pregunte más declara que estuvo en lista de espera ocho meses para operarse de la columna. Bueno, en realidad un año y medio en total, asegura: "entonces fue cuando mi médico, al que vi por lo privado porque no quería esperar meses, me recomendó que me operase un profesional de su equipo en el Puerta del Mar. Me hicieron la preanestesia a los dos meses, pero no me operaron hasta cuatro después".

Planta cuarta

"Nos quejamos más de la cuenta, la sanidad pública española es estupenda". Así lo explica una señora, que reconoce que es médico de un centro de salud. Pero su acompañante está de acuerdo con ella y, reitera, él no es sanitario.

Seguramente Luisa y Pedro no opinan igual después de haber tenido que visitar el hospital con demasiada frecuencia últimamente. A él lo han operado primero de un problema cardiaco y luego por una fisura. "El personal es estupendo, muy buenos profesionales, pero hace falta más gente. Están hasta arriba y las infraestructuras están completamente obsoletas", explica Luisa que tienen encima muchas noches velando el sueño de su marido en un sillón "incomodísimo".

Planta quinta

Juan y su hija no se andan por las ramas. Están en la entrada del área de Neurocirugía y también se conocen bien el hospital; llevan casi un mes viviendo en él. Dicen que los profesionales son buenos pero en muchas ocasiones se limitan a eso, lo profesional, y atienden de manera mecánica; echan en falta un trato más humanizado. Sin embargo, dicen que les entienden: "Sabemos que a veces en una forma de defenderse porque hay gente que lo paga todos con ellos; pero no somos todos iguales".

Cerca de allí, en Ginecología, hay una mujer que está esperando que la operen "de un quiste en el vientre". Lo único que ve regular es que "los pacientes están mezclados, como no hay camas hay gente fuera de su área". Además explica que lo de compartir habitación a veces es un poco molesto.

Planta sexta

En la sexta hay una historia de alegría. Javier y Andrea han sido padres. Ha sido niña. Ella aún no se encuentran bien, pero no se queja.

En Digestivo otra mujer acaba de llegar para hacer una visita a un conocido. Sólo lleva cinco minutos pero tiene algo que decir: "He estado casi un cuarto de hora esperando para coger el ascensor".

Planta séptima

Rosa tiene a su hija pequeña al lado. Están en Pediatría. La niña tiene una enfermedad que hace que sepa bien para qué sirve una aguja y, tal vez por eso, no las soporta: "Nos lo ponen todo muy difícil, he tardado dos años en conseguir que seden a la niña cuando hay que sacarle sangre porque la tenían que agarrar varias personas y siempre salía con moratones"

Planta octava

Cuatro mujeres y un hombre en una sala de espera que no les corresponde. Se han sentado ahí a descansar e intercambiar impresiones y, en este caso, disgustos. Y es que no han pasado buena noche. El familiar del que hablan entró en quirófano a las nueve y media de la noche anterior. A eso de las tres y media preguntaron preocupados. Resulta que había salido a las once y media de quirófano y no les habían avisado. "Su madre tiene 85 años y pasó muy mal rato, todos estábamos preocupados por lo que se alargaba la operación", señala disgustada una de las mujeres.

Planta novena

Nadie diría que a ella y a su madre le han diagnosticado prácticamente a la vez un cáncer. Esta esperando en quimioterapia pero no pierde la entereza, tampoco la amabilidad. Asegura que la han tratado "muy, muy bien". Siempre debería ser así.

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