Cádiz

El Monasterio de Santa María empieza a ver la luz

  • En unos días comenzarán las obras en la Casa del Capellán para realojar a las monjas

  • La inversión de la primera fase asciende a 190.000 euros

Un halo de luz se cuela entre las rendijas, los arcos del claustro y las viejas ventanas del mágico enclave del siglo XVI que conforma el Monasterio de Santa María del Arrabal. Una luz que por fin alumbra las dependencias de la denominada Casa del Capellán, que en unos días comenzará su transformación con el arranque de las obras que permitirán el regreso de las cuatro monjas y una novicia -sus legítimas propietarias- que actualmente se hospedan en el convento de la calle Feduchy. Su vuelta a casa está más cerca y con las miras puestas en la fase más anhelada, la recuperación de la totalidad del monasterio ubicado en la parte alta del barrio de Santa María, que tuvieron que abandonar hace unos doce años cuando un depósito de agua venció sobre una de las celdas donde dormían. El objetivo es volver a ocupar estas casi ruinosas estancias -de alrededor de 4.000 metros cuadrados- y convertir la Casa del Capellán en hospedería.

Pero mientras ocurre el 'milagro', en unos días comenzará "la primera fase de la primera fase" en este pequeño mini claustro interior que conforma la Casa del Capellán, mucho más pequeño y recogido que el fabuloso claustro mayor, que es el gran pulmón del Monasterio, pero igualmente rociado del encanto que impregna esta historia monacal en sus muros, patios y estancias centenarias. Una actuación que supone una inversión de 190.000 euros que aportan de forma "exclusiva" la comunidad de religiosas concepcionistas y la Asociación de Amigos del Monasterio de Santa María, sin ayuda alguna de las dos administraciones que en tiempos pretéritos prometieron contribuir: Ayuntamiento y Junta de Andalucía. El Consistorio anunció hace unos meses que no tienen medios para este fin, pero no les han puesto trabas en la renovación gratuita de la licencia de obras, puntualizan.

El objetivo es rehabilitar el resto y convertir la Casa del Capellán en hospederíaContará con diez habitaciones con cuarto de baño y con dos plantas de alturaMiembros de la asociación también han asumido y reparado la sacristía mayor

Precisamente hace unos días se firmó el contrato con la constructora Pérez Arroyo S.L. "que tiene mucha experiencia en rehabilitación", para llevar a cabo la primera fase de la reconstrucción de esta zona del monasterio que da a la calle Teniente Andújar del barrio de Santa María.

Unos trabajos que consistirán en la demolición de forjados, saneamientos, consolidación de la estructura, impermeabilización de cubiertas y cerramientos de las zonas abiertas del mini-monasterio para impedir la entrada de agua. El siguiente paso, el que completaría esta primera fase consistiría en los revestimientos -enlucidos y solerías-. Una obra cuyo plazo de ejecución es de seis meses.

Así lo cuentan Antonio Jiménez y Manuel de la Rosa, presidente y tesorero respectivamente de la Asociación de Amigos del Monasterio de Santa María. De su mano Diario de Cádiz recorre las laberínticas dependencias que conducen hasta la afortunada Casa del Capellán, en una visita salpicada de desconchones, catas y las huellas de un abandono algo contenido, pues los miembros de la asociación luchan en la medida de sus modestas posibilidades contra el deterioro que siempre produce la desocupación de un inmueble. "Aquí empieza la obra", explica Antonio Jiménez, tras acceder a la antigua sala de reuniones de las monjas, justo donde apareció el mosaico romano de tipo opus sectile que restauraron y que precisamente han tenido que trasladar a una sala contigua, para que no corra peligro.

Tras esta habitación donde las religiosas decidían las labores del día, se abre paso el antiguo locutorio, que es donde recibían a los familiares. "Una novicia abría el torno que da a Teniente Andújar, por eso le llamaban la calle del torno", dicen de forma anecdótica, "para despachar algún dulce o para recibir a algún familiar, que pasaba al locutorio", narra Manuel de la Rosa. "La campana servía para llamarlas, pues cada una tenía su toque".

Precisamente la imponente reja color verde que separaba a las religiosas de sus visitas se retirará para ser reciclada en otra zona del monasterio, pues "se ha elaborado un catálogo con todas las puertas, ventanas, azulejería, rejería y elementos de valor como la solería hidráulica de algunas habitaciones, ya que el objetivo es conservar todo lo que se pueda", incide Antonio Jiménez.

Tras atravesar este pasillo, de los puntos más curiosos del enorme edificio como punto de conexión entre la vida monacal y el mundo exterior, se abre paso el claustro menor, el patio de la Casa del Capellán, que luego ocuparon los guardeses. Aquí se han proyectado diez celdas para las monjas, que estarán totalmente acondicionadas y con baño incluido, "ya que en un futuro está previsto que se convierta en hospedería, una vez que se consiga la rehabilitación del resto", pero "no sé si veremos esto segundo", se lamentan el presidente y tesorero de la asociación. También dispondrá de zonas comunes como salón, cocina y capilla en este edificio que se elevará dos pisos aparte de la planta baja -actualmente tiene uno-, aprovechando la altura que se eleva hasta el barandal que se otea sobre la cubierta.

Sea como sea, en unos días arrancará la actividad en este bello patio, cuyo hermoso aljibe central dotaba de agua al barrio de Santa María. Un patio actualmente marcado por los numerosos surcos de las catas realizadas, aparte de algún robo sufrido de instalaciones, que dañó la imagen en azulejo de la fábrica de cerámica de Triana de la Virgen del Rosario, "y que también se retirará para ser restaurado". Justo en una de estas catas se descubrió que este pequeño patio estaba totalmente rodeado de arcos, a modo de claustro, tal y como se ve en una de las columnas desenterradas del muro que la ha cegado durante siglos. Parece ser que el terremoto de 1755 movió la estructura, por lo que resolvieron tapiando parte del patio. "Sin duda se revalorizará esta zona, cuando vuelva a tener el claustro al completo", entre otras cosas, porque dotará de más luz algunas de las lúgubres salas anexas.

Sus palabras son sinónimo de ilusión, pero también de la cabezonería, el empeño y el gran esfuerzo que requiere haber apartado de la ruina total este enorme edificio que fue fundado en 1527, pero reconstruido tras el ataque anglo-holandés. Y es que a lo largo de todos estos años han trabajado en las reparaciones más urgentes que ha ido demandando el monasterio, para eliminar desniveles para las visitas, evitar filtraciones, derrumbes y otros males mayores. La última ha sido la sacristía mayor, "para que el párroco pueda revestirse", y que ellos mismos -Antonio y Manuel- han financiado de su propio bolsillo y han trabajado con sus propias manos. Posados sobre la imponente mesa central de mármol explican que han repuesto solería, catas y restaurado el torno, "y una socia restauradora recuperará la pintura de la hornacina". Porque si en algo insiste esta asociación es en mimar y recuperar esta joya del XVI. De momento, ya dan el primer paso.

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