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Cádiz

Mayo del 68 fue una verdadera fiesta en Cádiz

  • Las movilizaciones que marcaron a varias generaciones en todo el mundo fueron ignoradas en la capital, que vivía en plenas Fiestas Típicas Gaditanas

Eran dos mundos paralelos (nunca llegarían a encontrarse) separados por más de 1.800 kilómetros de distancia física y por años luz insalvables. Hace ahora cincuenta años, en mayo de 1968 en París, muchos buscaban la playa bajo los adoquines, pedían lo imposible a fuerza de ser realistas, mientras en Cádiz todas las calles daban al mar y la realidad nadaba bajo disfraces domesticados por un Carnaval al que el realismo oficial cambió el nombre y la fecha: las Fiestas Típicas Gaditanas, que el año anterior se celebraron por primera vez en ese mes. Mientras en las calles parisinas los estudiantes ocupaban las universidades (recoge el Diario), en Cádiz se recibía en algarabía a la reina de las fiestas, María Amalia Guillén Martí, elegida por ser la hija del gobernador civil de la provincia en un acto de autopeloteo sólo imaginable en la España de aquella época. Una época yerma que quizá tuviera una flor al final.

Si había algún tipo de inquietud política o social en la Cádiz primaveral del 68, tendría que haber estado sin duda bajo los adoquines. Desde luego, no en las páginas del Diario ni en las ondas de radio o televisión. La Universidad no existía, así que el ambiente crítico académico entre docentes y alumnos era poco menos que imposible, limitado como estaba a una Facultad de Medicina y a las escuelas de Magisterio, Peritos y Náutica, todos ellos centros dependientes del campus de Sevilla. La única alusión, lejanísima, a una institución democrática era el nombre de la comparsa triunfadora de ese año, 'Los senadores romanos' de Paco Alba, que entonces encadenaba premios en el concurso como el Madrid las Champions en esta década.

Sólo estudiantes fuera de la ciudad pudieron vivir las movilizaciones en Sevilla o SalamancaCádiz estaba inmersa en sus carnavales de primavera y pendiente de la reina de las fiestas

Había gaditanos universitarios, claro, en aquella época. Tal vez ellos podrían contar algo. A la búsqueda de algunos de ellos se lanzó el periodista, armado con una pregunta en la boca: "¿Qué pasaba en Cádiz mientras los colegios mayores, los paraninfos y los bulevares de París, Berlín o Berkeley se incendiaban?". Se trataba de averiguar si en ese lejanísimo mes en el que los indignados avant la lettre convivían o disputaban con seguidores de un filósofo llamado Herbert Marcuse (al que por supuesto todos habían leído), con hippies amorosos y con músicos drogados, la Tacita contenía, aunque fuera un poco, de caldo de cultivo de inconformismo.

Pero los considerados progres ahora a años vista eran estudiantes en universidades de fuera. Eran sitios como Salamanca, Madrid y Sevilla, centros académicos en los que "había vida", según uno de los estudiantes de entonces, José Pettenghi, que en ese año estaba en Sevilla cursando ya Biología. Él sigue llevando a gala lo de progre, "que entonces era como una medalla y ahora es casi un insulto". Dice Pettenghi que entonces la capital de la provincia era un lugar "con un ambiente académico inexistente, provinciano, crepuscular, una cosa terrible, un sitio quemado en el que, mientras por ahí pululaban los hippies, los movimientos creativos, el bigote de Frank Zappa... aquí estábamos todavía con Pemán, la Señorita del Mar y esas cosas".

Las cosas para un estudiante en Sevilla eran pues asombrosas a través de esas gafas. "Ahí sí que había vida, un movimiento impresionante -cuenta Pettenghi-. Recuerdo que no había semana que no fuera a un cineclub, a un concierto. El movimiento estudiantil no es que tuviera el mismo sentido que en París, porque aquí era lucha antifranquista y allí era una revolución con mucho de utopía. Lo que allí se gritaba y se escribía como 'la imaginación al poder', aquí se traducía directamente por 'Franco, cabrón'. Aquel curso fue prácticamente perdido, la facultad estuvo cerrada durante meses, pero por suerte, los cineclubs estaban abiertos".

En esas circunstancias, según Pettenghi, "yo, y casi todos los estudiantes que eran de Cádiz, no nos queríamos venir aunque no hubiera clases. Yo creo que a muchos, a mí por lo menos, nos marcó mucho Mayo del 68. Fue un punto de inflexión en nuestras vidas. Imagínate, yo que venía de estudiar en San Felipe Neri y me sueltan de pronto en medio de todo eso... yo volví muy reivindicativo". En Cádiz, en cambio, "todo eso se consideraba como una moda a la que se ridiculizaba en los medios, y encima todo llegaba muy filtrado".

El que fue profesor del Columela, ahora jubilado, recuerda todo aquello como algo que en definitiva "no iba con los gaditanos". "Cómo sería el ambiente de rebeldía en Cádiz entonces -relata- que un día un amigo gaditano nos dijo que se iba a escapar de su casa para ir a ver a los Beatles, y se convirtió en seguida en nuestro héroe. Fíjate lo que era ser héroe entonces. Naturalmente, después ni se escapó ni ".

Es labor de los historiadores discernir si la ciudad no se enteraba de nada, pero la realidad es que mientras en París se arrancaban adoquines buscando una playa utópica, en Cádiz, como una metáfora de reacción, se construía tapando y rellenando el mar, y los primeros vecinos llegaban en mayo del 68 a la populosa barriada de La Paz. Lo cual no dejaba de ser también una forma de empezar una nueva vida. Las élites culturales europeas buscaban la revolución y la gente en Cádiz quería una casa que mereciera al menos ese nombre.

El 4 de mayo, el Diario daba la primera información sobre los sucesos parisinos. "Batalla campal en La Sorbona", titulaba, mientras en páginas anteriores la información local hablaba de procesiones y se decía que el Nodo, el noticiario oficial del franquismo, iba a prestar una "gran atención" a las Fiestas Típicas Gaditanas. En una nota breve se informaba, no obstante, de algunos "incidentes" estudiantiles en Sevilla, aunque al día siguiente ya había retornado la "normalidad" al campus hispalense. La 'Crónica de Madrid', que entonces publicaba periódicamente el Diario, decía el día 7 también que en la capital de la nación se habían reanudado las clases con normalidad después de incidentes provocados por 'alborotadores". "Los estudiantes, a estudiar", era la orden con la que concluía el cronista.

Pettenghi estaba en Sevilla. Y en Salamanca estaban Rafael Román y Ramón Vargas Machuca, entonces cursando estudios en la Universidad Pontificia, procedentes del Seminario. Ninguno terminó de cura sino militando en formaciones de izquierdas, casi desde el principio en el Partido Socialista Obrero Español. Pero ninguno se puede decir ni remotamente que fuera protagonista de movilizaciones. Vargas Machuca es claro: "Tengo un montón de amigos que dicen que estuvieron en los sucesos de París. Pues bien, yo no estuve, lo digo públicamente, aunque sí había estado un año antes, qué casualidad, con un grupo de seminaristas de Cádiz. Sólo tengo recuerdos de ver las imágenes por televisión, y el impacto que produjo en mí y en la Universidad ver cómo esos jóvenes rebeldes fueron capaces de desafiar al mito de De Gaulle".

Recuerda Vargas Machuca que los efectos en la Pontificia se notaron al curso siguiente. "En noviembre del 68 comenzó una huelga, que duró dos meses, para cambiar el claustro de profesores. Y ahí sí estuve muy metido en las movilizaciones, las asambleas, los encierros. Y se consiguió cambiar el claustro y el rector, que estaba compuesto por auténticos carcas, personajes tridentinos. El rector nuevo fue un muy joven Fernando Sebastián, que luego fue presidente de la Conferencia Episcopal. También estaba Rouco Varela, que con sus dotes de negociador logró desactivar la huelga".

"En realidad yo creo -añade Vargas Machuca- que el impacto en España fue al año siguiente, como un efecto contagio, con las movilizaciones tras el asesinato del estudiante Enrique Ruano, los movimientos obreros y un ambiente que hizo al franquismo decretar el estado de excepción. Pero yo nunca sentí una fascinación por el fenómeno del Mayo parisino, que tenía más bien connotaciones de revolución cultural. Mi inquietud era más bien obrerista. ¿De Cádiz? No puedo hablar mucho, aquí no hubo nada. Para mí fue una liberación salir de Cádiz para Salamanca".

La experiencia de Rafael Román fue muy parecida. Toda esa primavera tan movida le pilló como observador, pero eso sí, dice: "Me atraía desde el punto de vista intelectual, tanto que Mayo del 68 fue mi primer trabajo de investigación. Mi tesina la titulé 'Estudio sobre la radicalización de la juventud', y en ella estudié la generación beat, la protesta hippie y yippie... una generación que se rebelaba contra el conformismo, el materialismo y el silencio. En la Universidad sí se vivió intensamente el Mayo francés, fue cerrada varias veces, pero era muy clara la dicotomía entre Universidad y ciudad".

Leopoldo Martín, el médico al que incluso jubilado desde hace años siguen llamando don Leopoldo, no es de Cádiz pero le resultaría difícil defender que en realidad es canario, después de haber sido un referente en el servicio de Digestivo del Hospital Puerta del Mar. Por su activismo de izquierdas reconocido y por haber estudiado en la Facultad de Medicina de Cádiz de la época, pensábamos que era la persona adecuada para que nos hablara del mayo gaditano. Pero no, nueva decepción: "Yo en ese año ya había acabado la carrera y no estaba en Cádiz, sino en Madrid, haciendo la residencia en Medicina Interna. En mayo del 68 yo estaba más interesado en este trabajo en el hospital. Es verdad que en el 74, en que volví a Cádiz, me afilié al Partido Comunista y tuve mucho activismo en las redes de apoyo a los represaliados, en la plataforma a favor de Eva Forest y Alfonso Sastre, he tenido en mi casa incluso un refugio clandestino...".

La vida universitaria de Leopoldo Martín en la Facultad de Medicina, aunque antes del 68, fue muy activa en cuanto a su participación como delegado de los estudiantes. "Las facultades de Cádiz, Granada y Valladolid fueron las únicas que se desmarcaron del sindicato oficial de estudiantes, el SEU, yo le gané a su candidato, que era falangista. Fui durante unos meses consejero nacional de ese sindicato, cuando se empezaba a democratizar. Pero en Cádiz había muy poca o ninguna inquietud política, así era".

No hubo forma ni ocasión de que arraigara el espíritu revolucionario que recorría toda Europa. En Cádiz, el Sopa bailaba con Rocío Jurado y el popular presentador radiofónico y televisivo Joaquín Prat cantaba con la chirigota 'Los cantores de Acapulco'.

Sin embargo, quién sabe, quizá fuera una flor tardía de ese riego y abono la que apareció tres meses después de mayo del 68 en la misma Cádiz: la primera edición de Alcances, la verdadera revolución cultural en la Bahía. El principal artífice de lo que empezó siendo una semana cultural fue Fernando Quiñones, el escritor gaditano portador de un aire fresco que había cogido en sus estancias en Madrid e Italia. Un aire que no era claramente político pero sí revolucionario. En Cádiz arraigó su inquietud gracias a la ayuda de, entre otros, Angelines Sanz, profesora de Inglés en el Instituto Columela y esposa entonces del fallecido Serafín Gutiérrez, que llegó a ser concejal por el PSOE con la democracia.

Angelines afirma que "en Cádiz no se sabía, no se hablaba nada de lo que pasaba en París, la verdad es que el ambiente era terrible, pero eso sí, cierta gente estaba deseando saber algo. Y muchos nos preguntaban a nosotros, porque yo había estudiado en Madrid, porque habíamos viajado a Inglaterra... y cualquier cosa que organizábamos aglutinaba a un montón de gente". ¿Significaba eso que había una inquietud siquiera lejanamente similar a lo que corría por los bulevares de París? Imposible, pero desde luego, bajo los duros adoquines oficiales de la dictadura estaba empezando a moverse la arena de una playa, como una duna que crecía muy lentamente...

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