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teófila martínez repaso a dos décadas de gobierno

Historia de una ciudad

  • Los veinte años de gobierno de Teófila Martínez se han caracterizado por el impulso de la obra pública y por sus encontronazos con la Junta

Ironías de la vida. Teófila llegó a ser candidata a la Alcaldía de Cádiz, en 1995, por decisión del entonces líder popular José María Aznar y con pocas ganas. Y ahora, casi un cuarto de siglo más tarde, deja de serlo porque ella quiere, por encima de lo que pudiesen opinar o desear quienes hoy están al frente del PP. Un cambio sustancial que se sustenta sobre dos ideas. Una, que Teófila Martínez acabó amando esta ciudad y que para ella era un reto asumir su gestión de cada día; y dos, que la veterana política popular tiene carácter, mucho carácter, y le gusta tomar las decisiones por sí sola.

La noche de su victoria, cuando el PSOE de 1995 comenzó una larga andadura por el desierto que tal vez no tenga fin, Teófila se dio una vuelta por la ciudad y el mundo se le vino encima. "Vi las bolsas de basura tiradas en los portales y me dije que aquí había mucho que hacer", recordaba a este cronista unos años más tarde. Ganó las elecciones con mayoría, algo que ninguno de su grupo, ni de la izquierda, se esperaba y con esa mayoría de 15 concejales, que se convirtieron en 18 cuatro años más tarde, se puso en marcha. Imprimió la primera marcha a una locomotora a la que no rebajó el ritmo en ningún momento, aunque por detrás quedasen despeñados muchos de sus compañeros de gobierno. Un ritmo al que sólo supieron responder buena parte de los técnicos municipales, en los que confió desde un primer momento. (Al poco se reunió con ellos. Les dijo que había que trabajar por la ciudad. Sólo los que no cumplieron con este compromiso fueron destituidos, y para eso pasaron varios años).

El principal referente de ese frenesí laboral fue su apuesta por soterrar la vía del tren. Hoy nos parecerá algo muy lejano e incluso para las generaciones más jóvenes de gaditanos un imposible aquello de que la vía del tren partiese en dos todo extramuros, pero entonces era de una de las causas de la decadencia de muchos barrios. Martínez priorizó este proyecto, rechazado una y otra vez por los gobiernos del PSOE en España y Andalucía, hasta que Aznar ganó las elecciones en 1996 y le dio vía libre para eliminar la vía del tren. Un proyecto, tomen nota, ejecutado en el tiempo previsto y con menos dinero del presupuestado al que la Junta se tuvo que unir para no quedar en entredicho.

Porque con la Junta no tardará en chocar. Y el primer encontronazo de evidente calibre fue la vivienda.

Lo cierto es que noqueados tras la derrota de 1995, los socialistas andaluces comenzaron a fijarse en Cádiz tras ignorarla durante la etapa de su compañero Carlos Díaz, y decidieron, sin decirlo, crear un ayuntamiento paralelo al conservador de Teófila Martínez. De ahí viene el decreto de 1999 por el que, en un caso único en la región, el gobierno autónomo asumió toda la política de vivienda de la ciudad. El Plan de Rehabilitación del Casco Antiguo dejó al Ayuntamiento sin posibilidades de actuar, apenas limitado a 75 infraviviendas, que Procasa pronto eliminó.

En paralelo, la Junta fue poniendo sobre la mesa grandes operaciones para la ciudad: el nuevo Hospital Regional, la Ciudad de la Justicia, el albergue juvenil… Y llegó también la celebración del Bicentenario de la Constitución de 1812, que la Junta intentó capitalizar dejando a un lado al gobierno local. El Centro de Estudios Constitucionales, el complejo del castillo de San Sebastián. Basta con buscar todos los equipamientos mencionados en este párrafo para constatar el fracaso de este gobierno paralelo.

Con el soterramiento ya en marcha y la construcción de un segundo puente sobre la Bahía en la cabeza, el gobierno local afrontó la urbanización de los antiguos terrenos de Astilleros, con la llegada del primer y único gran centro comercial de la ciudad y planteando un diseño urbanístico que no ha tardado en comprobarse obsoleto; cuando ahora se plantea la llegada del tranvía metropolitano o una red eficiente para el carril bici.

Lo cierto es que las dos décadas de gobierno protagonizadas por Teófila Martínez si se han caracterizado por algo han sido, sobre todo, por el impulso de la obra pública. Hablamos del soterramiento (la mayor operación de integración urbana de nuestra historia más reciente), pero no olvidemos del paseo marítimo de la Bahía y su conexión con un renovado barrio de Puntales; la peatonalización o semipeatonalización del casco antiguo y la apertura de espacios verdes como Varela, Astilleros o los Cinco Continentes. Operaciones en muchos casos controvertidas por el cariño al cemento que siempre tuvieron los gobiernos del PP.

Ese amor por el cemento llevó al Ayuntamiento a construir un nuevo estadio de fútbol. Unos 70 millones de euros de inversión, en parte pagados por la Zona Franca, en una ciudad con tantas necesidades. Claro que hablamos de Cádiz. Las protestas ciudadanas y políticas por este derroche fueron mínimas, por aquello del 'pan y circo'. Más dolió, y con razón, desastres como los de la pérgola del parque Genovés o los supuestos monumentos constitucionales levantados para vergüenza de la ciudad en las plazas de Sevilla y la Hispanidad.

En la plaza de Sevilla se produjo otro de los encontronazos más sonados entre el Ayuntamiento del PP y la Junta del PSOE. La que debía ser la operación urbanística de referencia en el casco antiguo aún no se ha cerrado, con tantos años como han pasado. Faltó el dinero del Estado (aún cuando eran también gobiernos del PP) y sobraron las zancadillas autonómicas (pisos en la avenida de Astilleros o la protección del edificio de la Aduana). El mejor ejemplo fue el Doce, cuando el Ayuntamiento se quedó solo ante todos y logró salvar del desastre a esta conmemoración, uniendo a ello su apuesta por recuperar la relación entre Cádiz e Iberoamérica, un plan hoy desgraciadamente olvidado.

Aquí como en otras cuestiones fue evidente la falta de conexión entre Teófila Martínez y dirigentes de otras administraciones. Porque si una cosa está clara es que el estilo de gobierno presidencialista de Martínez ha afectado de lleno a las relaciones con Junta, Estado o instituciones privadas cuando no había buenas vibraciones con ellas. Y la víctima de todo ello ha sido Cádiz. Curiosamente en su etapa como alcaldesa promovió acciones con visión de Bahía y provincia, como el Plan Logístico, pero no pudo o no supo liderar el desarrollo de un área metropolitana tan dañada por los localismos.

Contaba más arriba de la confianza de Martínez en sus técnicos. En muchos casos, en demasiados, éstos sirvieron para tapar la inoperancia de muchos de los concejales populares a lo largo de las dos décadas de gobierno. Fueron técnicos y técnicas los que proyectaron algunos de los proyectos y programas que más réditos dieron al PP. Ahí están las políticas de mujer y el nacimiento de la Fundación Municipal; ahí está la eficacia a la hora de conseguir y gestionar fondos europeos…

A medida que la alcaldesa fue haciéndose fuerte en la ciudad y en su partido (llegó a compatibilizar la Alcaldía con la presidencia del PP andaluz), impuso en sus candidaturas a personas totalmente fieles a su persona. Por el camino su fue librando de aquellos que podían hacerle sombra, a pesar de ser eficaces en sus delegaciones, como pasó con Julio Braña. Y no dudó en cortar la cabeza de quienes se salían del tiesto y podían trasladar a la opinión pública una imagen de una cierta corruptela en versión gaditana.

Sin embargo, Teófila Martínez fracasó de forma estrepitosa en su labor como presidenta del Consorcio de la Zona Franca. La escandalosa y delictiva gestión de Manuel Rodríguez de Castro, hombre de su confianza, es sin duda el borrón más negro de estos veinte años. Durante la larga etapa de mandato del PP en la Zona Franca, el Consorcio fue incapaz de convertirse en el motor industrial que la ciudad necesitaba. Fue, por el contrario, un contratista más a la hora de financiar aparcamientos subterráneos, plazas públicas, rehabilitación de edificios o construcción de estadios.

Frente a ello, Teófila Martínez sí supo aprovechar en beneficio de la ciudad su buena relación con ministros de los primeros gobiernos de José María Aznar. Hablamos del soterramiento, pero también de la millonaria aportación estatal, única en España por su peculiar configuración urbana, que sirvió para nivelar las cuentas durante varios años.

Este dinero extra niveló los presupuestos, sí, pero no sirvió para evitar la debacle presupuestaria de los últimos años de gobierno del PP. Entre 2011 y 2015 la deuda se disparó, dejando como herencia un endeudamiento astronómico, otra de las manchas en su gestión que el gobierno actual está ahora sufriendo. Eso sí, un porcentaje de ese dinero se destinó a dar miles de ayudas sociales a familias necesitadas, aunque el problema de fondo sigue estando ahí.

A lo largo de veinte años de gestión municipal y, en mi caso, de labor periodística, me he sentado con Teófila Martínez a hablar sobre la ciudad. Entre nosotros una inmensa mesa de trabajo con un plano de la ciudad a modo de tapete. Decían que Manuel Fraga tenía el Estado en la cabeza; pues Teófila Martínez tenía la ciudad en la suya.

Pero quiso abarcar demasiado. Y sola. Y pasó lo que pasó. Que la sociedad gaditana comenzó a cambiar. No sólo por los aires que venían de fuera. Y ese concepto de alcaldía presidencialista impidió ver a Martínez, o por lo menos eso creo yo, que más allá de soterramiento, puente y arreglo de calles, quecos y quecas y otros despropósitos, había gente, mucha gente, que buscaba una vivienda digna y, muchas más, un empleo. Y nadie había alrededor suyo que se lo advirtiese. Que sobraban anuncios de 'impulsos' en la tele del Ayuntamiento, en los carteles (primeros) y en las pantallas led (después), y faltaban acciones contundentes para por lo menos paliar este déficit social.

Y eso fue, en parte, lo que llevó a Teófila Martínez a pasar de 17 a 10 concejales en esa triste noche de un día de mayo de 2015. Lejos de 1995, lejos de cuando era la alcaldesa más votada de España, lejos de cuando ganaba en todos los colegios electorales de la ciudad incluidos los barrios supuestamente de izquierdas. Porque esa era la realidad de 2015, no la de veinte años menos. Y eso era lo que al fin y al cabo contaba a la hora de votar.

El tiempo, en todo caso, permitirá analizar con pausa y objetividad esta larga etapa de gobierno municipal y situará, sin duda, a Teófila Martínez como una gran alcaldesa de la ciudad. Y en estos tiempos en los que el término de político está unido al de corrupto, Martínez podrá ir siempre con la cabeza muy alta pues tras tres años de gobierno de coalición de izquierdas no han podido sacar de ella ningún trapo sucio (ahí está el bochorno del Caso Matadero). Y eso que lo han buscado.

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