OBITUARIO

Fallece Elena Mourier, una mujer imprescindible en el engranaje de nuestra Universidad

Fallece Elena Mourier, una mujer imprescindible en el engranaje de nuestra Universidad

Fallece Elena Mourier, una mujer imprescindible en el engranaje de nuestra Universidad

Elena Mourier -doña Elena- ha sido una de esas personas imprescindibles que, durante aquellos momentos de precariedad de personal y de ausencia de instrumentos informáticos, hizo posible el funcionamiento del complejo universo de la administración de la UCA. Su seriedad, su rigor y su eficiencia facilitaron el progresivo crecimiento de nuestra Universidad gaditana en unos momentos de debilidad debido a sus escasos años de vida. Es comprensible, por lo tanto, que todos los miembros de esta comunidad hayan reconocido y agradecido esas virtudes personales y esos valores profesionales que ella puso a disposición de todos nosotros; profesores, alumnos y personal de administración y servicios.

En más de una ocasión, manifesté mi convicción de que, a lo largo de su dilatada trayectoria laboral, doña Elena nos fue revelando las amplias dimensiones de su espíritu noble y franco, y cómo, gracias a su lenguaje diáfano y directo, incompatible con las ambigüedades y con los circunloquios, nos fue transmitiendo unos saludables mensajes de bien hacer y de bien estar. Sus comportamientos laborales y familiares han constituido, a mi juicio, una explicación clara de su modelo de mujer, de esposa, de madre y de profesional, y la plasmación diáfana de los objetivos explícitos que, a través de su travesía vital, ella ha perseguido. Sus actitudes nos han demostrado cómo el cultivo de los valores humanos y de las pautas éticas, en vez de frenar, orientan y alimentan la búsqueda de respuestas a los permanentes interrogantes de la existencia humana.

El mero relato de las horas invertidas en el trabajo nos ha demostrado cómo todas sus actividades profesionales estaban orientadas hacia la meta explícita de la búsqueda permanente de soluciones para los problemas planteados a los miembros de nuestra Universidad. En el fondo de su dedicación, latía, sin duda alguna, su afán irrenunciable de aumentar el bienestar de todos los seres con los que ella convivía y a los que servía. Pero es que, además, Elena poseía una inagotable capacidad para disfrutar y para hacer disfrutar a los suyos; una notable destreza para soñar y para hacer soñar a Juan Antonio, su marido, a sus hijos y a sus nietos. Con todos ellos experimento, en estos momentos, unos profundos sentimientos de respeto, admiración, gratitud y pena. Que descanse en paz.

José Antonio Hernández Guerrero

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios