Cádiz

Entregada al mar

  • La ciudad se vuelca en la penúltima jornada de la Regata Las suaves temperaturas acompañan para que el público acuda al muelle durante todo el día

Una ciudad entregada al mar, del que le ha llegado casi todo lo bueno que hay en ella. Cádiz se volvió a volcar ayer con la Regata de Grandes Veleros en su penúltima jornada. Hoy, cuando el Amerigo Vespucci sea la última de las embarcaciones que abandone el puerto gaditano y tome rumbo hacia A Coruña, la calma volverá al muelle a la espera de otra oportunidad que le dé vida, sobre todo en una zona que puede jugar un papel importante para el municipio dentro en su futuro a medio plazo.

El tránsito de personas en la ciudad durante el día de ayer no era el de un sábado cualquiera. El tiempo acompañó con unas temperaturas suaves y unas nubes que por momentos ocultaron el sol, lo que animó a disfrutar especialmente del día. Las terrazas llenas en los aledaños del puerto anticipaban el ambiente que se respiraba en el interior del recinto portuario. Un trasiego constante que se podía divisar tanto en las colas que se formaron en los accesos como en los problemas para poder acceder a la zona con el vehículo privado.

Dentro de la feria, los barcos eran el principal atractivo, aunque no el único. Especialmente para los más pequeños, con una paciencia infinita para esperar en las colas.

De todos los barcos, el más demandado por los visitantes fue el Amerigo Vespucci, el buque escuela de la Marina Militar italiana. Su imponente casco llama la atención nada más llegar al muelle. Fue el gran centro de atracción, tal y como se pudo constatar por las enormes colas que se formaron por la tarde a la espera de que el barco se abriera a las visitas.

Incluso, hubo quien llegó a esperar hasta dos horas para poder conocer sus entrañas. A las 18.30 horas, el barco se cerró al público durante dos horas. A María del Mar, natural de Cádiz, y a Sandra, una familiar de A Coruña, el cierre les cogió justo a punto de entrar, por lo que junto al resto de familiares decidieron quedarse para poder subir a bordo. "Para este barco sí merece la pena", sentenció María del Mar para justificar el tiempo que iba a esperar. "Espero que merezca la pena", respondió Sandra,

De lo que habían podido ver, Sandra resaltó el Simón Bolívar, al que llegaron a acceder en la noche del viernes, por lo llamativas que son sus velas.

Tal vez, la nota discordante de la tarde fue que pocos barcos se podían visitar para la cantidad de público que se fue congregando en las instalaciones portuarias. Otro de los que atrajo a un buen número de personas fue el Mir, ubicado al final del muelle Marqués de Comillas. La espera para los visitantes no se hizo aquí tan eterna, sobre todo porque mientras que esperaban en la cola para entrar pudieron contemplar una exhibición de música que tuvo lugar en la popa del barco.

Con todo, cualquier cosa que sucediera en el muelle era motivo de expectación para pasar el día. Las fotos se repetían cada vez que aparecía un marinero vestido con su correspondiente uniforme por el recinto portuario. Un reclamo para llevarse un recuerdo. Incluso, la presencia en el muelle del crucero Disney Magic llamó la atención, especialmente por la despedida que le brindó un remolcador con cañones de agua.

Lo lúdico también jugó un papel fundamental para poder completar una tarde de ocio, tanto fuera como dentro del muelle. Una oferta en la que los niños disfrutaron por la tarde con los títeres y la música de El gato con botas. Entre, batucadas, bailes, recreaciones históricas o atracciones, la tarde fue buscando su ocaso para llegar a la última noche, la de la despedida.

Hoy, con la marcha del último barco, el puerto se vaciará y Cádiz seguirá mirando al mar esperando todo lo que le llega de él. De momento, la fiesta llenó de vida el muelle, a la espera de lo que pueda suceder en el futuro.

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