Solidaridad. Regresan a Bielorrusia tras 45 días de estancia en Cádiz

Despedida entre lágrimas

  • Algún joven no podrá repetir la experiencia debido a la edad, mientras que los más pequeños esperan disfrutar con sus familias de acogida el próximo verano

Las vacaciones llegaron a su fin, y los treinta y seis niños bielorrusos que han sido acogidos por familias gaditanas regresan a su país. Atrás quedan 45 días repletos de actividades, de convivencias y de momentos inolvidables tanto para los pequeños como para las familias que accedieron a alojarlos en su hogar. "El cariño que le tenemos es tremendo, lo queremos como a un hijo", confiesa emocionada Mercedes Domínguez. Su situación es, quizás, de las más tristes, Dimitri, el joven que ha convivido durante siete veranos como un miembro más de la familia, ha cumplido 17 años, y a diferencia del resto, no podrá volver el próximo año.

La labor que realizan estas familias gaditanas es muy beneficiosa para los chavales, pues en este periodo "mejoran la salud de un modo considerable", afirma Mercedes Sainz, tras su segundo verano con Lika. La pequeña es incapaz de contener las lagrimas mientras manifiesta "sentirse muy querida por su familia, y espera repetir la experiencia el próximo verano". Otros, en cambio, no son capaces de esperar tanto tiempo para volver a verlos. Es el caso de Ana Rodríguez, que viajará en octubre a Bielorrusa: "Es tremendo el cariño que le tengo a la pequeña, sería muy duro esperar tanto tiempo para estar de nuevo con ella", declara mientras los niños comienzan a subirse en el autobús. En este periodo transcurrido en la capital gaditana han conseguido aclimatarse a la ciudad, a la alimentación, e incluso comienzan a dominar el lenguaje español. Las condiciones de las que disfrutan aquí provocan que su estado de salud mejore rápidamente. "Cuarenta y cinco días en este país prolonga la vida de los chavales en al menos cinco años" afirma Pablo Ortiz, miembro de la cofradía Vera Cruz, que reitera el estudio realizado por la Organización Mundial de la Salud. Por ello, esta cofradía junto a la Parroquia de San Lorenzo y la Asociación de Aguaores Blancos llevan siete veranos llevando a la práctica el Programa de Acogida y Saneamiento, el cual, a pesar de las dificultades, piensan seguir repitiendo.

Apoyos no les falta, pues la mayoría de padres desean contar con la presencia de los chiquillos el próximo año. "La experiencia es muy gratificante, esperamos disfrutar de ellos un año más", reconoce Juan José Camacho mientras se despide de la pequeña Anaochra, la cual ha repetido por segunda vez la vivencia.

Rondan las cuatro y media de la tarde y los asientos del autobús que les llevará hasta el aeropuerto de Sevilla comienzan a ser ocupados por los jóvenes bielorrusos. Queda por delante un largo viaje que los traslade hasta la capital Minsk, donde les esperan sus familias. Allí "permaneceremos un año con el deseo de regresar" confiesa Aksana emocionada, la cual, al igual que todos se van con la sensación de haber disfrutado en su hogar, en Cádiz.

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