Viernes Santo Horarios, itinerarios y recorridos del Viernes Santo en la Semana Santa de Cádiz 2024

Cádiz

Clasicismo de lujo en una casa gaditana

  • Rafael Manzano abre las puertas de la finca unifamiliar que ha diseñado en la Alameda, colmada de elementos academicistas y una gran terraza

En una época en la que el caserío típico gaditano se sigue transformando en fincas de pisos para su disfrute doméstico, el arquitecto Rafael Manzano recibió el encargo contrario: convertir una casa antigua de varios partiditos en una unifamiliar de lujo, como cuando los ricos comerciantes del dieciocho mandaban a construir aquellos edificios que hoy son nuestro mayor tesoro patrimonial.

Todo un reto, un sueño que cayó en sus manos en plena madurez, a sabiendas de que no había dejado huella arquitectónica en su añorada ciudad natal, y con el que podía moldear -con la ayuda de su hija Julia- sobre sus centenarios muros los cánones del clasicismo que imprime en su obra, pero sobre un edificio ubicado en el mágico entorno de la Alameda Apodaca, en el número 14.

El propietario adquirió numerosas columnas, brocales y una bañera de mármol genovés

El prestigioso arquitecto ganador del Driehaus abre amablemente las puertas de esta casa que ya acumula tres años en obras y sin plazos establecidos, y que ha moldeado a imagen y semejanza del cliente, otro enamorado de Cádiz procedente del norte del que guarda celosamente otros datos de su privacidad. El trasiego de operarios se funde así con los pasos de los visitantes, un grupo de amigos de Manzano que descubren, a cada peldaño, a cada piso y cada habitáculo de esta finca de alrededor de 900 metros cuadrados, la majestuosidad del mármol cubriendo suelos y formando columnas de múltiples hechuras hilvanadas entre los elementos academicistas con los que el arquitecto ha reordenado la casa, "cuyo interior tenía una pésima calidad arquitectónica y constructiva".

En la entrada al edificio, cubierto de un artesonado de madera importado, se abre a mano izquierda un salón convertido en una gran biblioteca con vistas a la Alameda y vigas vistas, "las únicas que he podido salvar de la casa". Es la primera habitación antes de llegar al patio, donde ya se adivina la singularidad de una finca "¿restaurada? ¿reconstruida? ¿reinventada?" por este guardián de los lenguajes vernáculos, que argumenta el nuevo orden repleto de columnas y elementos clásicos que sellan la galería de arriba a abajo, prestando una sorprendente perspectiva vertical. "El propietario se ha hecho acopio excesivo de columnas en derribos y anticuarios que ha querido colocar a lo largo y ancho de la casa", dice. Tanto de columnas -distribuidas en las galerías, patios y habitaciones- como de brocales, hasta tres reúne en la zona de entrada y patio, donde también se ha construido su propia capilla, "pues toda casa elegante de Cádiz tenía su capilla". Un espacio frontal a la puerta de entrada, cerrado con una portada de forja en verde mar que parece más propia de la entrada que de la capilla. La estampa la completa una fuente mural de mármol de Génova que era una bañera antigua y estos brocales que sirven para ventilar el antiguo aljibe, hoy convertido en zona de ocio: bodega, sauna y spa.

Y hacia el subsuelo de estos placeres terrenales se adentra la comitiva, expectante, que descubre la gran piscina de chorros construida en uno de los aljibes originales, a la que se suma otro espacio de sauna y una bodega en un aljibe inferior.

Un digno aperitivo que abre boca del festín que ofrece el resto de la finca centenaria, de suelo a su terraza, con torre mirador incluida, en lo que ha sido una auténtica reorganización del conjunto, "en el que se ha conservado los muros maestros".

Así, una vez superada la planta baja, que también dispone de una zona de garaje al fondo y varias habitaciones destinadas al servicio, se asciende al primer piso, que accede a "la galería que conecta el patio con los núcleos exteriores que dan a la Bahía con las de Calderón de la Barca". Y hacia la Alameda, al final del pasillo, se abre el salón, convertido en un magnífico mirador al mar, "un balcón de madera y cristal muy gaditano". Un salón dividido en dos estancias, la de biblioteca que se vislumbra en la mampostería todavía en fresco, y la estancia principal, ambas divididas por dos enormes columnas y dos arcos, rematado por molduras de tamaño considerable en sus techos y con una chimenea en madera "importada de Inglaterra", apunta un atento Rafael Manzano. En el lado inverso de la galería se encuentra la cocina, salpicada de azulejos hidráulicos y conectada con el comedor. "Ahí veis una pila antigua -en el suelo-, que quiere colocar el propietario".

En el siguiente escalafón de esta subida a la ostentación se encuentran los tres dormitorios familiares, el principal abierto a la Alameda. Una singular estancia con cuatro columnas rodeando la cama, "como un viejo recuerdo del espacio intimista de las antiguas camas con dosel, pero aquí inspirado en lejanos lechos conyugales envueltos por mosquiteras transparentes de gasas orientales", narra maravillosamente Rafael Manzano. Pero si boquiabierto deja el dormitorio, no lo es menos el gran cuarto de baño, en medio del que se planta una flamante bañera de porcelana con patas, aparte de la confortable zona de ducha. Es sin duda uno de los rincones más coquetos, aunque a este baño se suma otra decena repartidos por toda la casa.

Y al otro lado se encuentran los dormitorios de las hijas. "Si os fijáis toda la casa está pavimentada con mármoles reciclados, que le dan a los suelos y peldaños un bello tono nacarado", indica Manzano en este nuevo alto en el recorrido.

La tercera planta luce dividida en cuatro dormitorios para huéspedes, con sus respectivos baños, claro, y se convierten en la antesala de la zona más espectacular de la finca, su gran terraza. Tras cruzar el denominado "pabellón de invierno", diseñada a modo de cálida estancia acristalada, se alcanza este gran mirador. Sobre dicha cubierta se erigen dos nuevas torres poligonales que el arquitecto ha conseguido construir para la nueva casa, con el beneplácito de la comisión municipal de patrimonio. Una de ellas, la más baja, de color amarillo "en homenaje a la cúpula dorada de la Catedral de Daura", funciona para dar luz y ventilación a la escalera, "y ha ido muy bien este verano". La otra de cuerpo alto y cubierta de cerámica azul, que es la única que puede verse estratégicamente desde la calle a la altura de la iglesia del Carmen, "homenajea a las torres vigías de Cádiz y a la luz de su cielo, con el que se funde", pues se trata nada menos que de la última torre diseñada en Cádiz. Una construcción que difiere con el resto de torres precisamente por la cerámica, "pues intenté que fuera de argamasa y del color rojizo típico en algunas de nuestras torres, pero el cliente optó por estos azulejos, que son menos gaditanos".

Bajo las torres, el privilegiado mirador también dispone de otro pequeño gran lujo, una piscina plantada en el borde de la terraza, abierta completamente al mar. Un lugar mágico, con el gran encanto de las alturas gaditanas, que además exhibe parte del suelo en cristal casetonado, similar al de los yacimientos arqueológicos, y que "viene a suplir la montera decimonónica típica del caserío gaditano" para dar luz al edificio.

A modo de detalle, destaca la forma en media luna de uno de los muros medianeros, que permite alinear visualmente estas dos torrecitas con la de la iglesia del Carmen, de la que se obtiene una bonita panorámica.

Cádiz se planta así ante los visitantes bajo la terraza de la torre superior, un balcón excepcional, desde el que Rafael Manzano rememora las visitas que hacía a la vecina casa de Augusto Conte Lacave "cuando escribía Los días de Trafalgar". Desde el que visualiza el Cádiz de su niñez, articulada en una traza urbana "única, bellísima e irrepetible". Un caserío en el que ya ha visto cumplido el sueño de imprimir su sello.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios