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La presidenta de Bellas Artes

  • Rosario Martínez es jefa de las bibliotecas municipales desde 1984

Puede que en su carácter mantenga rasgos definitorios de lo montañés y lo gaditano. No se rinde ante las dificultades, al contrario, pero tampoco es del todo diplomática y no se calla lo que piensa. Trabaja sin tregua en lo que más le gusta, que son las bibliotecas. Busca espacios, sabiendo que el futuro empieza todos los días.

Rosario Martínez López (Santander, 1953) nació en una familia cántabra por el lado paterno y el materno, que por ambos estaba también vinculada a Cádiz. Su bisabuela paterna procedía de la familia Gutiérrez de la Concha y fue gaditana. Pero después hubo más. Su padre, Mario Martínez Díez de Velasco, era abogado. Cuando Botín abrió nuevas sucursales del Banco de Santander, lo contrató y fue trasladado a diversas plazas. Primera, Cartagena. Segunda, Cádiz. Volvió a un lugar que conocía. Al terminar la guerra civil, Mario se había quedado huérfano. Dos de los seis hermanos hicieron oposiciones de Tabacalera y fueron destinados a los depósitos de Puntales. Todos se vinieron a Cádiz. Una de las hermanas ingresó como carmelita descalza en el convento de Argüelles.

El padre de Rosario había regresado a Santander. Allí se casó con Rosario López de Porrúa. Además de Rosario, tuvieron dos hijos más: Mario, que vive en Santander, ya jubilado; y Reyes, que es farmacéutica en Madrid. Curiosamente, la abuela de Rosario y sus dos tíos también vinieron a Cádiz, donde ellos se casaron con dos gaditanas de conocidas familias.

Así que los vínculos entre la Montaña y Cádiz eran indiscutibles por ambos lados. La infancia de Rosario Martínez tuvo una parte gaditana. No sólo por traslado de su padre como director del Banco de Santander en el Palillero, sino porque cuando pasaron por otras ciudades, como Sevilla, Madrid, Lugo y Oviedo, seguían veraneando en Cádiz junto a los familiares que vivían aquí.

Estudió Filosofía y Letras, en la especialidad de Historia del Arte. Cursó el primer año en la Universidad de Santiago de Compostela. Pero completó los cuatro siguientes y la licenciatura en Oviedo, donde entonces vivía.

Se casó en 1978. Precisamente con un gaditano, como marcaba el destino. A su marido, Juan Ignacio Mexía, lo había conocido en la joyería de esa familia, en la calle Columela. Al casarse, Rosario se vino con él a Cádiz, y ya se afincó definitivamente. El matrimonio no tuvo hijos. Actualmente, Rosario es viuda.

Cuando llegó a Cádiz, dio clases y se llegó a matricular en Derecho. Pero pronto empezó a preparar las oposiciones de su vida. En 1984 consiguió la plaza de bibliotecaria para la Biblioteca Municipal de Cádiz, que tenía su sede en la plaza del Palillero. El Ayuntamiento, cuyo alcalde era Carlos Díaz, había apostado por modernizar los servicios.

Cuando Rosario Martínez se puso al frente de la Biblioteca Municipal se encontró un funcionamiento caótico. En aquellos días, a mitad de los años 80, se hablaba de la posibilidad de trasladarla, aunque no se sabía a dónde. Provisionalmente, estuvo en los bajos del Archivo, en la calle Isabel la Católica, y en la calle San Miguel, donde se encuentra la de Mutis. Sin embargo, el Ayuntamiento apostó por las bibliotecas. Llegaron a tener el mayor presupuesto de Andalucía para comprar libros, con seis millones de pesetas. Se crearon nuevas plazas de bibliotecarios y auxiliares, con lo que se pudo formar un buen equipo.

Con el cambio de gobierno municipal, y la llegada de su paisana Teófila Martínez, también se abrieron otras bibliotecas. Ahora, cuando le falta un año para jubilarse, Rosario Martínez es la jefa de las Bibliotecas Municipales de Cádiz. Cree que ha realizado una labor buena, en la medida de lo posible. Entre los fondos municipales, destaca la excelente colección de prensa local. Y lamenta que no se haya abierto una nueva biblioteca para atender al sector de Loreto, La Laguna y Cortadura, así como que La Viña no cuente con una mejor que la actual.

Rosario Martínez obtuvo el doctorado en Historia por la Universidad de Cádiz. Así comenzó su vinculación con la Real Academia Provincial de Bellas Artes, a la que pertenece como académica de número desde 1989. La tesis doctoral se titulaba La Biblioteca de la Academia de Bellas Artes de Cádiz: estudio histórico artístico de su patrimonio. Fue dirigida por Fernando Pérez Mulet. Le permitió la catalogación del rico patrimonio de esta academia, que ella considera "un tesoro bibliográfico no accesible". Porque no se puede visitar, debido al precario estado en que se encuentra la sede de la Academia, pendiente de la restauración y ampliación del Museo de Cádiz. La Junta de Andalucía y el Gobierno central no han alcanzado un acuerdo para estas obras.

Desde enero de 2015, Rosario Martínez es la presidenta de la Real Academia de Bellas Artes. En este periodo ha intentado una mayor apertura. Pero tropieza con dos graves dificultades. Una es el corto presupuesto. La Junta de Andalucía destina una subvención de 16.000 euros al año. Con eso y los patrocinios que consiguen, no hay suficiente. Otro problema que observa es el absentismo de algunos académicos, que no colaboran lo suficiente. Y a ello se añade el mal estado de la sede.

Aún así está empeñada en un proyecto ambicioso para 2018, como es la catalogación de la colección calcográfica de Bellas Artes para una exposición en el Museo. La Academia cuenta con unos 1.600 grabados históricos, que se publicarán en el catálogo que está elaborando ella misma, dedicándole muchas horas de trabajo. En el futuro, lo ideal sería que esos grabados estuvieran en exposición museística y que la biblioteca y el mobiliario de la Academia pudieran tener acceso del público.

También pertenece, desde 1992, a la Real Academia Hispano Americana, en la que fue consiliaria desde 2008 a 2011. Asimismo ha sido comisaria en más de 20 exposiciones y ha organizado varios congresos en Cádiz. Es autora de numerosas publicaciones y ponencias, sobre todo en su especialización como bibliotecaria.

Hasta ahí su curriculum oficial. Menos conocida es su gran pasión: la fotografía. A los viajes por pueblos pequeños, que tanto le gustan (sobre todo en Castilla), siempre va acompañada por su cámara. Y lo que más le atrae es el retrato, captar a las personas. A esta afición se quiere dedicar en los próximos años, cuando se jubile. A pesar de que sólo se considera una fotógrafa aficionada.

Es de costumbres tranquilas, no le gustan las fiestas populares. A excepción de la Semana Santa andaluza, de la que destaca su valor artístico y cultural. Le atraen especialmente algunas imágenes, como el Gran Poder y la Esperanza de Triana en Sevilla, y el Nazareno y la Virgen de los Dolores en Cádiz. Pero opina que es interesante en toda Andalucía.

Es una mujer que ha pasado por buenos y por malos momentos. No se le olvidan los nueve años de sufrimiento cuando su marido padeció el deterioro causado por el Alzheimer, que le llevó a la muerte. Con las dificultades, ha aprendido que cada cual debe buscar y encontrar su espacio, su mundo.

Eso es lo que intenta Rosario, desde su responsabilidad profesional como bibliotecaria, y desde su compromiso como académica. Mirando de reojo hacia el futuro, cuando le llegará un tiempo nuevo, en el que quizá se dedicará a lo que no pudo antes. Es una mujer tenaz y admirable, por lo que ha sido y por lo que quiere ser.

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