Los baños del Carmen

Los baños, mejor en la Alameda

  • El equipamiento incluía un gran restaurante, casetas e incluso una zona ajardinada

Cuando Diario de Cádiz nació en pleno mes de junio de 1867, los Baños del Carmen apenas contaban con siete años de existencia pero ya se habían convertido en uno de los referentes del estío gaditano. Aclaremos que hace 150 años no había costumbre de pasar el verano en las playas de la ciudad. Las normas morales y las costumbres sociales no lo apreciaban, al igual que las exigencias de la administración, que impedían que hombres y mujeres se bañasen juntos a la vez que imponían un casto bañador, muy alejado de las modas actuales.

Lejos de pisar la arena, la gran mayoría de los que entonces tomaban los baños lo hacían en pequeños balnearios de madera, a modo de casas flotantes.

El del Carmen, abierto en las cercanías de la muralla de San Carlos y cuyos pilares de piedra aún se pueden ver hoy cuando baja la marea, será el referente de la ciudad y el preferido por las clases más pudientes, dejando los Baños del Real, en la playa de la Caleta, para las familias con menos recursos.

El balneario de la Alameda contaba con dos plantas y dos zonas diferenciadas por sexos. Además de los baños de mar, al que se accedía a través de una escalera, se contaba también con baños de cajón y de tina, con duchas de agua dulce, fría y templada. Había un bote de socorro, por si algún bañistas se despistaba y se alejaba de la zona del edificio.

Diario de Cádizdará amplia información cada temporada de la puesta en marcha de estos baños, que en dura competencia con los del Real publicará sus propios anuncios con las tarifas anuales.

En 1878 se advertía que las mujeres contaban, entre las ocho y las diez de la noche, con un servicio de baño exclusivo para ellos. A la vez se ofrecían en las dependencias "calzoncillos, toallas y sábanas", para un mejor servicio.

El éxito de estos baños y la utilización de los mismos por parte de las familias con más posibles de la ciudad, motivaron que año tras año la concesionaria de los baños realizasen continuas mejoras, además del propio mantenimiento del edificio de madera cada temporada.

Una crónica en el Diario en 1882 destacaba que "la sociedad que ha adquirido la propiedad de los Baños del Carmen no ha omitido en la presente temporada gasto alguno para presentar al público un establecimiento balneario montado a la altura de los mejores de su clase. El edificio se ha levantado de planta, introduciendo en su construcción cuantas modificaciones se han creído convenientes para mayor comodidad de los señores bañistas".

Aquel año la gran novedad fue la apertura de un gabinete de hidroterapia "con aparatos de los más modernos y perfectos", todo bajo la dirección del catedrático de Higiene de la Facultad de Medicina Benito Alcina. A la vez, funcionaba una peluquería y un pedicuro.

Francisco Ghersi, jardinero mayor de la ciudad y que se encargó de poner en marcha el Parque Genovés, se hizo cargo del mantenimiento de una exposición permanente de plantas, que daba paso a un "acreditado restaurante". Todo ello completado con baladas musicales a cargo del maestro Gerónimo Giménez.

Se advertía de la necesidad de controlar a los niños menores de doce años de edad y la existencia de un servicio para guardar las joyas y alhajas de los usuarios. Un elenco de medios propios, decía la prensa de la época, de los mejores balnearios del país.

En 1913 se efectúan importantes obras de mejora en el Carmen, especialmente en el restaurante que, gestionado por los señores Sánchez y Santamaría, obtendrá rápidamente el favor del público. La gacetilla publicada con motivo de la inauguración del local destaca el "espléndido menú" ofrecido a los clientes: mariscos, paella, rosbeef y pescadilla a la gaditana. Y tras los postres, licores y habanos. Se comentaba el agradable ambiente "proporcionado por los aires marinos y el suave rumor de las olas".

Tantas mejoras acabaron por atraer a los tradicionales mirones. Lo denunciaba el periódico ese mismo año que reclamaba a la autoridad que "disponga la debida vigilancia frente a estos baños para evitar las indiscreciones de los que diariamente llenan la muralla frente a los baños". Evidentemente, la afluencia de mirones se limitaba a las horas en las que se podían bañar las señoras. Nadie había observando en el tiempo destinado a los caballeros. "Dice muy poco de la culta ciudad de Cádiz la existencia frente a los baños de tantos mirones", se lamentaba el cronista de la época. Claro que las molestias también llegaban del propio mar, con la presencia de crustáceos, de los que dieron quejas bañistas en 1914.

La relajación, contenida, de las costumbres sociales y el inicio de la urbanización de la Playa del Sur (la actual playa de la Victoria) a partir de las primeras décadas del siglo XX, además del coste que suponía mantener el balneario, provocó la decadencia y cierre de los baños del Carmen.

Hoy sólo queda sobre la mesa la idea lanzada por la Autoridad Portuaria de crear una playa en la conexión de la Alameda con la Punta de San Felipe. Eso si, de arena.

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