OBITUARIO

Ahora vengo, hasta siempre

José Crespo Reguero no podrá colocar ya el cartel de 'Ahora vengo' que popularizó cuando se ausentaba de su mítica tienda. Se fue para siempre el pasado jueves a los 94 años de edad quien fuera un gran personaje de Cádiz y de su comercio, un referente ineludible en los alrededores del Mercado Central, donde regentó un negocio de loza, cristal y animales, en la esquina de Libertad con Hospital de Mujeres. Era viudo con Angelita Quirós Romero, con la que tuvo cuatro hijos: Carmen, Ángeles, Inmaculada y José Ángel. Y un buen puñado de nietos y bisnietos que les recordarán por siempre.

Crespo, el de Casa Crespo, había nacido en el año 1921 en Roiz, la capital del municipio de Valdáliga (Cantabria). Su padre, chicuco en Cádiz, abrió el local como tienda de vinos, llamada La Mexicana, en 1902. Su madre, que heredó el negocio, decidió a la muerte de su marido cambiar el bar por una tienda de loza y cristal. Allí entró Crespo con diez años, compaginando el trabajo con sus estudios en el colegio La Salle Viña. Lo de vender animales vino después, como contaba en junio de 2013 a 'Diario de Cádiz': "Un capitán del Ejército ya retirado, el capitán Carvajal, los domingos me daba cinco pesetas por dejarle poner sus pájaros para venderlos en la fachada de la tienda. A mí me gustó ese nuevo negocio y empecé comprando canarios y jilgueros en los pueblos de la provincia, luego pájaros exóticos en Portugal y hasta loros que me traían los embarcados de Sudamérica y de Guinea". Así, se hizo más popular por los animales que por la loza y el cristal, aunque éste último era el negocio que más rendimiento le aportaba.

La zona trasera del local ascendió a la categoría de mito, en un ordenado desorden donde convivía la mercancía más insospechada. Una chirigota de los Rosado y compañía inmortalizó la tan singular dependencia en 1988 bajo el nombre de 'Los conquistadores de la trastienda de Casa Crespo'.

Cerró la tienda en el año 2000, cuando contaba ya con 79 años. Desde entonces ha permanecido cerrada y el local, de su propiedad, en desuso. Nunca quiso venderlo, a pesar de las ofertas. Decía con guasa que no quería desprenderse del mismo porque en el sótano había un túnel que comunicaba directamente con la playa de La Caleta. Nada hubo nunca en ese local después de su jubilación. Puede que en un futuro lo haya, pero aquella estratégica esquina, abra el negocio que abra, será Casa Crespo para la eternidad.

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