Toros

Adiós a un jinete jerezano

  • Fallece rodeado de su amplia familia el empresario, labrador y ganadero Fermín Bohórquez Escribano, figura de los rejoneadores y un enamorado del caballo y las tradiciones de su tierra

Jerez y todo el mundo del toro vivieron ayer una gran conmoción con el fallecimiento, a los 82 años, de Fermín Bohórquez Escribano, una de sus personalidades más queridas, como torero a caballo -figura histórica del rejoneo- y como ganadero de primera línea, un gran aficionado que siempre ha tenido abiertas las puertas de su casa para todos los que han querido viajar por la senda del toreo.

Aunque vio sus primeras luces en Sevilla en 1933, en una familia de raíces ubriqueñas, Fermín siempre ha sido y ejercido como jerezano de pura cepa y solera. Su padre, Fermín Bohórquez Gómez, fue un activo y emprendedor agricultor y ganadero que de su matrimonio con Soledad Escribano Aguirre tuvo tres hijos: Soledad -fallecida muy joven en un accidente de tráfico en Marbella- Fermín y Ana María, también muy popular y apreciada en Jerez, familiarmente conocida como Poti.

Casado con Mercedes Domecq Ybarra, ambos formaron una espléndida familia con seis hijos: Fermín, que también es figura histórica del rejoneo; Sol que es diseñadora; Carlos e Iván, empresarios agrícolas; Borja, que es abogado; y Mercedes, licenciada en Empresariales.

A caballo desde los seis años y habiendo toreado por vez primera a los 12 en un tentadero con Manolete, parece natural la desbordante afición de Fermín Bohórquez Escribano, que lo mismo toreaba a pie que a caballo hasta hace pocos años. Cuando Fermín contaba con unos 13 años su padre adquirió la ganadería de bravo, sangre Murube, que anunció con su nombre. Además de su pasión por el toro de lidia, el joven Fermín participó, y lo seguiría haciendo durante toda su vida, en muchas disciplinas relacionadas con el caballo: el polo, correr galgos, la garrocha, los enganches... Pero sería el rejoneo el que le haría muy popular en toda España alcanzando las más altas cotas como torero ecuestre.

Poniendo por delante su actividad como empresario agrícola y ganadero, y contando con una personalidad afabilísima y un gran sentido del humor, su brillante desempeño como rejoneador y su simpatía natural le granjearon el aprecio de los públicos. Fermín conectaba muy estrechamente con el público, que seguía sus faenas con el mismo entusiasmo que le ponía el rejoneador a la lidia.

Su carrera en los ruedos la inició con 29 años en la plaza de Ubrique -el 15 de setiembre de 1959, con Álvaro Domecq Romero y ganado de la casa- desarrollándose durante más de 35 años en cerca de 1.000 corridas de toros y festivales, siendo triunfador en las plazas de Europa y América, donde también hizo campaña.

Su primera tarde profesional fue el 1 de junio de 1961 en Pamplona, con toro también de Bohórquez y debutó en Las Ventas en mayo de 1962, convirtiéndose en imprescindible en los carteles de la feria de San Isidro de la primera plaza del mundo durante una veintena de temporadas. Precisamente el 18 de julio de 1963 rejoneó un toro de Salvador Guardiola Fantoni en puntas, era la primera vez que se realizaba en Las Ventas un desafío de esa naturaleza.

También fue intensamente solidario actuando desinteresadamente en infinidad de festivales, de hecho recibió la Gran Cruz de la Beneficencia y la Medalla de Plata de Cantabria por torear 28 festivales benéficos en Santander; nunca faltó en el festival benéfico de Almonte y, en Jerez, otros 25 años en los extraordinario festivales benéficos de Afanas, organizados por su esposa Mercedes Domecq Ybarra.

El albero no le perdonó el peaje: 12 cornadas y siete fracturas con cogidas especialmente graves como las sufridas en las plazas de Madrid y Santander.

Como ganadero su desempeño ha sido igualmente brillante, tanto de toros de lidia como de caballos, manteniendo el brillo del encaste murube y convirtiendo los toros de su vacada, criados en Fuente Rey, como los mejores y más demandados en las grandes ferias para el arte ecuestre. Pero su gran balance ganadero no se reduce a las corridas de rejones porque su vacada ha lidiado siempre en todas las ferias con resonantes triunfos.

Como jerezano, Fermín también ha ejercido con la intensidad y pasión que siempre ha puesto en todo lo que ha emprendido, y figura cabal y enamorada de las tradiciones de su tierra, especialmente las fiestas mayores de Semana Santa y Feria.

En su empeño de darle lustre a Jerez y a sus tradiciones taurinas y ecuestres, tuvo gran empeño en ofrecer corridas de toros en San Dionisio y apoyó todas las iniciativas para el fomento del sector taurino, implicándose especialmente en Jerez y El Puerto. Precisamente en la Plaza Real vivió uno de sus últimos reencuentros con el público en un festejo de rejones en el que recibió un homenaje de la afición y del mundo del rejoneo, volviendo a salir a hombros de la plaza de toros de El Puerto, esta vez sacado por su hijo Fermín, continuador de la trayectoria parterna, ya que también ha alcanzado la cima del rejoneo.

Jerez y el mundo del toro echarán de menos a Fermín, su vitalidad, bonhomía y disposición para ayudar en cuanto era necesario. Todos echaremos de menos a este caballero generoso y altruista y no perderemos su recuerdo como una gran persona plena de energía. A su viuda y toda su familia, nuestro pesar y el deseo de que la tierra le sea leve.

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