TV-Comunicación

La huella del crimen

  • La criminología y la crónica de sucesos, uno de los géneros televisivos más explotados. Nuevas series y programas analizan el fenómeno 'delito'.

La crónica negra siempre ha estado vinculada a lo noticiable. Los primeros ejemplos de periodismo pasan por las Relaciones de Sucesos, diarios en los que que se leían (o se contaban de voz) los hechos relacionados en su mayoría con crímenes, comportamientos delictivos o fenómenos que relataban algún suceso trágico. Por eso no es de extrañar que el periodismo de tribunales tal y como se conoce hoy día haya evolucionado dejando como telón de fondo el mismo interés que se generaba entonces, unos cuantos siglos atrás. Una evolución que va desde una prensa criminológica especializada ejemplarizada en el periódico El Caso -que tuvo su máximo apogeo en la recién estrenada sociedad democrática de los 70, poco antes de su declive-, hasta los programas televisivos cuyo mayor interés es la pugna por las audiencias con una especialización que de por sí sola causa expectación social y genera morbo .

En los últimos años se ha acudido a una explotación televisiva de los sucesos que ha provocado que casi todas las cadenas (incluyendo también a la pública, con La huella del Crimen) dediquen durante sus magacines matinales gran parte del tiempo al análisis de crímenes. La parrilla entera se ha llenado de debates con un inquebrantable procedimiento. A colación se trae un tema en su mayoría de relevancia pública, pues apela a los sentidos más primigenios de la población: el deseo de venganza y de protección, sobre todo en los casos en los que los ultrajados son menores de edad o mujeres, en un afán por defender los derechos de aquellos con los que debemos de ejercer en posición de garantes sociales. A partir de ahí, un sinfín de colaboradores expertos opinan al respecto sobre cuáles son las claves más llamativas del hecho en cuestión. Es así como muchos periodistas se lanzan con voraz apetito informativo sobre un tema que tiene mucho de escabroso y poco de jurídico con un deseo terrible por querer desentrañar la maraña que supone la perpetración de cualquier crimen. No sólo ellos, también la sociedad que espera ansiosa una nueva entrega en la que la causa judicial ofrezca datos exclusivos con los que deleitarse. Los programas de sucesos siempre han estado ahí, generando beneficios y opinión pública. Desde aquel germen implantado por Paco Lobatón con Quién sabe dónde a la sucesión de documentales americanos en los que se relatan con lujo de detalles el minuto a minuto de un crimen, imperfecto o no. Aunque el punto de inflexión en la crónica negra española televisada lo marcó la famosa conexión en directo de Nieves Herrero con el mediático caso de las niñas de Alcàsser. A partir de ahí, el crimen comenzó a nadar entre las aguas de la rigurosidad y el sensacionalismo, algo que alcanzó su culmen con la llegada a parrilla en el año 2009 del programa Rojo y Negro conducido por Nacho Abad en Telecinco. La falta de escrúpulo periodístico llevó en aquel entonces hasta un plató a la ex novia de Miguel Carcaño, siendo ésta menor de edad, algo que reabrió el debate sobre la necesidad de regular un código ético que no permitiera circunstancias tales. A la lista añadir las series televisivas que intentan acercar el trabajo del laboratorio criminológico a la gran masa que ya sabe que las manchas de sangre y de semen pueden verse con el luminol expuesto a luz ultravioleta y que lo mejor para no dejar huellas es ponerse unos guantes, a ser posible negros (cosas de la ficción). Enumeración que se engrosa con programas como Las primeras 48 horas, especiales dedicados a los sucesos más impactantes como el dedicado a la desaparición de Diana Quer (retransmitido hace unos días en Antena 3), las series de corte internacional como American Crime -premiada en la gala de los Emmy- o las policíacas de toda naturaleza (CSI, Bones, Dexter o El Mentalista). Contenidos que provocan que un género tan delicado como este se vea enturbiado por una visión banal como la que se ofrece. El tema ahora es no frivolizar, una tarea de todos

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