TV-Comunicación

Historias de Caponata

  • La primera versión española de 'Barrio Sésamo', progresista pero sin ritmo, con la fallecida Emma Cohen, no fue del agrado en el tambaleante 1980

Una gallina de dos metros y medio de alto, con peluca rosa a lo Jackson Five, dando los buenos días paseando por la calle no era la imagen más tranquilizadora para los niños de la transición. En el plató, impactaba. Su amigo de confianza era un erudito caracol también descomunal, docto, que vivía encima de una de esas tapias fronterizas de barrio obrero. La zancuda gallinácea, de ojos saltones y que hasta cantaba por sevillanas, representaba el curioso espíritu infantil. Pero no consiguió atrapar del todo a los devoradores de bocadillos que en 1980, año complicado, se cristalizaban ante el televisor pasadas las seis y media con la única cadena que emitía a esas horas y que a veces interrumpía su emisión para informar de un atentado terrorista. Emma Cohen, fallecida este julio, pasó todos los sudores del mundo bajo el cascarón de telas y plumas de la oronda Caponata, prima de Big Bird (Paco Pico), y que adoptaba el nombre del pisto italiano. Era la adaptación cañí del baluarte de la televisión educativa, Sesame Street, pináculo pop de la cadena pública estadounidense, la PBS, desde 1969. Sus personajes, obra de Jim Henson y de Kermit Love, se habían estrenado en TVE en noviembre de 1975, entre partes del equipo médico habitual que detallaba el estado del moribundo jefe del Estado. Ya en color, la cadena entonces en manos de UCD se animó a contar con sus propios segmentos en el programa de las cifras, letras y peluches que, decían, avivaba el cociente intelectual de los menudos espectadores. La intención era aportar sabor local entre el conde Draco, Pepe Sonrisas y la rana Gustavo. Un barrio con botijos, polvorones y un mecánico hippy con coleta podemita llamado Manolo, interpretado por Alfonso Vallejo, que se reconvertiría en un tipo llamado don Pimpón. Cohen, ilusionada, se apartó de su carrera en el teatro tras haberse resignado al cine de destape, para centrarse a partir de 1979 en esa gallina que le dio sinsabores y miradas de lástima cuando por la calle se afanaban en señalarla como Caponata, para incredulidad de los pequeños.

De Jesús Alcaide, el actor escondido tras el repipi (y estático) Perezgil, poco más supimos. Entre los habitantes José Riesgo era el quiosquero Braulio, que seguiría después; y la animada Adela era Conchita Goyanes, que poco años antes de fallecer tuvo una prolongada presencia en Arrayán.

En el Barrio Sésamo español de 1980 aparecían los cuadros de El Bosco y Picasso o se hablaba de reparto, fraternidad y tolerancia (el principal valor que, de forma sutil, relatan todas las historias de Epi y Blas) entre alusiones a la vida rural y evocaciones costumbristas. Todo un poco desconcertante. El vivero progresista de TVE estaba en los programas infantiles pero a esta primera intentona de Barrio Sésamo le faltó ritmo (por error de las indicaciones americanas) y le sobraron pretensiones. No terminó de gustar a nadie, para desencanto de la aguda mujer de Fernán Gómez. Madurado el proyecto, el relevo, tres años depués, atrapó: con el cándido peluche de Espinete (1983-1988). A día de hoy, faltan proyectos así.

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