TV-Comunicación

Cinco finales que nos 'mataron'

  • 'Mad Men' se despide hoy y sus fieles tiemblan al pensar que su desenlace tenga que ver con el de 'True detective', 'Los Soprano', 'Perdidos' o 'Cómo conocí a vuestra madre'. Esperemos algo mejor.

La serie Mad Men pone hoy su punto y final y los seriéfilos están ya ansiosos por conocer el desenlace que Matthew Weiner ha preparado para Don Draper, sus compañeros publicistas y su familia. El fin de una era se acerca. Otra vez.

A partir de hoy las redes sociales, los grupos de amigos y los seguidores de la serie se dividirán en dos: los que están conformes con el final, y los que no comprenden (o no respetan, o simplemente no es como ellos han imaginado) la decisión del creador, algo que sucede ante el cierre de cualquier serie con cierto renombre. Porque, si en algo es experta la ficción televisiva, es en convertir el final de una producción en un acontecimiento global que, lejos de disfrutarse, termina siendo un juicio sumarísimo a las motivaciones del guionista, sus intenciones y cada uno de los minutos que componen su creación. E incluso, años después de su emisión, un desenlace polémico continúa pesando, para bien o para mal, en la carrera del creador de turno.

La primera creación televisiva de Nic Pizzolatto se ha convertido en una imprescindible. Y con la misma velocidad que cautivó, defraudó con su cierre a todos aquellos que esperaban un episodio espectacular, en el que los buenos desenmascarasen a los malos. Lejos de deleitar al espectador con secuencias como las del cuarto episodio, de ofrecer una fábula casi ejemplar sobre unos polis incansables que combaten el crimen por muy arriba que éste habite, los seguidores se encontraron con un final pretencioso en el que los protagonistas retomaban su vieja amistad y el héroe nihilista reconocía que es humano y que un día se planteó dejarlo todo.

Nueve temporadas y 208 episodios después, los seguidores de la comedia creada por Carter Bays y Craig Thomas descubrieron que la madre sólo era una excusa. Y que los creadores debían figurar en la lista de los más crueles de la historia televisiva, por permitir que el espectador permaneciese expectante ante la premisa que plantea el título, para después ofrecerle una defunción sin ningún tipo de miramientos. Algo que, además, estaba grabado desde 2006, ocho años antes de que se emitiese. Es decir, el camino podía ser muy largo, pero el destino ya estaba elegido. El descontento fue menos ruidoso que los otros ejemplos aquí analizados porque, entre otras cosas, se trataba de una producción cómica, y comentar comedias no está tan bien visto como hacerlo con un drama.

Los finales abiertos son tan poco queridos como aquellos que finalizan sin resolver las incógnitas planteadas durante seis temporadas. Si, además, para comprender la moraleja final, hay que tener apuntadas unas cuantas frases, reimaginar la última temporada y quedarse con la profundidad de los personajes en lo que comenzó siendo una loca aventura, las posibilidades de terminar insatisfecho se acentúan. A sus creadores, Carlton Cluse y J.J. Abrams, les explotó su propia bomba en las manos, les gustó verse aplaudidos por el atrevimiento de plantar un oso polar en la selva, o atemorizar a los supervivientes de un accidente con un humo negro. Y entraron en una espiral que lejos de acercar a alguna respuesta, los alejaba de ella. Años después continúan tratando de hacer comprender el final de la serie defendiéndolo. Un a conclusión que gustó a muy pocos y prácticamente fue pionera en el desahogo en las redes sociales de sus fieles.

Polémico o no, lo que está claro, ocho años después de su final, es que David Chase no debió de hacerlo bien cuando todavía tiene que explicar qué fue de Tony Soprano. El problema del final de Los Soprano no es lo que muestra, sino lo que no muestra. Chase construyó un clímax final a base de miradas furtivas, hijas que llegan de forma apresurada y una inusitada tranquilidad. De lo que se denominó 'la incapacidad de Chase para matar a su bestia' escribieron hasta los compañeros de profesión, después de que la crítica tratase de comprender el abrupto final. Porque si algo no le gusta al seriéfilo medio es un final abierto en el que todo el peso de la historia queda en sus propias manos. Demasiada responsabilidad.

Antes de que las series se comentasen en foros y se llorasen en las redes sociales, también existían finales cabreantes que dejaban a sus espectadores con cara de circunstancias frente al televisor. Y el desenlace de la serie creada por Larry David y Jerry Seinfeld fue uno de ellos. Principalmente, porque tras nueve temporadas, algunos aún no habían asimilado que una serie sobre 'la nada' tendría un final adecuado a la propuesta. Y en este caso los creadores decidieron sentar a sus protagonistas en un juicio, para enfrentarlos a todos aquellos que, como el espectador, habían sufrido sus desmanes. Fueron hallados culpables y condenados a un año de prisión. El surrealismo de la última trama estaba a la altura de los 179 episodios previos, pero muchos de los 76 millones de espectadores que se sentaron el 14 de mayo de 1998 frente a la tele no supieron disfrutarla. Por mucho tiempo que pase, los que vieron en Seinfeld una serie sobre un cómico y sus particulares amigos, el final sigue siendo un misterio.

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