-No siempre ha podido decir que vuelve a su programa.

-Es verdad, no siempre ocurre.

-¿Y cómo se le presenta esta temporada?

-Vamos a por el segundo año de El Objetivo y queremos profundizar en tres cosas: las entrevistas, tener a los protagonistas, hacer preguntas aunque no gusten; las pruebas de verificación , donde todo el equipo del programa ha hecho un curso sobre periodismo de datos, para que ese contenido se sepa visualizar; y la tercera parte es la sección nueva, sobre la transparencia. Se llama Sé lo que hicisteis con el último contrato. Vamos a viajar cada semana a un punto diferente para ver qué se está haciendo con nuestro dinero.

-¿Qué inversiones públicas van a investigar?

-Buenas y malas. Las inversiones absurdas cuando a lo mejor en esa localidad no hay un centro de salud, pero también las inversiones idóneas, las que demuestran que todo no es malo en este país.

-En esos casos ¿qué administración estaría funcionando mejor?

-El foco ha solido estar sobre la administración central porque es la principal. Pero vamos a conocer cosas muy delirantes en los pueblos. Tenemos el caso de una población muy pequeña que se gastó una barbaridad en arreglar los puntos de penalti de su campo de fútbol, faltando servicios esenciales. Son cosas que nos irá enviando la gente

-A raíz de tanta corrupción, de la irrupción de Podemos ¿están rectificando los políticos?

-Más en dar la cara. Ahora no se lo piensan tanto. En 59 segundos sufríamos para traer a los políticos. Ahora notan que la exigencia es mayor, pero creo que lo de la transparencia aún no lo han asumido. Nos topamos con muchos gabinetes que se resisten a informarnos. No estoy esperanzada en que la Ley de Transparencia venga a remediarlo.

-¿Qué invitado le gustaría tener?

-Me gustaría, y tengo paciencia, a Mariano Rajoy. Lo entrevisté antes de ser presidente del Gobierno pero después, ni en Los desayunos ni en El Objetivo, lo he conseguido. También lo llevo intentando, desde que es presidente, con Artur Mas.

-¿No acuden por antipatía personal, porque le tienen miedo?

-No, no. Son cosas de sus agendas mediáticas, pero bueno, yo no pierdo la esperanza.

-Usted se ha ganado la fama de entrevistadora incómoda.

-Yo lo único que hago es preguntar, como tú. La misión que tenemos los periodistas es preguntar, donde sea.

-Pero sus entrevistas son observadas con lupa. Por acción o por omisión...

-Forma parte de la profesión. No puedo ser hipercrítica con la política y luego no permitir que la gente sea crítica conmigo. Lo asumo con naturalidad. Sé que la gente nos ve con exigencia y si me equivoco, admito que me critiquen. Lo que no tolero en las redes sociales son los insultos.

-¿Y usted se ha equivocado mucho en El Objetivo?

-En las pruebas de verificación, nunca. Porque el equipo es muy bueno y también hacemos un filtro muy exigente. Cuando los datos me llegan empiezo de cero el proceso pero todas esas cifras ya han sido contrastadas varias veces. No podemos permitirnos ni un fallo. En la redacción somos quince e insistimos entre nosotros.

-Se auditan unos a otros.

-Llega a ser un infierno. Somos unos frikis. El Españolisto también sigue y este domingo vamos a analizar las iniciativas de regeneración del gobierno. Cuando hablamos de los aforados nos decían que hacíamos "antipolítica" y ahora es un temazo para el Gobierno.

-¿Salimos de la crisis?

-Hay cifras macroeconómicas que dicen que no estamos al límite del rescate, sí. Pero me parece que los olvidados de la recuperación deberían ser la noticia. Tenemos 5 millones de parados y en la vuelta al cole vemos las penalidades de muchas familias. Es una indecencia hablar así de recuperación.

-¿Qué le parece la situación actual de su antigua casa, de RTVE?

-Lo veo con tristeza. Los Telediarios, Informe Semanal... Uno de los mejores piropos que recibimos en La Sexta es que hacemos servicio público. Yo creo que el periodismo es servicio público, da igual donde estés. Hay buenos periodistas en todo los medios, al margen de la imagen que puedas tener de esos medios, pero el hecho de que baje la audiencia habla por sí mismo y que el cabreo interno de la redacción crezca, también.