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Sociedad

El sur de Chile sucumbe al caos y se extienden los saqueos en Concepción

  • Decenas de personas asaltan supermercados en la ciudad y otras zonas afectadas en busca de comida y agua · El balance supera las 700 víctimas pero se incrementará con el paso de las horas

El sur de Chile permaneció ayer sumido en el caos y la desesperación dio paso a las medidas extremas como los saqueos, después de que uno de los peores terremotos y tsumanis de la historia se haya cobrado la vida de al menos 300 personas.

Los habitantes de Concepción no aguantaron más la espera por ayuda y salieron a las calles desesperados por la falta de alimentos y agua. En camionetas cargadas de personas, los penquistas (naturales de Concepción) entraron a un supermercado ubicado a un costado del edificio de la intendencia regional, ante la mirada impávida de las autoridades.

"La situación ha sido caótica desde un comienzo. Se ha intentado proteger lo que más se puede", dijo el policía Jorge Córdova.

Mientras mujeres, jóvenes y ancianos salen con las manos llenas de alimentos, bebidas, pañales y algunos artefactos, la Policía trata de controlar a la horda de personas que se abastecieron por cuenta propia. La desesperación es cada vez más notoria, mientras el Gobierno reconoce 700 muertos y dos millones de viviendas damnificadas, 500.000 de ellas gravemente.

"Esto es para mis hijos, es la única forma que tengo de alimentarlos", decía un hombre con los ojos llorosos explicando su empeño en violentar una puerta metálica para entrar en un supermercado.

"Tenemos que comer", señaló una mujer a la televisora estatal, mientras se observaba a personas corriendo con cajas de leches y otras mercaderías en sus manos, como lavadoras y televisores de plasma. "No tenemos alimentos. Necesitamos leche para nuestros niños", señaló otro hombre.

Un barco arrojado por el mar a la mitad de una plaza en Dichato, presos liberados por la Policía en Constitución y miles de lugareños viviendo en los montes son parte del saldo más visible de la tragedia. Pero el recorrido por la costa sureña de Chile delata una tragedia mayor. "A los presos de Constitución hubo que liberarlos, no estaban condenados a muerte", dijo el diputado Sergio Aguiló.

Una ola gigante tapó la isla vecina de Orrego, donde la comunidad asistía a una fiesta local, señaló el oficial. En la costa de esta zona ni siquiera quedan los escombros de las casa y locales arrancados por el mar.

"La ola se llevó al menos 20 autos", dijo José Quero, quien vigila solitario las últimas pertenencias que le quedan. Frente a su casa, un camión partido y volcado por las olas es otro testigo de la tragedia. Al lado, un cementerio destruido y con tumbas abiertas es otro narrador del desastre.

El camino hacia la vecina ciudad de Chillán esta plagado de hoyos y desviaciones. En las radios locales las personas llamados para intentar saber noticias de familiares y vecinos. El costo del desastre asciende ya a miles de millones de dólares.

Mientras, el agua lentamente comienza a escurrirse por las cañerías en algunas zonas y los vecinos más afortunados comparten el vital elemento.

Todos aguardan el socorro del Gobierno central. "Estamos esperando ayuda", dijo el teniente Torres cuando se le preguntó por el plan de acción.

En Concepción, epicentro del terremoto, gran parte de la ciudad resistió, pero hay varios edificios derrumbados y las personas continúan saqueando los supermercados, a vista de la Policía.

El terremoto de 8,8 grados en la escala de Richter azotó una extensión de 1.600 kilómetros del territorio chileno, acompañado por intensos oleajes en la mayor parte de la costa.

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