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Sociedad

Constatan daños cognitivos asociados al botellón

  • Un estudio demuestra que los jóvenes que consumen alcohol de forma excesiva en fines de semana tardan más en resolver test cognitivos. Esto se acentúa cuánto más temprana en la iniciación en el hábito.

Investigadores de la Unidad de Deterioro Cognitivo del hospital cántabro de Valdecilla han constatado alteraciones cognitivas asociadas al consumo excesivo de alcohol de forma ocasional en fines de semana, que son mayores entre aquellos jóvenes que se iniciaron antes en este patrón de consumo.

Se trata del mayor estudio de estas características realizado hasta la fecha y corrobora las hipótesis que apuntan otros trabajos que han analizado los efectos del conocido como botellón, pero además, apunta ese efecto "acumulativo", que acentúa sus consecuencias cuantos más años se lleva bebiendo de esta manera.

El trabajo, presentado por el jefe de la Unidad de Deterioro Cognitivo del Valdecilla, Pascual Sánchez-Juan; el gerente del hospital, César Pascual, y la directora de la Escuela Universitaria Gimbernat, Vanesa Pérez, ha comprobado que los jóvenes con un patrón de consumo excesivo de alcohol en fines de semana son más lentos al resolver test cognitivos. Los participantes en el estudio, alumnos de la Escuela Universitaria Gimbernat-Cantabria, realizaron las mismas pruebas que se utilizan para evaluar a pacientes con alzhéimer, en las que se miden funciones ejecutivas como la velocidad de procesamiento mental, la atención o la capacidad para cambiar de una tarea a otra. Quienes refirieron un consumo excesivo de alcohol en fines de semana (unos 60 gramos de alcohol en dos horas, equivalente a unas siete cañas) eran más lentos para resolver esas pruebas, y más aún los que se iniciaron en este patrón de consumo alcohólico más jóvenes.

El estudio, firmado por el investigador Mario Fernández Gorgojo y publicado en la revista Alzheimer, realidades e investigación en demencia, refrenda también otras investigaciones que apuntan que esta ingesta alcohólica ocasional afecta sobre todo al área del cerebro que rige las funciones ejecutivas. Se trata de la corteza prefrontal dorsolateral, una de las últimas áreas en desarrollarse dentro del cerebro, que no termina de madurar hasta más allá de los 21 años.

Esta tesis se ve apoyada también por estudios de la Universidad de Santiago de Compostela, que han comprobado mediante resonancias magnéticas diferencias de volumen en esta zona cerebral que, a la vista también del estudio cántabro, parece ser "la más sensible" a este patrón de consumo alcohólico. "Algo está pasando ahí", ha subrayado Sánchez-Juan, quien considera que estos resultados, que aportan "evidencias objetivas" de la existencia de "daño" en el cerebro por el abuso esporádico del alcohol, son una "llamada de atención" que debe mover a pensar.

Y es que, a su juicio, igual que a nadie se le ocurriría dar alcohol a un niño, "hay que tener en cuenta" que entre los 14 y 21 años el cerebro es todavía "como un niño", porque no ha terminado de madurar. En su opinión, aquellos países que prohíben el consumo de alcohol hasta los 21 años quizá se adaptan más a la "fisiología", pero ha preferido no valorar cuáles deben ser las estrategias o campañas más adecuadas para atajar este hábito entre los jóvenes.

La investigación no permite valorar aún si los daños constatados son irreversibles. Para ello se requieren estudios más amplios y a largo plazo, ha precisado Sánchez-Juan, quien ha destacado también que otros trabajos en animales indican que este consumo intermitente de grandes cantidades de alcohol es más perjudicial que el consumo regular. Los resultados del estudio presentados se basan sólo en el análisis de la mitad de la muestra realizada y en breve esperan publicar en una revista internacional el estudio completo, que confirma esas tesis.

El trabajo ha sido posible gracias a la colaboración de más de 200 estudiantes, con una media de edad de 19,5 años. De ellos, prácticamente la mitad (un 49%) se ajustan al patrón de consumo excesivo de alcohol en fin de semana, la edad de inicio en este hábito es de 15 años y llevan una media de 4,2 años bebiendo. El perfil encaja con el de la Encuesta Estatal sobre Uso de Drogas en Enseñanzas Secundarias (Estudes), por lo que los resultados obtenidos entre estos alumnos cántabros "serían extrapolables" al resto del país.

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