Semana Santa

Hundimiento para una revolución

  • El derrumbe en 1989 de la bóveda donde se guardaba el paso de Piedad sirvió para la transformación de la cofradía

FRANCISCO Molina tiene grabado con fuego en su piel aquella madrugada del 21 de noviembre de 1989. El mismo lo califica como "el peor momento de mi vida desde el punto de vista cofrade". Que te llamen al telefonillo de tu casa a las dos y media de la mañana normalmente nunca es para nada bueno y más si está la Policía de por medio. El diagnóstico: "Hay un problema en la bóveda donde tienen el paso. Acompáñenos por favor".

 

El entonces mayordomo de la cofradía de Piedad sabía que algo pasaba pero jamás se podía imaginar lo que se encontró allí. En plena noche de temporal se cambió de ropa en el mismo vehículo policial que le llevó hasta la bóveda de la calle Honduras. El fuerte temporal de poniente hizo estragos en esa zona y provocó un derrumbe en el suelo que arrastró al paso de misterio de Piedad, hasta entonces el único que procesionaba con esta corporación: "Aquello era dantesco. Sólo se veía un trozo del paso, pero el resto estaba hundido y encima le había caído un muro encima. La recuerdo como una noche muy negra".

 

Entonces el hermano mayor de la cofradía era el hoy concejal por el Partido Popular en el Ayuntamiento de Cádiz, José Blas Fernández. Francisco Molina, siendo la hora que era, decidió no avisarlo hasta que amaneciera pero a primerísima hora se puso en contacto con él. En aquel momento Fernández no fue capaz de entender el desastre que se había producido, según recuerda Molina, hasta que por la tarde ya lo vio in situ.

 

El paso estaba perdido, una obra de los Talleres Angulo de Lucena (Córdoba) de los años 70, el cual se había apoderado prácticamente del Martes Santo porque Columna y Ecce Homo también habían hecho los suyos en el mismo sitio.

 

Lo curioso es que estaba en aquella bóveda de una manera temporal debido a unas obras que se hicieron en el recinto militar donde lo tenían guardado, por lo que le cedieron esta.

Estaba a finales de noviembre y habían sufrido un golpe durísimo pero en ese momento la prioridad absoluta era conseguir un paso para procesionar el Viernes Santo.

Francisco Molina recuerda la solidaridad que recibió por parte de las hermandades gaditanas, muchas de las cuales  ofrecieron los suyos para que el Santísimo Cristo de la Piedad pudiera salir a la calle el Martes Santo, aunque eran muy pocos los que reunían las características para portar un crucificado. Finalmente el paso elegido fue del Santísimo Cristo de la Buena Muerte, por lo que en aquel mes de abril de 1990 se pudo vivir una estampa totalmente inédita para esta cofradía. Fue un Martes Santo muy curioso ya que a esto se le unió que Humildad y Paciencia procesionó ese día debido a que llovió el Domingo de Ramos. Hoy en día una decisión como esta sería impensable.

 

Pero lo que fue un hundimiento, lo que fue un desastre se convirtió en una auténtica revolución en la cofradía porque en los años siguientes se le dio la vuelta como un calcetín.

 

En aquella época en Piedad se dio la tormenta perfecta para que un paso se hundiera en una bóveda, pero también para que en la hermandad de Santiago coincidiera un grupo de jóvenes  con mucha cultura cofrade y, sobre todo, con mucho arrojo para embarcarse en una aventura como aquella.

 

Estaba claro que había que hacer un paso nuevo porque de la solidaridad y de la caridad no se podía estar toda la vida. Antes, como recuerda Francisco Molina, lo que se hizo fue un estudio a fondo de la historia de la hermandad desde sus orígenes, donde encontraron ya lo que sabían, que había sido una cofradía que había tenido una gran importancia en el siglo XVIII. El proyecto estaba claro: un modelo decimonónico, clásico que bebiera en las fuentes de aquel siglo y para ello se elaboró un proyecto que fue desde la cruz de guía hasta el paso de palio. Sí, no sólo estaban dispuestos a sustituir al que se hundió sino también a hacer uno de palio que además obligaría a encargar una nueva dolorosa. Todo eso significaba mucho dinero y mucho ingenio para conseguir recursos por todos los lados inimaginables.

 

Y bien que consiguieron muchas de las metas, aunque otras se quedaron en el camino. Pero en la Semana Santa del año 91 Piedad ya tenía su nuevo paso, que evidentemente ahí  no estaba acabado, pero que no se eternizó como los que se hacen ahora. El paso era de estilo neorrenacentista y era obra del sevillano Antonio Velázquez bajo el diseño de José Manuel Bonilla, mientras que la orfebrería que lleva este misterio es del prestigioso taller Manuel de los Ríos.

 

Curiosamente, los primeros años salieron con los faroles de humillación que habían pertenecido a la hermandad de Pasión en Sevilla.

 

El cambio en el paso había sido mucho más beneficioso porque tenía mucho más empaque del anterior.

 

Del otro lo único que se rescató fueron una piezas de orfebrería que sirvieron para hacerle la pena a la Virgen de Lágrimas, de manera que de alguna manera queda algo simbólico de aquella dantesca noche de noviembre de 1989.

 

Precisamente ese fue el otro gran proyecto que salió adelante en aquellos años y es que en 1997 el paso de la Virgen de las Lágrimas estaba en la calle con su característico palio de cajón, algo hasta entonces muy poco usual en la Semana Santa de Cádiz. El de palio tiene también orfebrería de Manuel de los Ríos (1997), salvo los varales, que son los antiguos del palio de Buena Muerte. Este orfebre realizó también en 2001 y 2002 los faroles de cola. Lleva jarras de orfebrería y cerámica de los hermanos Ramos Espinosa.

 

El paso ya es imposible verlo porque con las obras de emergencia que se llevaron a cabo, se cimentó todo el lugar donde se había creado el boquete y el paso quedó absolutamente rodeado de hormigón.

 

Molina, que fue hermano mayor de esta corporación durante 25 años, tiene muy claro que Piedad no sería la misma si no se llega a producir aquel hundimiento porque entre otras cosas, no se hubieran acometido dos pasos casi en paralelo.

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