Cofrades con historia

La Palma por encima de todo

  • Francisco Javier Lucero. Antes de ser hermano mayor de La Palma ya fue aguador de Ramón Velázquez, fundador de varias cuadrillas de hermanos y último manigueta que se vistió de romano

Ha hecho infinidad de cosas en la Semana Santa, pero su cofradía de La Palma siempre ha sido lo primero. Francisco Javier Lucero Morales es de esa generación de cofrades que vivió la Semana Santa de forma muy intensa. Ha cargado, ha sido monaguillo, ha llevado un cirio, el agua detrás de un palio, un canasto, ha tenido una responsabilidad menor en una junta de gobierno (vocal) y ha ocupado la mayor de responsabilidades de una hermandad (hermano mayor de La Palma). Y todo eso pese a su edad (tiene 41 años).

Todo empezó un Lunes Santo cuando tenía “nueve o diez años, no recuerdo bien”. Días antes, su profesor de Pretecnología –que era el hermano mayor de La Palma, Enrique Láinez– le preguntó que por qué no salía en la cofradía con la vinculación que él y su familia tenía “y me dijo que saliera de monaguillo con algunos amigos de la clase y que nos iba a dar cuarenta duritos a cada uno”. Y salió con varios amigos, “todos peinados con laca en el local de Paco Alba y los niños esperándonos fuera para darnos cates”, recuerda.

A partir de ahí siguió saliendo de monaguillo, porque hasta los catorce años no podía enfundarse el capirote. Por eso, precisamente, dos o tres años después su hermano le propuso salir en La Cena, “cuando llevaba capa amarilla”. De ese año recuerda cómo el que iba delante suya “iba todo el camino quedándose dormido y salió ardiendo porque se arrimó demasiado a la vela”.

Penitente fue también Lucero de las secciones que acompañan el Miércoles Santo al San Juan de Las Aguas. Y, por fin, en La Palma, “en la quinta de la Virgen porque mi primo Antonio (Lucero) era el jefe de esa sección”. Después llevó un canasto en las secciones del Cristo, “cuando La Palma llevaba codales, lo que era muy trabajoso porque se estropeaban y había que arreglarlos”. Pese a ello, guarda un recuerdo imborrable de sus años de canasto. “Fue una experiencia muy bonita porque los canastos eran los que subían al hospital de Mora a repartir estampas a los enfermos. Tengo un gran recuerdo de eso”.

Estos años de adolescencia en La Palma los compagina Francis Lucero con el mundo de la carga. Con catorce o quince años intentó entrar en la cuadrilla de Columna, que comandaban Ramón Velázquez y Juan Lobatón. “Ramón no me dejaba y me dijo que saliera el Viernes Santo con el agua, para poder así ir con ellos. Y salí de aguador en Victoria”. Al año siguiente, “di una tirada con el Resucitado”, añade. Y con 16 años formó parte de la primera cuadrilla de hermanos de Borriquita, en la que estuvo cinco años seguidos. Y fue también miembro de la primera cuadrilla de las Vírgenes de Salud (Sanidad) y Esperanza Cigarreras, “con Jorge Gómez”. “Siempre con mi hermano Miguel y mis amigos Vicente Rodríguez y Juan Bermejo. Ellos son mis compañeros de aventura en la carga”, puntualiza.

Precisamente, el único año que cargó Cigarreras –“que llegamos destrozados”– tuvo un incidente debajo del paso. Su entonces novia, ahora mujer, le llevó el bocadillo que más le gusta: tortilla de patatas caliente con chorizo. “Ella se acercó al paso y dijo: “Francis, el bocadillo”. Y uno sacó la mano y se lo comió. Yo no me enteré hasta que me salí”.

En estos años como cargador conoció a Benjamín Muñoz, que cuando fue nombrado capataz de Ecce–Homo le pidió que saliera de manigueta ataviado de romano. “Por la amistad que me une con él lo acepté. Y junto a Paco Tinoco fuimos los últimos maniguetas de romanos”, a lo que siguió varios años más cargando debajo del paso.

Y volviendo a su cofradía –que nunca dejó de procesionar con ella– en el año 94 entró en la junta de gobierno de la mano de Antonio Lucero como vocal adjunto a Fiscalía, cargo que por entonces ocupaba Manuel Rodríguez, el hermano mayor actual. Cuatro años más tarde, Francis Lucero sale en la terna de candidatos a hermano mayor y es el elegido, tomando posesión el 25 de octubre de 1998. “Y a partir de ahí miles de cosas, que son las que no se cuentan”...

Miles de situaciones y miles de anécdotas. Como la que protagonizó en la Estrella de Sevilla, “cuando nos invitaron a los actos de coronación y cuando firmé en el Libro de Honor de la cofradía puse Esperanza de Triana en lugar de Estrella. No veas el mal rato que pasé”.

Francisco Javier Lucero ha tenido múltiples facetas y en diversos sitios desde su niñez hasta hoy. De monaguillo a hermano mayor, pese a sus años de penitente o cargador en otras cofradías, él lo tiene claro: “siempre me he sentido de La Palma, donde he pasado muy muy buenos momentos... y también momentos muy malos”.

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