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San Fernando

La Isla premia a Adolfo Suárez y ensalza la Transición en la gran fiesta de Las Cortes

  • El Ayuntamiento entregó al ex presidente a título póstumo el Premio Cortes de la Real Isla de León, que recogió el que fuera uno de sus más cercanos colaboradores, José Manuel Otero Novas.

Como ya ocurriera en 2010 con Juan Carlos I, el 24 de Septiembre que La Isla celebró ayer tuvo dedicatoria expresa y nombre y apellidos: los de Adolfo Suárez. La gran fiesta de Las Cortes -se recordaban 204 años de aquella primera reunión de los diputados que fraguaron La Pepa y cambiaron España- se consagró al primer presidente de la etapa democrática que nació tras el franquismo como artífice fundamental de la Transición.

El homenaje, acto central de la jornada, tuvo lugar en el Real Teatro de Las Cortes, el mismo escenario en el que hace dos siglos se promulgó por primera vez la soberanía nacional, la separación de poderes y la libertad de prensa. El Ayuntamiento de San Fernando, a título póstumo, concedió a Suárez el VII Premio Cortes de la Real Isla de León 1810 a los Valores Constitucionales y a la Defensa de las Libertades Democráticas, distinción otorgada en anteriores ocasiones al Rey, a los padres de la Constitución de 1978, a las ciudades de Cádiz y Madrid, a los Parlamentos de los países iberoamericanos que se independizaron en 1810 (México, Argentina, Colombia y Chile) y, en 2012, al Parlamento europeo. Entre los amplios méritos que argumentó el Consistorio para reconocer la trayectoria del ex presidente se destacó ayer "su enorme aportación en favor del consenso entre las distintas fuerzas políticas en aras de definir un marco de convivencia que facilitase la más amplia implicación de quienes deseaban conformar una sociedad fundamentada en los pilares de libertad, igualdad y solidaridad".

De recoger este galardón póstumo de manos del alcalde isleño, José Loaiza, se encargó uno de los más estrechos colaboradores de Adolfo Suárez durante la Transición, su amigo José Manuel Otero Novas, ministro de la Presidencia y, posteriormente, de Educación, entre julio de 1977 y septiembre de 1980.

Otero Novas habló de Suárez con gran afecto para dibujar en apenas un cuarto de hora de discurso un perfil que fue del hombre de Estado y político de su tiempo, "al líder carismático, triunfador y meritorio pero exigente" sin dejar a un lado su faceta más humana, personal y cercana. "Fue un triunfador sin complejos y sin rencores", llegó a decir. Con gran admiración, ofreció detalles del trabajo desempeñado en aquel entonces en el Gobierno, codo a codo con una de las personalidades más relevantes de la política reciente. "En delicados asuntos que me encomendó negociar me marcó nítidamente los límites de la dignidad del Estado que un gobernante no puede pasar con la disculpa de resolver problemas coyunturales", apuntó al referirse también a las notas de la época que todavía atesora y que recogen las recomendaciones en las que Suárez le avisaba de "cesiones degradantes que habría que evitar, advertencias que jusifican mi orgullo de haber sido su colaborador".

El ex ministro describió también el difícil panorama al que Suárez hizo frente a mediados de los 70. "Al final de 40 años en que profetas y agoreros de todos los colores políticos de España y el extranjero anunciaban para el posfranquismo sangre, revanchas y represión, cuando apenas nadie era capaz de concebir en España un futuro sin nuevas marginaciones, Adolfo Suárez logró un viejo sueño regeneracionista: reunir a las dos Españas bajo la corona", apuntó Otero Novas al subrayar el gran éxito del presidente como artífice de una Transición "sin traumas", la libertad sin ira que cantaba el grupo Jarcha y que -apuntó- llegó a convertirse en un símbolo del momento.

Suárez no lo tuvo fácil, recordó el que fuera su mano derecha a finales de los 70, "tuvo que vencer inercias y resistencias". "Adolfo Suárez no era neutral. Procedía de una de las dos Españas que quería reconciliar. Se jugaba el pelotón de fusilamiento si no tenía éxito. Pero triunfó". Eso le granjeó enemigos en el Gobierno, siguió el relato. Desde la izquierda le recriminaban su pasado vinculado al régimen. Y desde el otro lado, la herencia del franquismo le reprochaba excesivas concesiones que achacaban a sus ansias de poder personal. A unos hizo frente al defender su trayectoria. Lo otro -apuntó al refirse a su gran sentido político- "no era así".

En esa tesitura, Suárez y su equipo dirigieron "la operación más importante de la segunda mitad del siglo XX español" para dotar al país de una democracia. Uno de los ejemplos de esa gestión, tema de rigurosa actualidad hoy con el debate de Cataluña, fue la definición de las preautonomías, en las que Otero Novas tuvo un papel esencial. De hecho, en el Boletín Oficial del Estado aparecen con su firma. Ayer se mencionaron en el discurso que se desarrolló en el Teatro. "No puede decirse sin más, como ahora se dice en muchos ambientes, que ello fuera inconveniente. Es verdad que el desarrollo del proceso autonómico, con unos estímulos erráticos e incluso torpes, han colocado a España en una zona de disparate. Dios quiera que no de desastre como ha ocurrido todas las veces en que hemos alcanzado el punto en el que hoy estamos situados. Pero eso no ocurrió bajo el Gobierno de Adolfo Suárez ni es consecuencia de la medida adoptada entonces", reflexionó el antiguo ministro.

En su intervención, Otero Novas aludió a los gloriosos años de la Transición que los españoles vivieron también con una "sensación agridulce", entre la emoción que causaban los cambios democráticos y el miedo ante las muchas dificultades que aparecían en el camino. "Con todo el mundo en crisis y en recesión, con graves problemas energéticos, con los estragos de una inflación disparada, con un tejido empresarial en pérdidas, desmoralizado, con cierres en factorías, con los trabajadores en el paro o en el miedo, con un temor muy acusado todavía a la bipolaridad, a la Tercera Guerra Mundial, con las nuevas olas de rebeldía que estaban instaladas en las sociedades occidentales...", describió al hacer una radiografía del momento.

El ex ministro habló de Adolfo Suárez como triunfador pero también de su ocaso, del distanciamiento de la sociedad española que siguió a los años de éxito "Los españoles quisieron olvidar las dificultades de un tiempo, aunque fuera un tiempo glorioso. Yo no lo censuro. Es un mecanismo psicosocial necesario para la supervivencia de las sociedades. Sin embargo, cuando ya hemos pasado página, cuando aquellos acontecimientos están ya en la historia, tenemos el deber del recuerdo y de la gratitud, el deber de rendirle un tributo de admiración", concluyó al abogar por rescatar la valía de la figura de Suárez. Ayer, La Isla brindó una muestra de este reconocimiento.

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