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Flamenco

Una noche de oro para un cantaor de plata

  • A sus 82 años, el veterano Manuel Monge recibió en el Teatro de Las Cortes el solidario homenaje del mundo del flamenco en una velada memorable

En el Real Teatro de Las Cortes se dio cita en la noche del miércoles la flor y nata del flamenco para rendir un solidario homenaje a un cantaor de plata, Manuel Monge. Un hombre humilde y de familia que, emocionado y rodeado de los suyos, presenció en primera fila el espectáculo que le regalaron, el mejor reconocimiento a su larga trayectoria.

Desde que abrió el telón, la velada prometió ser irrepetible. De las cuerdas de una guitarra sonaron los primeros acordes de un himno para la familia Monge: La leyenda del tiempo, tema que fue interpretado por un particular cuadro formado por Estrella y Gema Monge al cante acompañadas por El Pelu y Luis de Camarón al toque. La leyenda de José Monge, Camarón de la Isla, estuvo así presente en el acto desde un primer momento a través de la savia nueva de la estirpe. Después de esta emotiva introducción, tuvo lugar una resurrección artística, la de Pepe Oneto como maestro de ceremonias, un vieja escuela de la presentación de eventos flamencos que junto a la ayuda Antonio Polanco se convirtió en el anfitrión del acto.

El baile, el cante y el toque fueron las piedras angulares de la primera parte del acto, del efusivo taconeo de Virginia Vélez y su cuadrilla se pasó, según las palabras de Paco Cepero, a una improvisada "cosilla", que tocó junto a uno de sus alumnos aventajados, Paco León. Su particular interpretación de uno de sus clásicos, Agua Marina, arrancó aplausos de todo el auditorio que se levantó en un sincero reconocimiento. Este veterano guitarrista no abandonó el escenario y formó junto a otro histórico, Rancapino, uno de los dúos más ilustres de toda la noche que emocionó al respetable con una sentida soleá.

Del otro extremo de la Bahía vinieron los dos siguientes cantaores, Juan Villar y Felipe Escapachini. El primero acompañado de un ilustre tocaor de Jerez, Periquín Niño Jero, que bordó unas bulerías. Por su parte, Escapachini trajo las primeras alegrías de la noche , que con su cante unió a todos los isleños con la tacita de plata.

Un verdadero punto de inflexión en la noche la puso el chipionero Samuel Serrano, que marcó el arranque del mejor flamenco joven de la noche. Con la profundidad y el sentimiento de su cante se llegó a uno de los puntos álgidos de la velada. Con el alma el vilo se inició luego la actuación de uno de los más esperados, el gaditano David Palomar, que introdujo su actuación compartiendo con su público sus recuerdos de infancia junto a Manuel Monge en el barrio de La Viña. Palomar demostró ser uno de los cantaores con mayor proyección del panorama flamenco actual. En su espectáculo unió el cante al baile con momentos en los que abandonó el micrófono atronando el recinto con su tremenda potencia vocal. A continuación un curioso cuadro formado por miembros de la familia Monge, Juan Castilla y el violín de Emilio Martín acompañó el baile de Lidia Cabello que asombró a todos con su apasionado estilo de danza dando por terminada la primera parte del evento.

Después de un breve interludio comenzó la ceremonia de homenaje, en la que el alcalde, José Loaiza, y el delegado del cultura, Francisco J. Romero, ocuparon el escenario junto a Manuel y su familiares. Entre ellos, su cuñada, Dolores Montoya La Chispa. El momento más emotivo fue cuando los más pequeños de la saga le dedicaron un cante a capela al patriarca que difícilmente pudo contener la emoción, orgulloso de su legado.

El espectáculo transcurrió luego con más actuaciones estelares. Antonio Reyes destacó con un contenido y redondo tango y Pedrito el Granaíno también hizo lo propio con una apasionada interpretación de unos fandangos. En final de fiesta, como no podía ser de otra forma, los miembros de la familia Monge se unieron para dar por teminada una velada para el recuerdo, en la que este humilde cantaor isleño brilló por una vez más entre su gente.

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