Lesionado en el embarque del rocío La Justicia no le ha dado la razón

"Los caballos de la Guardia Civil no tienen seguro"

  • Esta es la respuesta que recibió un agente del Cuerpo de servicio al que un equino le dio una coz que le destrozó el brazo; su mujer denuncia el caso para que no vuelva a ocurrir

Le ha costado decidirse. Porque es consciente de lo que la Guardia Civil significa para su marido. Nieto, sobrino y hermano de agentes, ingresó en el benemérito cuerpo hace 21 años. Pero por eso mismo está tan dolida. Porque su marido lleva media vida jugándose la vida por la Justicia, desde aquellos primeros años destinado en el País Vasco. "Y para una vez que él ha necesitado a la Justicia, le ha dado la espalda". No obstante, quiere dejar claro que en absoluto pretende desprestigiar al Cuerpo. Lo repite una y otra vez. "Es un Cuerpo al que respeto, pero quiero defender los derechos de mi marido".

Unos derechos que, denuncia, han sido pisoteados. Mejor dicho, pateados por un caballo que, en acto de servicio, le destrozó un brazo. Y desgrana la increíble historia de la lucha que en los últimos años han mantenido para que alguien se hiciera cargo de los daños y las secuelas que a él le han quedado.

Una lucha que, en el salón de su casa de Chiclana, se resume en un montón de papeles colocados sobre la mesa. Documentos que, lamentablemente, no hablan de condecoraciones o felicitaciones por su trabajo. Sí de informes médicos, silencios administrativos, misivas denegatorias y reveses judiciales. Uno, dos y hasta tres.

"Es muy fuerte. Tú vas con tu coche, tienes un accidente, no tienes seguro y la Guardia Civil te detiene. No llevar seguro es delito. Pero ellos tienen a sus caballos sin asegurar". Trinidad, la mujer de este agente destinado en la Comandancia de Cádiz que ha decidido sacar a la luz pública el calvario por el que su marido ha pasado los últimos seis años, habla con el corazón desgarrado.

Ella y sus dos hijas, cuya infancia "él se ha perdido" cubriendo turnos, haciendo guardias y atendiendo los servicios que le asignaran, han sufrido mucho viéndolo a él destrozado. Sometiéndose a varias operaciones para terminar con el brazo izquierdo deformado, sin carne ya de la que seguir tirando para intentar ocultar la enorme cicatriz que le atraviesa el antebrazo y sin haber logrado recuperar la movilidad total.

Trinidad recuerda perfectamente la jornada del 26 de mayo de 2004 cuando su marido estaba de servicio, al cargo de la vigilancia en el embarque del Rocío del Plan Romero de ese año. Él se lo ha contado más de una vez. Que vio por el rabillo del ojo cómo un caballo del Escuadrón de la Agrupación Rural de Seguridad de la Guardia Civil, que montaba un agente, se puso nervioso y lanzó una coz. Él intentó evitar que le alcanzara al alférez con el que estaba. Le pasó un brazo por la espalda, recibiendo en el antebrazo el impacto de la pata del caballo. Al alférez el caballo acabó además pisándole un tobillo, provocándole un esguince. Él se llevó la peor parte. No en vano hacía dos años que el guardia, estando de día libre, había sufrido un accidente en el que se había roto el brazo. Por ello tenía metida dentro, para sujetar el hueso, una placa metálica con tornillos que la coz del caballo partió en dos, volviéndole a resquebrajar el hueso radio. Vuelta a empezar con una recuperación que acabó tornándose imposible.

Dado de baja, "hizo lo más normal del mundo, lo que se hace en estos casos: llamó para preguntar qué compañía de seguros tenían los caballos. Extraoficialmente, le dijeron que no tenían seguro". Sin poder creérselo, sigue relatando Trinidad, contactó con un abogado, que pidió formalmente la información. La respuesta fue la misma. "Los caballos de la Guardia Civil no tienen seguro", se recoge en otro escrito que Trinidad extrae del montón de papeles.

Al principio, le habían dado una esperanza. "Se hace cargo el Consorcio de seguros", le notificaron en agosto de 2005. Una semana después, llegó la marcha atrás: "El Escuadrón no tiene seguro para cubrir la responsabilidad civil por los daños ocasionados por sus animales. El Consorcio no responde de los daños ocasionados a las personas por los animales del escuadrón, como por error se citaba en el anterior mensaje", reza otro papel oficial que su mujer muestra.

Entre medias, el destino le había jugado otra mala pasada. La Nochevieja del 2004, de baja aún por la coz del caballo, fue a la Comandancia a retirar sus enseres de la taquilla. El suelo estaba recién pulimentado. Varios agentes habían ya tropezado. El se resbaló, cayó de espaldas y recibió otro golpe brutal en el brazo dañado. Más tornillos saltaron de la nueva placa. Una nueva operación en la que, esta vez, contrajo una infección que le mantuvo 15 días en cama. "Tampoco había seguro esta vez", relata con amargura Trinidad.

Finalmente, decidieron recurrir a los Tribunales. Con informes de los mandos en los que se reconoce que el agente sufrió dos accidentes, en el Rocío y en dependencias oficiales, y que ninguno se debió a imprudencia o negligencia suya. Interpusieron primero un contencioso administrativo, reclamando una indemnización. La Sección Quinta de la Audiencia Nacional lo rechazó amparándose en extractos de una sentencia del Supremo que, se enterarían después, dio la razón a otro agente herido en servicio. El fallo determina que "en caso de funcionamiento normal, el servidor público ha asumido voluntariamente un riesgo que, de acuerdo con la Ley, tiene el deber jurídico de soportar". De ahí que la Administración "no está obligada a indemnizarle por el concepto de responsabilidad patrimonial".

Recurrió al Tribunal Superior de Justicia de Madrid, que rechazó su apelación. Y en último término, ya en 2009, lo intentó en el Constitucional, que no admitió el recurso.

Para entonces, él estaba nuevamente de baja, pero por otra enfermedad no relacionada. Con el brazo lesionado, un año después del último percance, se reincorporó al servicio. Pero hace dos años, sufrió una enfermedad que va a suponer su baja definitiva en el Cuerpo. De hecho, en la actualidad está a la espera de que se publique su cese.

Por eso ahora Trinidad se ha decidido a denunciar su caso. "No quiero dinero. Y las disculpas ya llegarían tarde. ¿Qué hubiera pasado si la coz le da en la cabeza?. ¿Le habrían puesto una medalla sobre el ataúd?. Porque eso es lo más increíble de todo, que en ninguna de las sentencias se dice nada porque los caballos no tengan seguro, aunque es obligatorio por Ley. Sólo quiero que se sepa y que no vuelva a ocurrir".

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