Gastronomía José Carlos Capel: “Lo que nos une a los españoles es la tortilla de patatas y El Corte Inglés”

Provincia de Cádiz

Teleras a la puerta del señorito

  • "Les resulta más airoso el papel de hombres caritativos, repartiendo pan negro a la esquina de su casa, como hacían durante la Monarquía, que repartir trabajo y un sueldo equitativo y justo, como les obliga la República"

ASAS Viejas. Su nombre, casi desconocido, ha recorrido en estos días los cuatro puntos cardinales y hasta en los rincones más alejados de la Península se han referido los hechos allí acaecidos. Nadie se explica que en un pueblecito relativamente rico y donde nadie pide pan desde que se proclamó la República, haya ocurrido tan espantosa tragedia.

Durante la Monarquía, nos decían unos señores ricos del pueblo, repartíamos en esa esquina todos los días teleras de pan, pero desde que se proclamó la República nadie viene por pan, porque además del trabajo en el campo, los espárragos, que cogen niños y mujeres, y la caza, que es tan abundante, proporcionan bastantes recursos. Además, pagamos el subsidio a los parados, que son seis reales a los casados y una peseta a los solteros. Y si bien no es mucho, es preciso tener en cuenta que en cada casa hay el padre y dos o tres hijos solteros que lo cobran. Además, la vida en el pueblo es muy barata. Durante los sucesos, la aglomeración de gentes hizo subir los precios, y no obstante esto, la fonda posada, única que hay en el pueblo tenía dos precios de cubiertos, que se diferenciaban más en los precios que en la calidad y costaban seis y doce reales. El cubierto más caro de la fonda es de tres pesetas.

En Casas Viejas se respira una profunda tristeza. Recostada en una colina, nos recuerda un duar marroquí, con sus jaimas o chozas, construidas de adobes o ladrillos a medio cocer y su techo de pajas o juncos, en la parte alta del poblado, sin alineación ni higiene de ninguna clase. Chozas con dos departamentos donde comen, guisan, viven y duermen una familia compuesta, las más de las veces, del matrimonio y tres o cuatro hijos, varones y hembras. Un corralillo con muros de piedras en seco o de adobes está adosado a la parte anterior de la choza y le sirve de desahogo.

En la parte baja del pueblo está la plaza, y rodeándola se encuentran las casas de los señoritos, porque en Casas Viejas también hay señoritos. Son casas modernas, generalmente de un solo piso. El único edificio notable es la Iglesia, un hermoso edificio, sobresaliente entre todos los de la aldea, que está sin terminar y aún no se ha inaugurado. Es la obra del tiempo de la Dictadura, de la cual vimos ufanarse a algunos habitantes de Casas Viejas.

Al pie de la aldea se extiende una laguna inmensa, la laguna de la Janda, poblada de aves de marisma, y que llega hasta la misma carretera de Cádiz a Algeciras. Vista Casas Viejas desde esta carretera nos recuerda el duar de Ain Ziaten, situado en el valle alto del Lucus. Hasta la torre de la Iglesia, sin campanas aún, nos recuerda el alto minarete de la mezquita, que era también el mejor edifico del duar.

Al sudeste de Casas Viejas se ven las tierras del Estado de Castellar, que en unas 17.000 hectáreas posee la Casa de Medinaceli. Al Este y al Sudoeste se ven los Bienes y Estados que en Alcalá y Tarifa posee el duque de Lerma, que tiene en la provincia unas 20.000 fanegas de tierra.

La falta de cultura de la aldea se manifiesta por el hecho de que la mayor parte de sus habitantes no saben firmar. Sus habitantes son conocidos únicamente por sus apodos, pues el mismo alcalde, al citarle a algunos por sus nombres, no puede darnos razón de ellos.

Boticario el gitano, Pareja, Juan Sopas, El Zorrito, El Gallinito, Ciruelita, El Tullido, Seisdedos, Pinganillo, Perico Sin Hueso, Sal de Higuera, Castelar, Rompemontes, Margarito, Tragarranas y otros apodos por el estilo son los nombre con que les conoce en Casas Viejas a los que han sido principales protagonistas de los recientes sucesos.

En estos días han aparecido en la prensa algunos de estos sujetos con sus nombres y apellidos propios, y toda España se creerá que por ellos han sido reconocidos los habitantes de Casas Viejas. Nada más opuesto a la verdad. El mismo alcalde, la Guardia Civil y hasta el juez no han logrado aún averiguar los nombres y apellidos de algunos de los anteriores sujetos.

Este es el pueblo que le traspasó la Monarquía a la República. Pueden estar orgullosos los monárquicos de la herencia que le legaron. Un duar de jaimas de paja con unas cuantas casas de señoritos, una gran Iglesia sin terminar, un pueblo sumido en la ignorancia, y cuya única ocupación consistía en labrar lo que era Bienes y Estados de las Casas de Medinaceli y Lerma, en coger espárragos y en manejar perfectamente las escopetas, muchísimas de ellas antiguas de pistón, más parecidas a espingardas que a otra cosa, para cazar en la laguna de Janda. Además, en las esquinas de las casas de los señoritos del pueblo se les distribuían unas cuantas teleras de pan negro.

Nace la República como un mundo de esperanzas y una porción de hombres de buena voluntad piensan en la redención de estos pueblos miserables, porque creen que la misión de ellos es algo más que coger espárragos silvestres y teleras de pan negro a la puerta del señorito, y ponen todo su esfuerzo en la redención de estos desgraciados.

Mucho tienen y tendrán que luchar los hombres que han echado sobre sus hombros la ingrata tarea, tan difícil como meritoria. Grandes serán las resistencias que tendrán que vencer y muchos los dolores que tendrán que padecer, porque la tragedia de Casas Viejas es dolorosísima para vencedores y vencidos. En muchos años no se olvidará a los que la han vivido, porque el pueblo parece un duar medio abandonado que respira amargura por los cuatro costados.

Por un lado, los antiguos señores de Bienes y Estados presentarán toda clase de resistencia, y cuantos recursos les dé la Ley, antes de desprenderse de sus bienes. Ya el duque de Lerma tiene entablado pleitos con todos sus colonos de Alcalá y Tarifa, tal vez para no desprenderse de varios cientos de miles de pesetas en valores públicos que retiene de sus fianzas, y recursos contenciosos o contra la resolución del ministro de Agricultura, que aprobó las propuestas de revisión de rentas de la Comisión Mixta Arbitral Agrícola.

Por otra parte, a los señoritos les resulta más airoso el papel de hombres caritativos, repartiendo teleras de pan negro a la esquina de su casa, como hacían durante la Monarquía, que repartir trabajo y un sueldo equitativo y justo, como les obliga la República.

Por otra parte, algunos que se llaman republicanos tratan de reproducir el tipo del profesional de la política tan característico de la Monarquía, del político que ha de vivir de ella, y buscan adeptos por cualquier medio, a cualquier precio, prometiendo lo que saben que no pueden dar ni es posible dar. El asunto es tener votos y levantarse sobre un pedestal, aunque éste esté amasado con sangre, lágrimas, desgracias y crímenes.

Pueblos cuya característica es la incultura, como ha ocurrido en Casas Viejas, son los más a propósito para sus fines bastardos.

"A las once de la noche se presentó en el Cortijo de Cantarranas El Zorrito y nos dijo que había llegado una carta de la Comarcal, que había traído uno de Medina, diciendo que se había proclamado el comunismo libertario en toda España y que en Casas Viejas aún no habíamos hecho nada".

"Todos los que tengan escopetas (en Casas Viejas había unas 250 o más) mañana, a las claritas del día, tienen que ir al Sindicato, porque mañana es el día más grande de España".

"A las claritas del día me presenté en el Sindicato y Juan Sopas me dijo que fuera hacia el cuartel de la Guardia Civil. Al llegar a la esquina de la plaza me encargaron que quedara allí en acecho e hiciera fuego contra todo el guardia civil que apareciera, como así lo hice".

"La Comisión me encargó que viera al Comandante del Puesto y le dijera que si se entregaban no les ocurriría nada, porque se había proclamado en España el comunismo libertario y ya todos éramos iguales, pero que si no lo hacían, los matarían a todos, lo mismo que a sus familias, pues el cuartel estaba copado".

"Yo tenía medio barril de vino", dice el tabernero, "y Casares (uno de los muertos) despachó a los revoltosos una porción de copas, entregándome el importe de todas ellas".

Proclaman el comunismo, decían que todos eran iguales y pagan las copas al tabernero. De esta manera y con este lenguaje ingenuo se expresan unos hombres sencillos, ignorantes y crédulos que han sido convertidos en fieras, fanatizándolos con teorías absurdas, con noticias falsas, con promesas irrealizables y con repartos imaginarios. Mientras tanto, los verdaderos autores, cautos y precavidos, contemplan entre bastidores la tragedia.

Sobre los muertos de la corraleta de Seisdedos

Se nos ha dicho que la fuerza continuó deteniendo a los principales comprometidos. Nos han dicho elementos pertenecientes a Acción Popular que "formaron una cuerda y los mataron". Sindicalistas muy comprometidos nos han dicho que "sacaban a los hombres de su casa, los llevaban al corralillo de Seisdedos y los mataban". En los primeros momentos nada nos han dicho ninguno. Lo que sí parece cierto es que los guardias de asalto, después de ser rechazados y dejar dos de sus compañeros en poder de los rebeldes, trataron de imponerse por la violencia y el miedo, matando a algunos que no tuvieron verdadera necesidad de matar. Después, tal vez para justificar esto, reunieron todos los muertos en el corralillo de Seisdedos (después de haber ardido la casa). Repetimos que parece cierto que cometieron algunas barbaridades y creemos que fue para imponerse por el terror, como lo consiguieron, pues toda la gente de la parte alta del pueblo se marchó al campo, escondiendo o abandonando sus escopetas.

La Libertaria ha declarado en Medina que después que salió de la casa de su abuelo (Seisdedos) se marchó a su casa. Que al salir el sol fueron a su casa guardias civiles y de asalto, que pretendieron llevarse a su padre Juan Silva, apodado El Zorrito. Que ella rogó a la Guardia Civil que lo dejaran, pues no había hecho nada, y la Guardia Civil lo dejó. Más tarde vinieron por él, y por su tío político Juan Galindo, los guardias de asalto y se los llevaron. Ambos aparecieron muertos en el corralillo de Seisdedos.

Causas que a nuestro juicio han influido en el movimiento

1. La miseria moral y material en que viven en la aldea y haber perdido la esperanza en que la República pusiese término a la vida miserable que llevan. Repetidamente les hemos preguntado a varios de los que están presos qué tal les daban de comer y nos han respondido: "Muy bien, y nos dan hasta desayuno". Es decir, que se asustan de la bondad del rancho de la cárcel y de que les den desayuno. Todavía hay en Casas Viejas jornales de seis y ocho reales y la telera de dos o tres libras de pan negro.

2. La funesta lucha entre radicales y socialistas. Al proclamarse la República predominaban en Medina los radicales (los primeros gobernadores de Cádiz fueron radicales). El único concejal que había en la aldea de Casas Viejas [del Ayuntamiento de Medina Sidonia] era socialista y fue nombrado alcalde pedáneo. Empezó la lucha hasta que el concejal tuvo unos jaleos y dejó de ser alcalde, nombrándose a un radical, amigo del alcalde de Medina. Para deshacer a los socialistas se fomentó por el alcalde radical de Medina de una manera más o menos indirecta a los sindicalistas, que llegaron a dominar el pueblo, pues los obreros no podían trabajar si no pertenecían al sindicato. De los desmanes y demasías de los sindicalistas dio cuenta el alcalde pedáneo (según él mismo nos ha dicho) al alcalde de Medina, sin que éste tomara ninguna providencia ni hiciese caso de los avisos.

3. El profesionalismo político. Hay individuos que en la política han visto una profesión lucrativa y el medio de ganar una posición social que no han sabido conquistar con su trabajo y esfuerzo. Esto hace que para obtener votos en las elecciones y formarse una clientela apelen a todos los medios. Si son autoridades, tratan de hacerse agradables pero no por su austeridad, su rectitud y su bondad, sino por una excesiva tolerancia, dejando que las cosas lleguen a donde no deben llegar. Si ocupan otros cargos o no tienen influencia procuran adquirir popularidad a toda costa, aun apoyando a anarcosindicalistas. Hemos visto a republicanos que han defendido dentro y fuera del Parlamento la pena de muerte, han halagado públicamente a las derechas monarquizantes y han hecho otras manifestaciones por el estilo. Esto no ha impedido que calladamente se hayan ocupado y recomendado con gran interés a los anarcosindicalistas más peligrosos. De ello tenemos pruebas escritas.

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