Provincia de Cádiz

Las notas del leal juez republicano

  • El militar Julio Ramos Hermoso escribió en 1933 unas impresiones personales sobre la aldea del crimen

La mayoría de las personas tienden a creer que sus semejantes son de su misma condición. Es lo natural, sea uno honrado o ladrón, de buena o mala fe, transparente o retorcido. Eso fue lo que le ocurrió a Julio Ramos Hermoso hace 76 años cuando lo enviaron a Casas Viejas a investigar lo sucedido durante la revuelta anarquista en ese pueblo gaditano. Republicano, conservador e idealista, capitán de Artillería, el juez militar Julio Ramos no daba crédito a quien le hablaba de fusilamientos, de un brutal escarmiento que había dejado al pueblo atemorizado y enmudecido. No creía a quien le aseguraba que sofocada la rebelión, con el pueblo ya dominado y en calma, Manuel Rojas, un capitán del Ejército al mando de la republicana Guardia de Asalto, había ordenado detener a cuantos vecinos fuesen hallados en sus casas, había formado una cuerda con doce y, sin más, los había fusilado. El capitán Julio Ramos, militar y republicano, nunca hubiese hecho tal cosa. Y no podía creer, por tanto, de ninguna manera, que un capitán enviado a Casas Viejas por el Gobierno de la República hubiese cometido semejante crimen.

Julio Ramos (Sanlúcar, 1890- Cádiz, 1965) fue uno de los protagonistas de los Sucesos de Casas Viejas. Fue el juez militar encargado de instruir la causa abierta contra los campesinos que la mañana del 11 de enero de 1933 atacaron el cuartel de la Guardia Civil y mataron a dos agentes. Otro juez, civil, tenía encomendado al tiempo aclarar la muerte de 22 campesinos y un guardia de asalto durante la represión de la revuelta. Liberados los guardias del cuartel por los refuerzos llegados al pueblo, el combate se había centrado durante la noche del día 11 y la madrugada del 12 en la choza de Seisdedos, que fue finalmente arrasada. Seis personas habían perecido calcinadas dentro de la casa y en la corraleta de la choza había después un montón de cadáveres. La versión oficial aseguró que esos campesinos habían muerto combatiendo.

Hasta que el capitán Rojas admitió el crimen, casi dos meses después, Julio Ramos creyó que la versión de los fusilamientos en la corraleta de Seisdedos era un interesado bulo propagandístico aireado por los anarquistas vencidos que se habían alzado contra la República, por la derecha monárquica y por los republicanos radicales de Lerroux, la oposición al Gobierno de izquierdas que presidía entonces Manuel Azaña. El propio Azaña citó a Julio Ramos en las Cortes el 16 de marzo de 1933 al analizar el silencio de muchos funcionarios sobre los crímenes. No dijo nada porque honradamente los ignoraba; hasta que no tuvo noticias de la confesión de Rojas, el juez militar no dio crédito a los fusilamientos, explicó Azaña.

Hace poco más de un año, el hijo de Julio Ramos rebuscó en un cajón y halló unas interesantes notas de su padre sobre el Casas Viejas de 1933. Amigo de Alcalá Zamora, entonces presidente de la República, el militar redactó sus impresiones y se las envió al diputado César Juarros con el objetivo, escribe, de "servir leal y desinteresadamente a la República". Las notas son anteriores a la confesión de Rojas. Ramos aún no daba por ciertos los fusilamientos. Dolido ante lo que veía, le dijo a Juarros: "Deseo terminar cuanto antes un asunto en el que ha predominado más la pasión y la ambición política que el amor a la Patria, a la República y a la Justicia".

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