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Provincia de Cádiz

57 futuros

  • Seis jóvenes aprendices que acaban de iniciar su recorrido laboral en Navantia Puerto Real cuentan su experiencia, entre la ilusión y el nerviosismo, y admiten la "sabiduría" de una plantilla "que nos ayuda mucho"

Cada mañana desde hace pocas semanas, en el autobús que recoge a los trabajadores del astillero de Puerto Real hay otro ambiente. Hay otras conversaciones. En lugar de calvas o canas, se ve gomina o pendientes en la oreja. Han vuelto a la vida, incluso, paradas que estos autobuses tenían como fijas hace años y que, con el parón de actividad de la última etapa, habían desaparecido. Todo esto, de entrada, lo han conseguido los 57 aprendices que trabajan en el dique puertorrealeño. Esta imagen la retrata Paco Muñoz Morillo, miembro del comité de empresa y que, al hacerlo, incluso se emociona. "Estamos con ellos, porque son 57 futuros", reflexiona Marga Forné, otra representante sindical.

Todos cursaron estudios en el Instituto de Enseñanza Secundaria Virgen del Carmen, en Puerto Real. Históricamente, fue la Escuela de Aprendices que, nada más acabar la formación, lograba meter en la plantilla del astillero a innumerables estudiantes. Muchos de los que hoy peinan canas en Puerto Real salieron de allí.

Seis de esos nuevos aprendices relatan a este periódico cómo han vivido esta experiencia y cómo esperan que sea su futuro. Son solo un exponente de los 57 nuevos aprendices a los que unen, además del proceso de selección, otras dos cosas: ilusión por formar parte de una industria con la que han nacido; y la 'buena puntería' de haber comenzado a trabajar en el astillero justo cuando llega el primer material de trabajo, las planchas de acero, para los cuatro petroleros que construirá Navantia en esta factoría.

Antonio Reboira Rubio tiene 25 años. Como el resto, es de Puerto Real. Es el primer en contar cómo entró a formar parte de esta aventura que es idéntica a la de sus compañeros. En su caso se enteró de que Adecco, la empresa de trabajo temporal que se encargó del proceso de selección, había abierto la oferta. "Primero fui a Adecco a echar el curriculum para la fábrica de pastas Oromas, en realidad no me había enterado de lo de astilleros. Estando allí, vieron que tenía estudios de mecanizado y soldadura y me avisaron de que saldría lo de astilleros. Tardaron 10 días en llamarme". Andrés Sánchez Armario, de 22 años, recuerda que, como Antonio, también estaba inscrito en la oferta de Oromas. "Me llamaron para la primera entrevista y no me llamaron más. Iban mirando la web de vez en cuando, y fueron mis compañeros del primer grupo -hubo dos procesos de selección- los que me dijeron que habría una segunda tanda. Así lo hice y volví a meter mis datos. Ya la gente del primer grupo estaba elegida y pensé que me quedaba fuera. En dos o tres semanas me avisaron de que estaba preseleccionado. Pasé dos entrevistas y en la segunda vine desmoralizado porque había mucha gente. Yo entraba todos los días en la web de Adecco y veía más de 900 aspirantes. ¿Voy a ser yo uno de esos 27?, me preguntaba. Para mí estar hoy aquí es un orgullo".

José María Gil Morales también tiene 22 años. En su caso, recuerda que se enteró por su padre que, a su vez, fue avisado por un amigo de la oferta de Adecco. Pero cuenta que en el instituto de Las Canteras, "vino el profesor a mi clase y me lo dijo. Eché el curriculum y antes de dos semanas me avisaron para pasar la entrevista". En el mismo caso se encontró Jonathan Jarquín Falcón, de 28 años. "Me llamó personalmente mi profesor, me comentó la oferta y la eché. Hace unos dos meses ya me avisó para que me apuntara, me registré de los primeros en Adecco, porque entonces había pocas solicitudes".

Y también Sergio Casas Fernández, de 27 años. "Me enteré a través del profesor del instituto que habló conmigo, me dijo que ya había llamado a otros compañeros. Soy del segundo grupo. Ya los primeros compañeros los habían seleccionado pero me dijeron que saldría otra oferta. Entré en Adecco y me inscribí. Había mucha gente y uno nunca cree que te puede tocar. Me llamaron por teléfono y nos dieron la fecha para venir el primer día. Cuando dije en casa que tenía que coger el autobús a las seis de la mañana, para ellos fue una gran alegría".

Daniel Sevillano Martínez, de 27 años, incluso 'tira de galones'. "El curso me gustó mucho, acabé segundo de la promoción. Hice las prácticas en Bazán durante tres meses y aprendí mucho. Cuando salió esta oportunidad, me enteré cuando entró el primer grupo, uno de ellos me avisó y fui a Adecco a inscribirme y entregar mi curriculum".

A todo esto, una pega. Lo indica Marga Forné. "Solo han venido chicos. En la formación en la Escuela no hay mujeres que estén formándose en estos gremios, quizás haya que trabajar en ese sentido, que haya chicas que cuando van a plantearse qué quieren hacer, que vean que aquí tienen una posibilidad de tener un trabajo". Apuntado.

En todos los casos, al menos en los seis que han contado su experiencia a este periódico, hay otra coincidencia: su nivel de formación. Los seis han cursado grado medio de calderería y soldadura. Y todos, también, han sido ubicados en su nuevo puesto de trabajo en la misma zona, el llamado perfil C, donde dan sus primeros pasos con la máquina curvadora, el cilindro, la prensa o el corte por plasma. Están en primera línea. Pero no se amedrentan. Quieren aprender. Incluso, alguno de ellos reconoce la importancia de seguir adelante con la formación. "Siempre me ha gustado esto, me especialicé en soldadura subacuática, seguí formándome, ahora sigo estudiando otras cosas por las tardes para aprovechar esta oportunidad", dice Daniel Sevillano.

El primer día no lo olvidarán. Cada uno tiene su particular visión, pero también un nexo común: nervios y responsabilidad. Andrés Sánchez recuerda que "el primer día entré asustado, esto es enorme. La Bazán es más pequeña. Nos llevaron el otro día a ver el dique de Puerto Real y nos contaban que el dique flotante de Cádiz lo están arreglando dentro de ese dique. No lo asimilaba, pero cuando lo vi me quedé con la boca abierta". Para José María Gil, "el primer día tenía muchos nervios. Esto es muy grande. Acostumbrado al colegio y a la vida normal, y además que este es el primer trabajo que encuentro, entrar aquí es muy ilusionante. Esto no tiene nada que ver con lo que tenemos en el colegio, aquí es todo inmenso". Para Daniel, "el ambiente de ilusión se nota, de preocupación porque todo vaya bien, y nuestra responsabilidad porque vamos a poder aprender de quienes están aquí y con trabajo y sacando faena, que es como vamos a aprender". Incluso, ya piensa en el futuro: "Este mundo me gusta mucho, por eso lo estudié, y uno no veía la manera de incorporarse a este mercado laboral. Siempre te piden experiencia y si no te dan la oportunidad de entrar nunca vas a tener esa experiencia".

Otro hito para estos jóvenes (ninguno supera los 30 años), es el contacto con la plantilla. No se atreven a decirles "viejos". Son los compañeros de plantilla. Y de nuevo aparece el autobús. Lo explica Jonathan: "Cuando me monto en el autobús y veo a gente que lleva 30 años, lo que pienso es que ya es hora de que descansen, que tiene que entrar juventud en astilleros. Es una oportunidad para nosotros, pero también para la provincia. Yo espero formarme bastante bien, por ahora estoy muy contento. La plantilla nos está ayudando muchísimo, más de lo que yo esperaba, sinceramente. Aprender a manejar estas máquinas que no las tiene cualquier taller, esta es una formación específica de aquí". En sintonía, Sergio añade que "los dos años que supuestamente vamos a estar espero aprender mucho de los compañeros de plantilla que llevan aquí muchos años, aprender lo que podamos de ellos. Después, si todo va bien y hay trabajo, tener la oportunidad de quedarnos. Una vez dentro, la imagen del astillero no tiene nada que ver con la que tiene fuera. Cuando está dentro ve uno de verdad lo que pasa aquí".

En un tiempo en el que el debate público sobre los astilleros alude directamente a la necesidad de rejuvenecer la plantilla y poner en marcha cursos de formación, estos 57 jóvenes admiten su suerte. Pero lo hacen pensando más allá de este periodo en el que serán los novatos. Quieren formar parte de esta empresa y de su historia. José María lo dice bien: "Toda la gente que trabaja aquí nos ha tratado muy bien, dando consejos para que las cosas estén bien hechas. Nos dicen que tenemos que hacer las cosas bien, que esta es una oportunidad única y hay que aprovecharla. Ojalá nos pudiéramos quedar después".

Por el momento, pese a debates y plazos, el comité de empresa de Puerto Real ha logrado, con la complicidad de Navantia, lo que no se ha conseguido en años: que esas canas vean caras sin arrugas que, al igual que ellos, están deseando comerse este mundo, el de sus astilleros.

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