Provincia de Cádiz

Ni sectarismo, ni escándalos, ni liderazgo

  • Loaiza apura su primer mandato con un balance positivo pero sin alharacas El trato equitativo a los pueblos y la gestión de Recaudación son sus logros Le ha faltado ser más reivindicativo

Lejos del suspenso pero también lejos del sobresaliente. La gestión del primer año del PP al frente de la Diputación de Cádiz puede asemejarse a la de un buen estudiante que afronta un examen tipo test de 100 preguntas. Hace las 50 primeras, sabe que la inmensa mayoría de las respuestas que ha elegido son las correctas, pero por si las moscas rellena diez más. Y ya está. Al saberse de sobra aprobado, entrega el examen sin rellenar las preguntas que faltan y se va el primero del aula. No le interesa buscar una nota alta, porque tiene otras preocupaciones en la cabeza.

Desde una visión objetiva se podría afirmar que el balance de los primeros cuatro años de un gobierno del PP en la Diputación es positivo, aunque sin alharacas. La atención a los pueblos pequeños de la provincia ha sido la piedra angular de la gestión del gobierno presidido por José Loaiza, aunque también ha dejado algunos vacíos que desde fuera no se entiende que no se hayan visto satisfechos pese a disponer el PP de una cómoda mayoría absoluta.

El PP puede que repita en numerosas ocasiones de aquí a las elecciones que bajo el mandato de Loaiza la Diputación se ha convertido en la locomotora que ha posibilitado el desarrollo de la provincia, pero nada de eso parece haberse conseguido. Y la oposición, liderada por el PSOE, se hartará de trasladar el mensaje de que el gobierno provincial ha dispensado un trato desigual a los municipios dependiendo de su color político, pero eso sería faltar a la verdad.

Porque en el haber de la gestión del PP al frente de la Diputación sobresalen dos notas muy altas: la primera parte del área de Asistencia a Municipios, que, se diga lo que se diga desde la oposición, ha dispensado un trato equitativo a las diferentes localidades que cuentan con menos de 20.000 habitantes. Esto es algo que hasta reconocen -en privado, claro- varios alcaldes de la provincia que no son del PP; y la segunda nota alta viene de la mano del Servicio Provincial de Recaudación, un organismo ciertamente de marcado carácter técnico que ha mejorado su efectividad en el cobro de impuestos y tasas municipales en las poblaciones donde tiene delegadas estas competencias y que, además, se ha convertido en este mandato en un impagable balón de oxígeno que ha permitido a varios ayuntamientos con evidentes problemas de liquidez hacer frente al pago de las nóminas de sus plantillas de trabajadores municipales. Por ello, no parecen muy creíbles los argumentos esgrimidos por el alcalde de Barbate, Rafael Quirós (PSOE), para justificar su decisión -adoptada a pocas fechas de las elecciones municipales- de romper unilateralmente con Recaudación para que sea el Ayuntamiento quien a partir de ahora asuma esas funciones.

Junto a todo, es verdad que en estos últimos cuatro años la Diputación ha dejado de ser un foco de escándalos, como sí lo era no hace mucho tiempo. El sambenito del enchufismo parece haberse difuminado y, a diferencia de lo sucedido con los socialistas Rafael Román y Francisco González Cabaña, Loaiza ha sido un presidente que no ha tenido que disculparse públicamente por errores en su gestión. Román tuvo que pedir perdón por los casos de enchufismo detectados en su día en esta institución y Cabaña tuvo que hacer lo propio unos años después al hacerse público un intento de aumento de sueldo descomunal a los diputados provinciales que él mismo se vio obligado a frenar in extremis. Loaiza de momento se ha librado de un bochorno similar aunque, cierto es, lleva en la presidencia la mitad del tiempo que estuvieron sus dos predecesores.

Es más, puede afirmarse que los únicos escándalos que han surgido de la Diputación en estos cuatro años han venido desde las filas de un PSOE enzarzado en unas lamentables peleas internas para hacerse con una simple portavocía y que, salvo en los meses en los que José María Román asumió esa responsabilidad, ha estado desnortado, defendiendo únicamente un plan especial por el empleo que, curiosamente, no ha demandado jamás a la Junta. El recurso utilizado por la actual portavoz socialista, Irene García, de abandonar el salón de plenos porque no se le aprobaba una propuesta, no dice mucho de quien recurre a ello.

Y también es de agradecer que el PP no emprendiera en 2011 una caza de brujas contra los numerosos trabajadores de la Diputación que han tenido o tienen militancia socialista. Loaiza hizo cambios, como era lógico, pero para ondear la bandera blanca incluso mantuvo como jefe de áreas a funcionarios que llegaron a ocupar cargos de relevancia en el PSOE.

Pero a Loaiza le ha faltado carácter reivindicativo. Como presidente de la Diputación tendría que haber dado más de un puñetazo sobre las mesas de instituciones gobernadas por su partido por cuestiones como la Zona Franca para Sevilla, la decisión del Ayuntamiento de Jerez de abandonar el Servicio de Recaudación, el retraso en obras de infraestructuras que esta provincia sigue esperando, etc. En estos y en otros casos se echó en falta un posicionamiento enérgico del presidente de la Diputación.

Del mismo modo, tampoco se entiende las razones por las que Loaiza ha marginado al Consejo para el Desarrollo Económico y Social de la Provincia, un organismo, cierto es, ideado en su día por el PSOE pero que aglutina a todos los agentes sociales y que siempre se ha entendido como un altavoz muy fiable y objetivo de las prioridades que precisa esta provincia. Las reuniones de este organismo pueden contarse con los dedos de una mano.

Después de las elecciones municipales de 2011, y antes de desvelar quién presidiría la Diputación, Antonio Sanz afirmaba que el elegido para ese cargo se convertiría "en el líder que necesita esta provincia". Cuatro años después puede decirse que Loaiza no ha sido ese líder, quizás porque la vuelta de Sanz a la presidencia provincial del PP le eclipsó mucho; quizás porque también le hacían sombras otros alcaldes de su partido de tanto peso como los de Cádiz, Jerez o Algeciras; quizás porque ha tenido que estar muy pendiente de su Alcaldía de San Fernando, donde el PP no tenía mayoría absoluta; o quizás, sencillamente, porque debido a su forma de ser -tranquilo, sencillo, dialogante- no ha querido ser líder de nada.

Lo malo de todo esto es que da igual si el gobierno o la oposición lo han hecho bien o mal en estos cuatro años. Porque el 24 de mayo muy pocos gaditanos, por no decir ninguno, depositará su voto pensando en quién ocupará la Presidencia de la Diputación de Cádiz.

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