Provincia de Cádiz

Paco Vázquez, Arqueólogo de campo

  • Retrato a dos caras, por Pepe Monforte

Paco Vázquez le tiene tanto respeto a las frutas y las verduras que las trata como de usted, con nombre y apellido: Habichuela Pía, Alcaucil Cismero, Higo Breval, Ciruela Claudia, Cebolla Escalona. Siente demasiado respeto por un tomate para tratarlo por su nombre de pila. Su puesto del mercado de abastos de Conil, una plaza pequeña pero "empetá" de cosas buenas, amanece todos los días brillante, como las ruedas de los coches deportivos que se compran los chavales para tirarse pegotes. Él y su mujer parece que cogen cada Pera de Agua y le sacan tantos colores que le tienes que echar hasta piropos.

Paco tiene 52 años. Se llevó 21 de cocinero en el Hotel Flamenco de Conil, cuando este era el sitio de pitiminí de la ciudad, donde los alemanes descubrían la felicidad sudando a las tres de la tarde comiéndose una berza de coles (La Merkel tiene esa cara porque nunca se ha comío una berza de coles). Ni en la mili dejó Paco los peroles y cuando los comandantes se dieron cuenta en Torrejón de Ardoz de que aquel tío chiquitito de Conil hacía el gazpacho como nadie lo pusieron en un pedestal y lo metieron en la cocina del cuartel para comerse un arró con tomate antes de subirse a los aviones…la tierra no se ve igual después de haberse jamao un arró con tomate.

Pero Paco se hartó de domingos trabajando, de no ir a la playa y de no poder ver a sus hijos comerse un par de huevos con papas por las noches…los sacrificios de la hostelería. Así que decidió dejarlo y abrir un puesto en la plaza. Pero a la frutería de Paco Vázquez no se va sólo a comprar cardillos y fresones de Conil, se va a también a descubrir reliquias, a escucharle contar historias y por qués, porque Paco Vázquez es el único hombre del mundo capaz de explicar filosofía a través de los melocotones de piel colorá.

Ha escrito ya dos libros. El primero sobre el atún, cuando el rojo de almadraba na más que lo conocían en el mercado de abastos de Tokio y aquí na más que se le veía encebollao como segundo plato de los menús de obreros de la construcción. Luego ha escrito otro sobre las verduras de Conil y está madurando un tercero del que no quiere hablar mucho porque Paco es más discreto que Rajoy comiendo sopa…de sobre.

Pero además de escribir, la gran pasión de Vázquez es la "arqueología de campo", la de recuperar productos casi perdidos, de los que ha tenido noticias a través de los más viejos del lugar. Así ha logrado que varios agricultores de Conil recuperen el cultivo de los "frijones", unas pequeñas habichuelas blancas que se crían por la zona y que bien guisás, quedan más mantecosas que Dolores de Cospedal delante de un traje de mantilla.

Paco también se ha convertido en biógrafo de las "habichuelas pías", unas judías verdes que salen a escena sobre abril. Aquí también se ha aliado con otro grupo de arqueólogos de campo dispuestos a recuperar la semilla de este vegetal casi desaparecido. A esta verdura se le conoce así porque su piel a manchas recuerda a las vacas "pías", que también tienen su piel "entreverá".

Su última cruzada ha sido la de recuperar la merienda de los cines en blanco y negro de Conil: las azofaifas, una especie de manzanas de apenas dos bocaos.

Cuando te tiene aprecio, te regala flores…pero a su manera. Te sorprende con una ristra de medio metro de largo de alcauciles "enjaretaos". A ellos, a los alcauciles, les dedicó casi la mitad de su segundo libro. Comenta que lo mejor que se puede hacer con ellos es "hermanarlos" con sus primos "chicos", las habas y los chícharos…y bendecir la cosa con un chorro de vino de Chiclana.

En su currículum hay que apuntar también su condición de socio fundador de "Los Borriquetes", una entidad que agrupa a los cocineros de Conil. Cuando se le pregunta por la "tortilla de patatas deconstruida" de Ferrá Adriá, Paco responde…yo prefiero reconstruirla.

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