Provincia de Cádiz

El relato de una lucha de 49 años

  • La isleña Pilar Lobato plasma en un libro su historia y periplo por administraciones en busca de justicia por la muerte de su marido, militar fallecido en accidente en la Carraca en 1965

'Te publicamos tu propio libro' o algo parecido leyó la isleña Pilar Lobato en un escaparate paseando por las calles de Madrid. Era el empujón que le faltaba para hacer algo que le rondaba por la cabeza hacía tiempo: dar a conocer su historia, la "injusticia" que a su entender cometieron con su familia y sus hijos y que ha intentado remediar durante 49 años de manera infructuosa. Al menos así, piensa, la gente de su tierra conocerá lo que le ocurrió. 'Una vida truncada: Manuel Vázquez Rodríguez', se llama su relato.

Este es el final por ahora de lo que empezó el 16 de noviembre de 1965. Ese "maldito" día, el marido de Pilar, Manuel Vázquez Rodríguez, falleció después de tener un accidente de tráfico con su moto circulando por la Bazán haciendo sus quehaceres diario de su trabajo. "Mi marido estaba destinado en el Dragaminas Júcar, del que era suboficial de cargo, que se encontraba esos días en la Carraca. Se compró un ciclomotor para recorrer el arsenal en el cumplimiento de sus tarea y ese día le salió de un camino una moto que se lo llevó por delante, falleciendo horas después en el hospital San Carlos", recuerda esta mujer. "Según comentó a conocidos esta persona pensó que le daba tiempo pasar y aceleró", comenta. . "Y eso o ocurrió cuando mi marido se encontraba en su destino, en horas de trabajo y vestido de uniforme". Pero el caso es que nunca despertó tras el golpe.

Tras lo ocurrido, "el señor comandante del buque, como era natural, dio a mi marido como fallecido en acto de servicio", y así consta en la hoja de servicios que guarda y que trajo a la entrevista con este medio junto a otros documentos. pero el Consejo Supremo de Justicia Militar no lo consideró así. Y ahí es cuando empieza la lucha de Pilar por conseguir lo que creía justo, sobre todo para sus hijos, tres pequeños entonces. Porque, asegura, sí así hubiera sido, "no me hubiera quedado una miseria de pensión, no habría tenido que dejar la casa donde vivíamos o mi hijo hubiera tenido plaza de gracia en la escuela militar". "Además por no tener actualizada la pensión de viudedad, mis hijos han carecido de una serie de ventajas que dicha consideración les habría otorgado", explica, y le duele aún el sentimiento de indefensión sentido.

Apenas tres meses después de la muerte de su esposo, cuenta, se vio obligada a dejar su casa perteneciente a Defensa en San Fernando y terminó viviendo en Madrid para buscar trabajo y mantener a su familia de tres hijos. Después de mucho esfuerzo, trabajando en todo lo que podía, consiguió un empleo de costurera en un hospital militar donde ha estado treinta años hasta su jubilación.

Pero, sigue narrando según su relato Pilar, ni siquiera hubo juicio por el accidente y "aún estoy esperando a saber lo que pasó". "No lo sé", dice cuando se le pregunta, porque conocidos que tenía le dijeron que le estaban arreglando su asunto, porque otros le dijeron que el conductor del otro vehículo no tenía seguro, porque en otro lugar le dijeron que los papeles del accidente se habían quemado, ... "Dirían aquello del muerto al hoyo y el vivo al bollo. Yo logré 300.000 pesetas del fondo de riesgo de circulación, de las cuales tuve que restar lo que me gasté en abogados, que no fue poco", manifiesta.

Desde entonces ha estado en abogados, tanto militares como civiles, ha dado vuelta por las distintas administraciones, ha escrito a todo dirigente que se le ha ocurrido . "No he soltado este tema de la manos", narra en su libro. "Le he escrito a casi todos los ministros, menos al último porque ya para qué. Me han dado las gracias por escribir y poco más. También a la reina. Incluso por último mi abogado ha hecho los trámites con Bruselas, y el tribunal de derechos humanos, pero han contestado lo mismo".

Su vida no ha sido fácil, Pilar ha salido adelante pero ni un día se le ha olvidado lo que ocurrió. "Mis hijos me dicen a veces que lo dejé ya, que fue hace muchos años, pero yo quiero que se sepa, que lo conozca la gente de aquí". "Y me pone enferma que muchos que no murieron en acto de servicio sí consiguieron la plaza de gracia en la Escuela de Marín. Otro lograron lo que yo no pude".

Ya no busca dinero. "Sólo quiero que alguien me diga: señora, perdón, nos equivocamos con usted. Pero ni siquiera eso", lamenta. Esta es su historia.

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