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El legado mallorquín

  • Juan Llull, propietario de Hipotels y empresario clave en el desarrollo de Novo Sancti Petri, repasa su trayectoria y el futuro turístico de la zona

Juan Llull (Son Servera, 1935) está sentado en uno de los sofás del soleado vestíbulo del hotel Barrosa Palace como si fuera un turista más. No lo es. Juan Llull es nada menos que uno de los pioneros del turismo en España. Cuando no había prácticamente nada, a mediados de los 60, cuando la playa paradisíaca de Cala Millor, al levante de la isla de Mallorca, estaba rodeada de huertos, Llull, que empezó exportando patatas a Inglaterra, se alió con gente del lugar y empezaron a levantar los primeros hoteles. "Los propietarios hacían de camareros, de maitres... En 1970 me decidí a construir mi primer hotel, el Hipocampo". Su inversión no podía fallar. Llegó a un acuerdo con una de las pequeñas empresas que más tarde formarían el gigante touroperador Tui (Touristik Union International) con la siguiente premisa: "Ellos traían a los clientes a los hoteles y yo garantizaba que se iban satisfechos". Esa máxima sigue hoy vigente, cuenta orgulloso mientras charla pausadamente en un rincón de la cafetería del Barrosa Palace: "Tenemos algo más del 40% de turistas que retornan a nuestros hoteles, casi veinte puntos más que la media del sector". Cinco de sus hoteles están en el ranking 100 de Tui. Hoy en Cala Millor hay 28.000 plazas hoteleras y a Juan Llull se le trata como el artífice de todo aquello.

A finales de los 80, Juan Llull pisó por primera vez la provincia de Cádiz: "Nunca había estado aquí. Había una idea de crecer, de montar hoteles fuera de Mallorca, pero nada decidido. Fue el alcalde de Chiclana de entonces, José de Mier, el que nos trajo aquí y nos enseñó las posibilidades de lo que sería Novo Sancti Petri. No es la política, ni los partidos. Son las personas. De Mier hizo posible esta fuente de riqueza para Chiclana y era del PSOE, al alcalde de IU de Conil también puso todas las facilidades cuando proyectamos Gran Conil... esto ha hecho posible que pueda emplear a mil personas en Cádiz, con el paro que hay aquí... ¿cuánto hay?" "Un 41%, según la última EPA". "Ufff...", se lamenta cerrando los ojos. "Qué barbaridad".

No quiere entrar en pormenores cuando se le pregunta por lo que pasó con el proyecto de los hoteles de Trafalgar. "Tui construía un hotel, nosotros otro. El proyecto no tenía impacto en el paisaje. Íbamos a crear puestos de trabajo en una inversión que no podía fallar. Una vez más Tui traía los turistas. Por eso digo que son las personas y no la política. ¿Por qué no salió adelante? No tiene sentido. Era riqueza para un pueblo. 600 habitaciones, no menos de 350 empleos directos en un sector que cada empleo directo supone tres empleos indirectos más", explica Llull.

La ensenada entre Zahora y Trafalgar era una localización perfecta para la filosofía de Hipotels, que siempre ha rechazado estar en lugares masificados. Llull dice que sólo cree en lugares "con espacios abiertos para los clientes". Por eso nunca le ha interesado la Costa del Sol o el Levante. Asunto distinto fue el Flamenco, un hotel histórico de Conil y que no es el patrón de su cadena. "Estuvimos tomando café un día allí y el director general me preguntó que si me gustaba Le dije que sí. ¿Lo compramos?"

Pero pocas veces Llull actúa por impulsos. Se lo pensó mucho cuando hubo la oportunidad de saltar el charco y construir en la Rivera Maya. "En México un hotel se amortiza en diez años; aquí, en veinte". Otros, como el Sherry Park de Jerez, tardarán más en amortizarse, pero es un compromiso de Llull con la provincia. Sin embargo, prefirió no ir a México. "Quiero que el negocio sea abarcable. Cada cierto tiempo vengo a Cádiz; de vez en cuando, aunque un poco menos, voy a nuestros hoteles de Lanzarote. Pero no me veía viajando a México...".

El sello de Llull es la prudencia. No se volvió loco cuando todo el mundo cosntruía hoteles a precios desorbitados el metro cuadrado, ni se ha vuelto ahora, cuando dice que se ofrecen hoteles muy baratos en ciudades porque su negocio no es el hotel de gran ciudad. Prefiere pisar sobre seguro en terrenos que conoce. "No tengo problemas con los bancos. Trabajo sólo con un par de ellos. Me prestan dinero porque me conocen y saben que cumplo. Jamás me he metido en una inversión financiándome por encima de mis posibilidades".

Su secreto, asegura, es el trabajo. Doce horas de lunes a sábado. "Viviendo en Mallorca, no tengo yate. Mi afición es mi negocio y un poquito el fútbol". Se despide afectuosamente en el vestíbulo del hotel. Un empleado se dirige a él: "Gracias, señor Llull, aquí nos ha salvado la vida". Y al empresario mallorquín se le humedecen los ojos. "Para mí, esto me vale por toda mi trayectoria. Soy empresario. No quiero amasar dinero. Lo único que quiero es crear empleo".

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