Provincia de Cádiz

El reto de Ares y poseidón

  • Militares de la Bahía de Cádiz, de San Roque y de Cartagena afrontan los desafíos extremos del campeonato mundial de pentatlón naval que se disputa en la base sueca de Berga

 Poseidón, dios griego de los mares, tenía mijita de guasa. Lo supo bien Ulises, quien lo enfadó y pasó cuatro años tratando de regresar a su casa en Ítaca, un viaje que duraba de menos de una semana, en condiciones normales. 

Si a esto sumamos que Ares, deidad helénica de la guerra, era apodado brotoloigós (destructor de hombres), debe concluirse que cualquier desafío, concebido entre ambos olímpicos, resultará arduo hasta la extenuación.

Eso pensaba Giuseppe Vocaturo, capitán de navío de la marina de guerra italiana, cuando creó, en 1953, el pentatlón naval. Un reto infernal, consistente en una sucesión de agotadoras pruebas para militares profesionales, que incluyen un circuito de obstáculos, doble prueba de natación, carrera  náutica, tiro y cross anfibio.

 Hoy, extinguidas ya  las luces de la olimpiada en Londres, comienzan, entre sombras, los 48ª Campeonatos Mundiales de Pentatlón Naval en la base militar de Berga (Suecia), con el equipo nacional español entre los favoritos.

 Un detalle curioso. Casi todos los integrantes de esta escuadra castrense viajera al frío Norte residen en la provincia de Cádiz, el extremo más meridional de Europa. La única excepción la constituye el cabo 1º de la Armada Juan Francisco Paredes, destinado  en la Fuerza Naval de Guerra Especial en Cartagena (Murcia).

Si uno ve a los integrantes del equipo de pentalón naval español en uniforme de diario, enseguida nota la variedad de atuendos. Esto se explica porque se trata de una selección ínter-armas. Tres de sus miembros sirven en la Armada, cuatro son infantes de marina, y uno pertenece al Ejercito de Tierra.

Sí, ha leído bien: Tierra y pentatlón naval. De hecho, el mejor nadador del  conjunto es el brigada de Artillería Juan José Martín Rivera, destinado en el Grupo 1/74 de misiles Hawk-Patriot, con base en San Roque (Cádiz).

En la Infantería de Marina se encuadran el jefe del equipo, seleccionador y entrenador nacional, el capitán Juan Muñoz Nava; el sargento 1º Miguel Hidalgo Martín y el soldado Salvador Gil Martínez, auténtico punta de lanza del grupo. Completa el listado de integrantes masculinos el marinero gaditano Álvaro Sánchez-Ferragut Güelfo. 

En cuanto a las componentes femeninas, son la también marinero María José Astorga Somoza (campeona nacional y a quien una lesión impide viajar a Suecia) y la teniente de Infantería de Marina Silvia Artime Gallardo, quien tampoco podrá acudir por motivo bien diferente: se encuentra en el contigente desplegado en Líbano con motivo de una misión internacional. Precisamente estas servidumbres profesionales impiden fotografiarles a todos juntos para este reportaje.

Cuando los pentatletas navales se enfundan sus uniformes de competición (malla negra con discretos vivos amarillos en los costados y la palabra “España” al dorso) un detalle queda  patente. Ninguno es un “rambo” de gimnasio. Ya saben, ese prototipo de armario ropero, hipernutrido y superciclado. Vasily Zaizev, el francotirador ruso al que hizo famoso la pelicula “Enemigo a las puertas”,  lo sentenció  con meridiana claridad: “Un gigante fortachón tan sólo es un buen blanco”. 

En realidad, el equipo militar de pentatlón naval es el sueño de una clínica de estética: constituciones estilizadas, ágiles, potentes, fibrosas, resistentes y con músculos tan afinados como mecanismos de precisión. Dureza es la descripción que acude a la mente.

“El biotipo perfecto para este deporte sería un buen nadador con gran potencia anaeróbica”, precisa el capitán Muñoz Nava, quien sabe lo que se dice. Amén de jefe y entrenador del grupo, se alzó con el campeonato español de cross en pentatlón militar, en 1999; y hoy es uno de los escogidos  miembros del comité técnico para estas disciplinas en el International Military Sport Council (Consejo Internacional de Deporte Militar).

Cuando se le pregunta por los adversarios más difíciles, Juan Muñoz ni titubea: “Los polacos son los actuales campeones. Hicieron precisamente eso, convertir a nadadores de élite en pentatletas. Por supuesto, Suecia, nuestra anfitriona este año, Noruega, Alemania y Brasil también imponen mucho respeto. En algunos países el pentatlón naval es el deporte obligado en sus escuelas navales. Eso genera que todos sus competidores sean oficiales muy jóvenes, pero no suelen  incluir a suboficiales y soldados, como hacemos nosotros”. 

El capitán conduce luego a los periodistas hasta la carrera de obstáculos, primera prueba en las competiciones.  Se trata de un recorrido a cuyo lado la famosa “pista americana” se antoja el parque de juegos de una guardería infantil.

El circuito implica una decena de obstáculos (nueve para las féminas), sobre 305 metros infernales. O sea, 305 posibilidades de partirse la crisma.

Sin embargo, nada intimida al infante de marina Salvador Gil, pluricampeón nacional de la disciplina y lo más parecido a Spiderman  sobre la faz tierra. 

Salvador trepa, se desliza, bota, rebasa y supera todo cuanto se le pone por delante a velocidad de vértigo. Un deportista de élite logra hacer el recorrido en algo más de dos minutos. Gil tiene acreditado un 1 minuto y 53 segundos.

Un ejemplo es el obstáculo número tres, denominado barril y que en realidad es un enorme rodillo metálico cuya altura ronda el 1,65 para forzar al participante a rebasarlo deslizándose sobre  el estómago. Un caballo de hípica tendría dificultades para superarlo; Salvador Gil, no. Como una exhalación, el infante de marina arranca hacia el impedimento, bota a pies juntillas, salta hacia adelante y lo sobrevuela,  poniendo apenas una mano sobre el tope. “Lo hago para equilibrarme en la caída”, confesará luego con modestia. Lo dicho, si Spiderman existe es este soldado de 1,72 de estatura y 70 kilos.

Cambio de escenario. Piscina de la Junta Local de Deportes de la Armada en San Fernando y prueba de natación utilitaria. El brigada Juan José Martín Rivera se enfunda el bañador y se calza las aletas mimetizadas de combate. La pala de estas últimas mide 70 centímetros de longitud, sólo subir al podio de salida es ya una proeza física.

Entonces, el artillero se lanza al agua con  impulso de antílope, si  esos bichos fueran capaces de bucear luego 25 metros en apnea, recoger un “fusil lastrado” (pieza de madera con forma de arma y  rellena con varios kilos de plomo), que traslada otros 50 metros y debe lanzar fuera de la piscina. 

Tras eso, sólo le queda somorgujar a tres metros de profundidad, pasar bajo una red, emerger, avanzar  75 metros, pasar un rodillo giratorio, nadar otros 100 metros,  bucear de nuevo,  desengarzar una pesada manga de incendios hundida a tres metros de profundidad y finalmente continuar otros 125 metros a nado.  El profano se asfixia sólo con ver el itinerario. Pero el brigada Martín apenas precisa recuperar el aliento cuando sale de la piscina.

El marinero Álvaro Sánchez-Ferragut Güelfo le releva en la pileta.  “Su fuerte es la carrera naútica, pero es  muy regular en cuanto a puntuación en todas las pruebas”, revela el capitán Muñoz .

Sánchez-Ferragut entrena hoy  el tiro con la carabina del 22 para la prueba del cross anfibio y también la natación de salvamento.

A diferencia de su predecesor, a él le toca lanzarse al agua vestido con uniforme de faena, bucear 15 metros, nadar hasta los 50, quitarse el uniforme bajo el agua, mientras se sumerje hasta los tres metros de profundidad para recoger un muñeco lastrado y trasladarlo 75 metros.

¡Y todavía hablan de salir a correr una hora para hacerse catorce kilómetros! Los pentatletas son de otro mundo.

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