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Provincia de Cádiz

Un enfermo mental mata a su madre en Benalup en un brote psicótico

  • El presunto parricida, que convivía solo con su progenitora, de 76 años, la agredió a bastonazos en el salón de la casa · Los vecinos destacan el enorme cariño que el hijo sentía por su madre

Cuando ayer, sobre la una menos cuarto de la tarde, la asistenta que se encargaba diariamente del cuidado y limpieza de Andrea Román, de 76 años, con problemas de movilidad, entró en el domicilio de la anciana, se encontró con el cuadro que le hizo gritar. Andrea descansaba en su butacón con la cabeza abierta y las manos rotas por una defensa desesperada de una lluvia de bastonazos. Al lado, sentado en una silla, Luis, Luis El Capao, como le conocen en Benalup, ensimismado, miraba fijamente el cuerpo de su madre. La televisión, encendida, continuaba con la programación matinal.

Lo sucedido en la mañana de ayer en Benalup era, para muchos de los habitantes de este pequeño pueblo, un hecho inesperado, absolutamente ilógico; para otros, era "algo que se veía venir". No porque Luis fuera violento. No lo era. Más bien al contrario. Pero los episodios psicóticos del hijo de Andrea, de 41 años, cada vez se espaciaban menos en el tiempo. El pasado verano salió de la casa en la que vivía solo con su madre, a la que adoraba, según coinciden todos los vecinos, con una machota. Atravesó la alameda y bajó la cuesta que conduce a la iglesia, de la que es un feligrés asiduo y a la que acude cada domingo acompañando a su madre. Ante el estupor de quienes pasaban la noche en las terrazas del bar del pueblo, lanzó dos violentos golpes contra la puerta del templo. Sin decir una palabra, desanduvo el camino y regresó a su casa, a su cuarto, un simposio de cacharros electrónicos donde pasaba horas arreglando ordenadores y electrodomésticos o sumergido en la pantalla de su pequeño televisor.

Aquel hecho supuso su internamiento en la unidad de salud mental de Puerto Real. Allí, el pacífico Luis, El Capaor, alias que lleva en honor a su padre, que capaba cochinos, se despachó a golpes con médicos, enfermeros y celadores. Fue reducido. "Regresó al pueblo hecho un zombi", relata el propietario del kebab, que vino de Marruecos hace 18 años y ya es uno más. Su kebab linda, pared con pared, con la casa de Andrea y Luis. "Nunca he escuchado gritos en la casa ni nada parecido. Todo parecía tranquilo".

Así les parecía también en Casa Pepe (ahora Casa Flore), uno de los bares más populares de Benalup y donde Luis acompañaba cada tarde a su madre a tomar café. "El martes también estuvieron aquí. Bien, como siempre, en silencio, tomando su merienda". También les pareció así a las horrorizadas mujeres que se han congregado en la tienda de golosinas de la plaza. "Se sentaron delante mía el pasado domingo en misa. Luis, como siempre, tan atento con su madre. ¡Qué horror! ¿Qué le habrá pasado por la cabeza? Y pobre Andrea, tanto tiempo sufriendo la enfermedad, que un hijo pierda la cabeza..."

Bajan la voz en el pueblo cuando relatan el cambio que se operó en Luis, un joven que había terminado sus estudios, que tenía "una novia muy guapa", que le gustaba salir y pasárselo bien. "Empezó a trabajar hace unos diez años o más en la residencia que era de los Obreros de la Cruz, El Santísimo -cuenta uno de los taxistas del pueblo- y no sé qué pasó allí, pero fue allí cuando él cambio". Todos en el pueblo sitúan en ese momento la transformación de Luis. Por aquellos años, la residencia se vio envuelta en un escándalo por una denuncia de dos trabajadores por abusos sexuales que ni siquiera llegó a juicio y que los responsables de la Orden atribuyeron a un intento de chantaje.

Fuera lo que fuera, Luis se adentró en una profunda depresión de la que saldría un hombre hinchado por la medicación que lucía una descuidada barba. Los hermanos de Luis estaban preocupados por él y por su madre, querían un mayor control sobre la enfermedad de Luis, pero Luis no recibió ni más ni menos que los niveles asistenciales de salud mental que se despachan en nuestra comunidad. Estaba considerado como un hombre tranquilo, o eso es lo que no paran de repetir en el pueblo, y la reforma psiquiátrica entiende que estos enfermos tienen que vivir en su entorno familiar. Para algunas familias esto funciona; para otras, es un infierno. Un click de furia desató, al parecer, ese infierno ayer en casa de Andrea. La víctima fue la persona a la que más quería.

El taxi que cada lunes y miércoles llevaba a Luis a las ocho y media de la mañana a El Puerto a la unidad de rehabilitación, un centro de día para enfermos mentales donde se realizan talleres, se quedó ayer plantado. Luis ni acudió la cita ni contestó a las llamadas de los taxistas, que le definen como un hombre "unos días afable y parlanchín y otros días absolutamente silencioso, mudo". Luis había decidido no ir a El Puerto. Aproximadamente, cuatro horas después se producía la agresión a Andrea, la escena con la que se encontró la asistenta, que rápidamente llamó al hermano de Luis, que lleva la farmacia de Benalup. El hermano encontró a su madre aún con vida pero los efectivos sanitarios que acudieron no pudieron hacer nada por salvarla poco después.

Luis fue detenido y trasladado al cuartel de la Guardia Civil de Benalup. Agentes de la Unidad Orgánica de la Benemérita recogieron pruebas hasta las cinco y media de la tarde, hora en la que el juez de guardia ordenó el levantamiento del cadáver.

Mientras, en la alameda, junto a la casa precintada, los cámaras de los programas de televisión vespertinos cogían curiosos al azar. Un joven que sólo conocía a Luis de su etapa enferma declaraba: "Siempre andaba como desconcertado, muy metido en sí mismo, como metíop'adentro". Ese p'adentro era el sufrimiento de Luis porque había dejado de ser Luis.

El Ayuntamiento de Benalup, una tranquila población conmocionada por el suceso, decretó ayer dos días de luto oficial como muestra de dolor.

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