Ha venido hasta Cádiz porque ayer por la mañana tenía que sentarse en el banquillo de los acusados por una demanda que ha interpuesto a la asociación del Defensor del Paciente, que ella preside, la Corporación Dermoestética. Por daños a su imagen. Gajes del oficio de una mujer ya curtida en estas batallas. Hace 25 años dejó su trabajo de peluquera para dedicarse en cuerpo y alma a luchar contra las negligencias médicas. Carmen Flores, natural de Madrid, 63 años, aún se emociona cuando recuerda qué fue lo que cambió su vida. Madre de una hija, pero también madre de un hijo "víctima de negligencia médica", Miguel Ángel, al que, en plena adolescencia, varios errores médicos terminaron dejándolo postrado en la cama, tetrapléjico. "El precursor del Defensor del Paciente fue Miguel Ángel", suelta mientras se le humedecen los ojos de lágrimas. "Me sentí tan indefensa que yo entendía que había que hacer algo. Es para lo que vivo, para evitar que a otros les pase lo que le pasó a mi hijo. Si sólo logro evitarlo en un caso, con eso ya me doy por satisfecha". Y así piensa seguir hasta que muera. Ella. Porque su hijo, Miguel Ángel, falleció en febrero, con poco más de 40 años.

Reconoce que no tiene buena prensa entre los médicos y las clínicas. "En Internet, me han puesto una foto mía con el rostro deformado, con cara de demonio". Eso, lejos de abatirla, le da más fuerzas. "Me hace sentirme orgullosa de lo que hemos ido logrando desde que creamos la asociación, en 1997". No quiere ir de víctima. Antes al contrario. Sostiene, y lo dice de corazón, que las negligencias médicas "perjudican tanto al paciente como al profesional. Les quita credibilidad. Aunque no es justo meter a todos en el mismo saco. Nos gustaría que el buen profesional no amparara al malo". Pero, por desgracia, sabe que lo hacen, corporativismo puro y duro, el "hoy por ti, mañana por mi".

Una mueca de sarcasmo le asoma al rictus de la boca. Cuenta que la historia de su hijo, su propia historia en definitiva, es "rocambolesca". Su hijo, al empezar a crecer, comenzó a sufrir una desviación de columna. Había que intervenirlo "y le pusieron cinco años en lista de espera". Pronto le salió la vena reivindicativa. "Denuncié en el Juzgado, y Diario 16, que todavía existía, se hico eco del caso". Les dieron cita para la operación. Para entonces, a su hijo había que hacerle dos intervenciones. "Nos ingresaron y estuvimos ocho meses y medio en el hospital. Y fueron seis intervenciones. Le operaban y se equivocaban. Nos 'regalaron' cuatro operaciones. Bueno no, cinco, porque por la espera la primera prevista pasaron a ser dos". Él tenía 16 años. "Yo se lo dije a él. Vamos a hacer una asociación. Y él me dijo: sí, mamá, que no le pase esto a nadie más".

Y mamá sigue. Y con ella, otros miembros de la asociación que se han ido sumando. Como el secretario, cuyo padre también murió por un error médico. Y su red de abogados, entre ellos, el adscrito en Cádiz, José Luis Ortiz, todos muy involucrados porque "o ellos mismos o seres muy cercanos han pasado por algo parecido". Por ello tienen "muchos odios". Pero también muchas recompensas. "Yo llamo a un hospital o a un gobierno autonómico, o una consejería, digo soy la presidenta del Defensor del Paciente. Y hacen caso. Me agrada, no por mi, sino por el paciente, que sé que le van a atender".

Carmen, que no cobra absolutamente nada de la asociación, que ella misma ha comprado el local de la sede y que vive de la pensión de su marido, se harta de trabajar. Al día recibe una media de 40 reclamaciones. No todos son negligencias porque muchas veces, "pacientes que se han sentido maltratados, lo interpretan como negligencia. Pero sí una buena cantidad. "En más del 50% de los casos, hay una supuesta negligencia detrás. Es un porcentaje bastante elevado. Porque se ha acrecentado con la crisis, debido a que hay mucho profesional mal pagado o que no es el adecuado a causa de los recortes".

"Yo quiero un médico bien pagado y descansado. Es el que me sirve. No mal pagado y colapsado, que no da garantías. Y hablamos de vidas. Los médicos no tienen la culpa. Ellos mismos debieran rebelarse", apunta con convicción. Entre la sanidad pública y la privada, se queda con la primera. "Como la pública nada, siempre la defenderé aunque se están notando los recortes".

No quiere ni oír hablar de la posibilidad de que el nuevo Gobierno del PP acabe imponiendo el copago sanitario. "No tendrían vergüenza si cobraran, porque pagamos todos para todos". Pone como ejemplo a su marido, jubilado, con una pensión de 2.500 euros ("gracias a ello, puedo dedicarme a esto"), al que le retienen 500 euros. "Sería una desvergüenza notoria, bochornoso y una falta de sensibilidad tremenda", clama con indignación, al tiempo que vaticina que, en ese caso, mucha gente dejaría de ir al médico. "Porque muchos, con 400 euros de pensión, no tienen ni para comer". Advierte que entonces, los artífices del copago serían responsables de lo que pudiera ocurrir. Y se indigna al pensar que los recortes puedan venir por ahí, en vez de "por donde deben de venir, por la rebaja de altos cargos. En Cataluña, donde planean una burrada de recortes, tienen como asesor de sanidad a Carod-Rovira cobrando 6.000 euros al mes. De ahí es de dónde hay que bajar y no ir siempre al más débil".

Admite que le gustaría que Mariano Rajoy nombrara a Ana Pastor ministra de Sanidad, aunque abiertamente confiesa que no ha votado al PP. "Pero cuando fue ministra del ramo, nos atendió. Me parece bastante coherente y además, se ha manifestado en contra del copago. En cuanto aterrice ella o quien sea, le vamos a pedir una entrevista". Y lamenta que, aunque lo pidió, nunca fue recibida por la socialista Leire Pajín.