Provincia de Cádiz

"Me voy con mucha pena, pero feliz por haber ayudado a tantos enfermos"

  • Tras quince años de dedicación plena a quienes sufren las consecuencias del sida, Sor Trinidad abandonará en breve el centro en Chiclana para emprender una nueva labor solidaria en un geriátrico de Lebrija

Durante quince años le ha tocado ver la cara más dramática del sida. Su "lucha en favor de mis niños", como le gusta decir, le ha deparado momentos tristes y felices y, sobre todo, la admiración y el agradecimiento de enfermos, ciudadanos y administraciones.

Ahora, con "mucha pena", esta Hija de la Caridad, que asegura que sigue sin acostumbrarse a ver a los enfermos terminales morir, se dispone a iniciar un nuevo servicio en favor de los necesitados en un geriátrico de Lebrija. Una tarea que afronta y espera con "felicidad y obediencia" mientras que, con su mirada serena y suave voz, recuerda algunas de las experiencias vividas en Gerasa.

-A usted le tocó vivir los años más difíciles y convulsos tras la aparición del sida, ¿qué recuerdos tiene de aquella época?

-Todos los inicios son complicados y más aún cuando hablamos de una enfermedad que hizo mucho daño y de la que había poca o mala información. Recuerdo que cuando nos instalamos aquí tuvimos que ir convenciendo poco a poco a los vecinos que se oponían al centro de que, por ejemplo, el sida no se lo iban a transmitir a sus hijos los mosquitos. Afortunadamente, esa información fue calando y nos fueron aceptando con agrado hasta hoy.

-¿Fue quizás ese estigma social un peso añadido para quienes en esa primera época se enfrentaron al sida?

-Sí, pero es un peso que aún soportan hoy, ya que sigue existiendo la creencia, aunque menor que entonces, de que el sida se transmite por un simple beso. Yo lo único que les puedo decir es que llevo 15 años tratándolos, curándolos y abrazándolos y aquí estoy, sana.

-Centrándonos en los enfermos, ¿ha cambiado mucho su perfil social o las circunstancias que les llevan a contraer la enfermedad

-Socialmente, aunque nadie está libre de contraer enfermedad alguna, es cierto que, al igual que años atrás, siguen siendo personas, en su mayoría, pertenecientes a familias desectructuradas. Muchos con historias dramáticas a sus espaldas que a veces me pregunto cómo las han podido soportar y si yo sería capaz de soportarlas. Personas que, pese a todo, siguen siendo ejemplos de solidaridad y valentía en su afán por superar la enfermedad y dejar las drogas.

- Supongo que también ha cambiado el perfil de las adicciones y las secuelas.

-Hace años la mayoría de los enfermos estaban enganchados a la heroína y la huella en sus cuerpos era evidente. Ahora, por contra, la principal adicción es la cocaína, una droga que deja graves secuelas sicológicas, por lo que, si cabe, hay que ser más pacientes en el trato.

- ¿Sólo pacientes?

- No, evidentemente no. Hay que tener una gran vocación de servicio en favor de los más necesitados y, sobre todo, transmitirles mucho cariño. A veces un simple gesto de cariño, escucharles con atención y acompañarlos en su sufrimiento vale tanto o más que la medicación para que afronten su realidad y asuman el reto de seguir adelante y vivir.

-¿Guarda alguna anécdota en especial de estos 15 años de servicio?

-Ninguna es especial. Eso sí, recuerdo que una vez tuve que salir a buscar a un enfermo que se me escapó a Puerto Real y que otras tantas veces he tenido que salir linterna en mano para buscar a alguno que otro.

-¿Hay que ser de una madera especial para implicarse de esta manera con quienes lo necesitan?

- No, simplemente hay que tener vocación de servicio y ganas de dar mucho amor y comprensión, poco más.

-¿Qué le sigue costando más a la hora de enfrentarse día a día con el sida?

- Nunca me acostumbraré a ver a alguien morir, sobre todo, como ha ocurrido en ocasiones, cuando se trata de personas jóvenes, con toda una vida por delante.

¿Cree usted en lo que se ha dado en llamar crisis de valores?

-No. Lo que ocurre es que tenemos la tendencia a fijarnos sólo en lo malo. Las personas y sobre todo los jóvenes están llenos de valores, lo que ocurre es que hace falta que afloren. Un ejemplo claro de estos valores y compromiso es la cantidad de personas que de forma voluntaria han colaborado en Gerasa durante todo este tiempo y que han hecho tanto bien a más de 700 enfermos.

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