Pasarela

Rocío, la torre desbaratada

  • La cantante fallecía hace nueve años y encontraría ahora un paisaje familiar irreconocible con la cárcel de su viudo, la ruina de su hijo José Fernando, la venta de la finca Yerbabuena o la mala relación de su hija Rocío con su nieta.

Ya nada volverá a ser lo que fue en el entorno de la familia Mohedano. Hace nueve años que falleció quien ejercía de matriarca sin realmente serlo, Rocío Jurado, médula y pegamento de la familia y realmente pilar de la economía de todos en una carrera profesional de casi medio siglo. El cáncer prematuramente acabó con la cantante. Y con la enfermedad todo se vino abajo. O todo terminó de desbaratarse, como torre de arena coplera.

Con el espectro de los meses de sufrimiento, el viudo de Rocío, José Ortega Cano, comenzó una cuesta abajo vital, económica y existencial que acabó estampada en un tope dramático: la muerte del infortunado Carlos Parra, el 28 de mayo de 2011. Fue en la carretera que llevaba a la finca Yerbabuena, donde idílicamente, de cara revistas y reporteros, había vivido el feliz matrimonio. El cáncer lo rompió todo, pero el mal ambiente familiar ya se venía barruntando. Ortega Cano vendió la finca por casi 6 millones de euros hace dos años, a la peruana Rocío Torres Carcasi, y desprendiéndose de la dehesa dejaba atrás recuerdos y también ponía tierra de por medio a problemas y fantasmas. Quiso beneficiarse del indulto y ahora en un centro de reinserción madrileño apura los dos años y medio de condena por el accidente mortal. A sus 61 años (la misma edad con la que falleció Rocío), ha disfrutado de un breve permiso donde ha podido estar con su actual pareja, la sanluqueña Ana María Aldón, y su primer hijo natural, José, que se está criando en Madrid. La mujer, de 37 años, y que ha venido a descartar un segundo embarazo, aguarda a que se cumpla la condena para casarse con el torero.

En aquel declive que vivió Ortega, entregado a fiestas y desidias, dio por imposible a su hijo adoptado, José Fernando, incorporado a la familia cuando tenía 6 años, y su hermana Gloria Camila, con 3, traídos de Colombia. El dinero dejado en herencia por la fallecida fue dilapidado por el joven al cumplir la mayoría de edad en junio de 2011. Una farra constante, entre las peores compañías, inclusive drogas, que también concluyó en la cárcel. En noviembre de 2013 era detenido por agresión y robo a las puertas de un club nocturno en Castilleja de la Cuesta. La condena la ha reducido tras un tratamiento en la clínica López-Ibor. Su hermana ha sido un apoyo para lo que parece una recuperación que ha llevado a reconciliarse con el padre. Con su hermana Rocío, administradora de los derechos de la cantante, las relaciones estaban rotas desde atrás.

Los Mohedano no se llevan bien entre ellos y eso les sirve para cotizar y aprovechar sus apariciones televisivas. Por sí mismos no serían nada. La aureola de haber formado parte del clan chipionero les abre las puertas de los platós y la persecución de las cámaras. La televisión siempre ha estado ahí para brindarles recursos económicos en tiempos difíciles. José Ortega Cano participó en Mira quién baila de TVE; Rocío Carrasco lo ha intentado en varios programas; su ex, Antonio David Flores, es capaz de comentar lo que haga falta; y el matrimonio de Amador Mohedano, quien fuera representante de Rocío, y Rosa Benito, la peluquera, ha sido un puro reality durante años. Siempre hay un Sálvame o, peor, un Mujeres y hombres, para ambos, rota y pisoteada la relación en varias ocasiones. Benito llegó a vencer en un Supervivientes mientras a su marido, en España, se le comían los celos. Con esta merienda tuvieron para varios años. Rosa ha formado pareja artística con su hija, Chayo Mohedano, a ver si la copla suena por casualidad. Hasta los amoríos de la sobrina escupieron personajes de usar y tirar, como Antonio Tejado, padre del hijo mayor de Chayo.

Rocío Flores, recién cumplida su mayoría de edad, la hija del matrimonio de Rociito y Antonio David, promete muchas más portadas con la tensa relación con su madre. Desde hacía tres años vivía con su padre, y ha entrado en el rifirrafe de lo mal que lo pasaba con su madre y su pareja, Fidel Albiac, relación que, por cierto, ya ha rebasado los quince años. Hace veinte lo que aparecía en las revistas era el noviazgo de la mimada hija de Rocío y Pedro Carrasco con el guardia civil que terminó siendo expulsado del Cuerpo. Hace veinte años, en Yerbabuena, se casaron Rocío Jurado y Ortega Cano, segundas nupcias para la impetuosa chipionera. Y en abril del 96 lo hacía la hija, en aquella fiesta en la que el torero canturreó lo de "y estamos tan a gustito". Un "a gustito" que apenas se ve en sus vidas. Con aquellas imágenes la tele, esa televisión que se reboza en la vida de los famosos que fabrica, confirmaba que los Mohedano y sus castas iban a darnos muchas horas de programación y voceríos.

Hay Mohedanos discretos, como Gloria, la hermana de la matriarca, la que sigue viviendo en Chipiona donde se aguarda que se abra el museo que haga permanecer en la memoria que Rocío Jurado era muchísimo más que la crónica de sucesos y las broncas de realities de casi toda su parentela.

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