Pasarela

'Star Trek', la ciencia ficción como alegato contra el racismo

  • El productor Gene Roddenberry ideó las aventuras de la Entreprise como un entretenido soporte para transmitir ideales de fraternidad entre los pueblos

Una vida intensa, en la guerra y en la policía, labra tantas experiencias que de la imaginación manan los argumentos de series y películas sin querer. Genne Roddenberry, tras sobrevivir en primera línea en la Segunda Guerra Mundial y dedicarse durante más de diez años a las calles de Los Ángeles (llegó a ser sargento de la policía), amontonaba guiones y su vida terminó convirtiéndose en el propio argumento de sus ficciones. La fantasía podía ponerse al servicio de la realidad, del realismo; y la televisión, con menos presupuesto que la pantalla, era un buen soporte para desarrollar a fondo personajes y su ideología. Roddenbery, un tejano de pura cepa, fue consciente de que los ideales podían ir de la mano de las aventuras. Su principal universo, Star Trek, nació como una serie del espacio, pero con un calado fraternal que convirtió las peripecias del capitán Kirk (un William Shatner que nunca imaginó hasta dónde iba a alcanzar su personaje) en una odisea astral en contacto con otras civilizaciones y razas.

Star Trek se estrenaba en la cadena NBC en septiembre de 1966, en plena oleada de conflictos por la equiparación de derechos entre blancos y negros. La nave Enterprise era un velado estandarte de la integración y la normalidad, en un futuro modélico y esperanzador, un siglo XXIII de concordia.

Mr. Spock era diferente pero igual a nosotros: no era negro, pero tenía las orejas puntiagudas. El personaje de Leonard Nimoy era un emisario sideral de Martin Luther King, aunque pocos lo tuvieran claro en su momento. Ese mensaje de diferenciación y normalidad, entre líneas, latía en comedias como los Monsters o los Addams.

Ante un Perdidos en el espacio que era una traslación de tebeo, Star Trek se presentaba metafísica e inquietante para los espectadores de la época. Spock y compañía estuvieron tres temporadas y Roddenberry hizo lo que pudo. En España pasó de largo y un público de TVE entregado a las adaptaciones literarias y a la evidente acción de El Santo o Los intocables no terminó de valorar la original propuesta estadounidense.

El resto de la historia de Star Trek se agiganta en forma de leyenda. Las nuevas generaciones fueron descubriendo la dimensión de estas aventuras que tuvieron su continuidad en dibujos animados y, en 1987, en la revisión de Star Trek: la nueva generación, siete temporadas que convivieron con las versiones cinematográficas de aquella década y que han ido sucediéndose hasta nuestros días para delirio de los trekkies y los seguidores del ficticio idioma klingon.

Roddenberry, el primer sorprendido del impacto posterior de sus criaturas, falleció en 1991 (preparaba la quinta temporada de la revisión) y sus cenizas fueron dispersadas por el espacio a través de un satélite español, el Minisat 1, en 1997.

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