Efecto moleskine

Ana Sofía / Pérez-Bustamante

Lampedusa en el espacio aéreo

EN un delirio imaginativo he llegado a pensar que el pollo aéreo de Barajas ha sido provocado. Me explico. Está feo que un gobierno ultratalantoso se muestre autoritario y neoliberal: es mejor ir dejando que las situaciones se pudran antes que adoptar medidas impopulares, y cuando ya no hay más remedio, tirar de decretazo. En efecto, uno se imagina que el gobierno español podría haber hecho promulgar el Real Decreto del cómputo de horas de los controladores antes o después del puente de diciembre, y solucionar el tira y afloja en días (o meses) laborables. Pero no: han tenido que esperar al puente de la Constitución y, sobre el clamor popular de los 600.000 damnificados, decretar el estado de alarma (o sea de excepción), y militarizar el servicio sin que los intelectuales orgánicos bienpensantes se les echen encima por abuso antidemocrático. Según mi pensamiento (ya digo, paranoide), el gobierno no tendría reparo en dejar a medio de millón de españoles tirados con tal de evitar tomar preventivamente una medida (de fuerza) que podría granjearle respuestas enconadas de otros sindicatos en un momento en que el país, hundido en la crisis, está hasta las narices (o sea, muy sensibilizado). Tal como se han sucedido los acontecimientos, nuestro pesoemaquiavelos explotan el justo resentimiento que los españoles sentimos por los colectivos profesionales con capacidad de extorsión y sueldo de privilegio. Otra cosa es que uno recapacite y se diga: bueno, y para qué. Al fin y al cabo, sigue sin haber controladores militares que estén capacitados para regular el tráfico civil, seguirá sin haber controladores civiles para aumentar la plantilla, volverá a haber huelga en los aeropuertos en otro momento vacacional al rojo vivo, y dentro de poco les llegará el turno a los servicios municipales de recogida de basura (si no es en Navidad, será en verano). A todo esto, el odioso controlador de los 300.000 euros anuales al menos lleva a cabo un trabajo cualificado y de responsabilidad y lo hace con competencia: no se puede decir lo mismo de la multitud de cargos políticos que se forran a costa del erario público sin estar cualificados, sin ser competentes y sin asumir ningún tipo de responsabilidad. Esto es lo que yo pensaba. Pero me dice un amigo que no: que todo ha sido carambola. El gobierno carece de capacidad de previsión, y el sindicato de controladores no tiene tampoco dos dedos de frente. ¿Moraleja? Pues lo que escribió Lampedusa: "Algo debe cambiar para que todo siga siendo exactamente lo mismo".

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