La firma invitada

José María Moncasi De Alvear

Diego de Alvear, héroe olvidado de las Cortes

EL pasado 5 de mayo, el Instituto de Historia y Cultura Naval, dirigido por el almirante Rodríguez González-Aller, organizó unas jornadas en Cádiz en el que analizaba el papel que desarrolló la Armada en la defensa del asedio francés a la villa así como su estrecha vinculación histórica con San Fernando. Durante su breve alocución, el almirante subrayó no sólo el papel colectivo de la Marina sino también las gestas de héroes individuales como el capitán de navío Diego de Alvear y Ponce de León, "un nombre -recordó el almirante- que sonará a muchos isleños pero cuya importancia como defensor del último baluarte de la España libre no es del todo conocida".

Aprovecharé que ayer la Real Villa de la Isla de León celebraba los actos institucionales conmemorativos del Bicentenario, para relatarles brevemente los hechos que tuvieron lugar en San Fernando y Cádiz los años previos a los actos que estos días se conmemoran. El 16 de agosto de 1807, dos años después de regresar a Madrid de su internamiento en Londres (ya se sabe, tras la tragedia de 'La Mercedes') Alvear es destinado al departamento de Cádiz, como Comisario Provincial de Artillería y Comandante del Cuerpo de Brigadas de Artillería, cargo del que tomó posesión del 15 de septiembre, iniciando inmediatamente la reorganización del Arma. A la Isla llegaron tiempo después once mil hombres, a cuyo mando estaba el Duque de Alburquerque, que intentaron contener a las fuerzas galas. El día 9 de febrero atacaron ya las líneas los franceses, falleciendo al momento más de treinta hombres del Duque. Alvear entonces le rogó que retirase sus tropas, añadiendo: "Yo me encargo de limpiar el campo de enemigos muy pronto". El general se resistió, pero tras las repetidas demostraciones de Alvear del gran poder de la artillería que enfilaba al enemigo, le dijo muy alterado: "Bueno, voy a retirar la tropa; pero usted será responsable de lo que ocurra". A lo que contestó Alvear con gran tranquilidad: "Respondo de lo que ocurra". Con gran energía el de Alburquerque le replicó: "Pues sobre su cabeza de usted va"; y Alvear con serena firmeza terminó este violento diálogo diciendo: "Sobre mi cabeza venga". En efecto, retirada la tropa, empezó Alvear tan nutrido y acertado fuego, apuntando por sí mismo los cañones, que en breve rato cedieron los enemigos, desapareciendo por completo. Con tan patente prueba logró convencer este ilustre marino a todo el pueblo, a sus autoridades y al gobierno de que no eran vanas sus palabras al afirmar "que los franceses no entrarían en la Isla por más que hicieran" y que mientras él mandase la artillería "no entrarían", afirmación fundamentada en el estudio que durante más de un año y medio había realizado del terreno, y de la confianza que tenía en los artilleros de Marina.

Tranquilos los ánimos, confió el Duque al respetable Alvear el mando de toda la artillería de mar y tierra y al mes siguiente la Regencia le nombró gobernador político y militar de esta Isla de León, confiriéndole además el título de corregidor de ella, de la Junta de de ella, con las presidencias de las Juntas del ayuntamiento, sanidad, abastos, represalias, la subdelegación de hacienda y demás cargos anejos a la jurisdicción ordinaria y militar, con el mando en calidad de coronel del regimiento de Milicias Honradas, compañías de Salineros, Cazadores y la comandancia de los Escopeteros; quedando constituido como única autoridad militar, civil y popular de esta villa. Al marino Alvear se le encargó la búsqueda del lugar donde ubicar las Cortes Generales y Extraordinarias de la Isla, responsabilizándose de asentar el Consejo de Regencia con sus dependientes, instalándose el primer hemiciclo en el edificio del Teatro Cómico de San Fernando antes de que la peligrosa fiebre amarilla asolase los escaños de las Cortes y a la misma ciudad. Alvear fue el encargado de dictar las extraordinarias medidas sanitarias que lograron controlar la misma y las Cortes se trasladan al Oratorio de San Felipe en Cádiz, en busca, a su vez, de mayores recursos y comodidades para la vida y acrecentar el prestigio de la institución con el aumento de espectadores y aplausos que le proporcionaría aquella populosa ciudad. Tan grandes fueron los servicios que prestó Alvear a Cádiz y a la Isla que el general Castaños de continuo decía: "Alvear, tiene usted más fama aquí que Pizarro en Indias".

Hoy, un día después del Bicentenario, debo decir que las autoridades han apartado a Alvear de cualquier reconocimiento público; a un distinguido, noble y leal español que luchó por la defensa de Cádiz y, por ende, la libertad de España. A las autoridades, a SS.MM. los Reyes de España, recordarles que el actual puente de Suazo un día se llamó el puente "Diego de Alvear y Ponce de León", un marino español que bien merece el Premio Cortes de la Isla de León 1810 a los "Valores Constitucionales y Defensa de las Libertades Democráticas".

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