La hache intercalada

Pilar Paz / Pasamar

Divertimentos

O divertimento, o divertinaje según el título de ese noticiero periodístico que recibo por Internet gracias a la divertida periodista Eva Orúe. Diversión, recreo, pasatiempo -fuera de todo significado ético o de histórica militancia- sino aquello referido textualmente a llevar hacia otra parte el humor. ¿Dónde lo llevaremos en esa fecha ya cercana de la huelga general prevista, con abuelos o sin ellos? Según el proceso de todas aquellas realizadas, se tratará para muchos de sentirse, solidarios o en contra, sin posibilidad de realizar otra acción que no sea mínima y dentro de un espacio geográfico reducido, unidos en definitiva, al proyecto en aras del beneficio común. Por ello he decidido decantarme en una opinión sobre lo contrario: lo divertido por libre, la diversión como método terapéutico y aconsejado por especialistas, aquello que puede transformar una jornada ardua y difícil en un día mas o menos feliz. La diversión, en contra del trabajo impuesto para la supervivencia, está considerado desde la sentencia bíblica, como un castigo. Todo lo contrario a cualquier actividad voluntaria y escogida como disfrute. Convertir una necesidad en algo amable y reconfortante es difícil, pero no imposible, ya que el solo reconocimiento de haber salido de las listas de los inactivos, debe reconfortar a muchos, sobre todo aquellos que a la par y según la situación matrimonial de hoy, están en plena briega. Divertirse, según la prescripción facultativa, es tan necesario como alimentarse, pero suele ocurrir en esto último que el trabajo no suele aportar al que trabaja ni pizca de diversión. Por otra parte, son innumerables las formas del divertimento y si por ellas reconocemos a los individuos, nuestra manera de divertirnos, española o andaluza en este caso, da la falsa imagen consabida y más o menos cruenta: pandereta, castañuela o pañuelito rojo al cuello y riá riáu, o riá pitá. Nos representamos ante el mundo más por la costumbre que por la historia, por festejos típicos que por conocimiento secular de lo acaecido. Pero lo esencial queda sin valorar y oculto para la mayor parte, como aquel hombre que, lejano a nosotros, permanece a solas y pensativo con las manos en las rodillas y nos confunde con su imagen cuando, en realidad y con un libro entre las manos, lo está pasando pipa.

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