DE POCO UN TODO

Enrique / García-Máiquez

La Bolsa o la vida

MI abuelo Nicolás nos desaconsejaba invertir en Bolsa a la vez que nos explicaba la utilidad de los mercados secundarios y toda la teoría. Hasta ahora le hice caso, en parte por veneración a la voz de la experiencia y en parte porque tampoco tenía qué invertir. Sin embargo, el fin de semana, a pesar de sus prudentes advertencias, invertí en el parqué madrileño mi otro bien escaso, el tiempo, que es oro. Como esta semana se me complicaba mucho, pensé adelantar trabajo escribiendo el sábado el artículo para hoy, y como el Íbex se había dado un batacazo la semana pasada, desarrollé un argumento muy técnico sobre el mercado español y su triste porvenir. Lo resumo: no había conspiración internacional, la política económica de Zapatero era un espantapájaros para los inversores.

El lunes, cuando me disponía a emplear el tiempo que había ganado con el sudor de mi frente en otros quehaceres, vi que la Bolsa se agitaba. Me fijé y asistí pasmado a una subida récord del 14,43%. En mi defensa, diré que la subida me daba tanto la razón como las bajadas anteriores. Si los inversores vuelven ahora es porque desde Europa han creado un inmenso fondo de rescate, van a permitir que el Banco Central compre deuda española y, sobre todo, van a obligar a Zapatero a recortar sus gastos. Pero, aun así, mi artículo quedó hecho unos zorros. La Bolsa se había transformado en una ruleta rusa, quiero decir, en una montaña rusa y, de tanto vaivén, yo salí grogui. Releía mi artículo como un bróker arruinado mira el título de una acción que en tres días es papel mojado.

Llamé a mi amigo Kiko Méndez-Monasterio que, aunque novelista, trabaja en un periódico muy económico, para llorar sobre su hombro. "Cuenta lo de tu abuelo, tira de herencia, y recupera la inversión", me aconsejó, expeditivo. Pero ya he contado lo de mi abuelo, y todavía me queda rematar el artículo, que es lo difícil. Mi hermano Jaime me animó: "Publica lo que tienes, que ya bajará el miércoles". No sé si fiarme, Jaime es poeta, experto en arte y otro fiel seguidor de los consejos del abuelo.

Y no he podido llamar a ningún otro amigo. Los demás se hubiesen alegrado un poco de mi batacazo especulativo. Ellos son partidarios de que no escriba sobre política, que es muy polémica, ni de economía, que es muy triste, sino que divague sobre la vida misma, que es lo mío. "Habla de pájaros y flores", especifican. Humildemente me he asomado a la ventana y me he quedado mirando las oscuras golondrinas y esos vuelos suyos asombrosos, zigzagueantes, arriba, abajo, que van y vienen, acelerados, vertiginosos, impredecibles como índices bursátiles.

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